Visitemos un mercado africano

Visitemos un mercado africano

UNA de las mejores maneras de sumergirse en la cultura, las costumbres y la cocina de un país es visitando sus mercados. Allí podrá observar a la gente, probar su comida y comprar sus mercancías. Encontrará, además, comerciantes muy peculiares que harán lo imposible por comunicarse con usted en su idioma.

Difícilmente encontrará mercados más llamativos que los africanos. Siempre están repletos de gente y tienen a la venta todo producto imaginable. Es el lugar ideal para tomarle el pulso a África. ¿Le gustaría visitar un mercado típico? Venga conmigo al de Duala (Camerún).

Ir al mercado a la africana

En muchas ciudades del continente, la forma más económica y rápida de ir al mercado es en motocicleta. En casi todas las esquinas hay motoristas que ofrecen sus servicios. Si no le da miedo, móntese con uno de ellos. En Camerún no hay nada que supere a este popular sistema de transporte público en precio y velocidad.

Para los menos aventureros, también abundan los taxis convencionales. Pero no le extrañe ver a varios pasajeros apiñados en su interior con el fin de compartir los gastos.

Centenares de puestos

La primera vez que visite un mercado, quizás le sorprenda la enorme cantidad de gente y de puestos que abarrotan las calles. Ríos de personas, incluidos niños, portan sobre su cabeza cestas con pollos vivos, naranjas peladas, medicamentos y otras mercancías.

Cientos de mostradores de madera ofrecen hortalizas, como coles, zanahorias, pepinos, berenjenas, calabacines, habichuelas verdes, batatas, tomates, ñame y diversas variedades de lechuga. Tal vez, los visitantes de otros continentes no conozcan todos los productos, ya que algunos son típicos de la región y desconocidos fuera de África. Posiblemente los puestos más coloridos sean los que venden pimientos verdes y amarillos, tan frescos que reflejan la deslumbrante luz de la mañana. Otros exhiben aguacates, bananas, pomelos, melones, piñas, naranjas y limones. Se ven tan apetitosos, y ¡vaya precios! Ñame, yuca (mandioca) y arroz —tres pilares de la comida local— también cuentan con una buena representación en el mercado, junto a cebollas y ajos importados.

En uno de los mercados de Duala, muchos de los vendedores pertenecen a las tribus hausa y fula. Es fácil distinguirlos por su amistoso saludo en el idioma fulfulde y por sus gandouras o boubous, largas vestimentas de color azul y blanco o amarillo. Se respira un ambiente relajado. Ibrahim, uno de los vendedores, elige tres cebollas grandes, me las regala y me dice: “Dígale a su esposa que las rellene con arroz picante y que las cocine a fuego lento”.

Unos metros más adelante se vende carne fresca, principalmente de ternera y cabrito. Hombres corpulentos acarrean las grandes piezas sobre los hombros y las colocan en las mesas. Los carniceros, blandiendo con destreza sus cuchillos, dejan que los clientes elijan su corte de carne. Quienes prefieren matar al animal ellos mismos pueden comprar cabras, pollos y cerdos vivos.

Comamos algo

Todo mercado que se precie tiene lugares donde comer, y este no es la excepción. Algunos quioscos ponen música a todo volumen para atraer a los clientes, pero hay otros más tranquilos en los que se puede pedir comida típica y conocer a los lugareños. Lo normal es que el menú esté escrito en una pizarra. Ahora, si no está familiarizado con los platos autóctonos, seguramente necesitará alguien que se los describa.

Hay dos elementos básicos en la cocina: el arroz y el fufu, una masa elaborada con yuca, plátano o ñame. Si le apetece, podrá saborear pescado, ternera y pollo asados, aderezados con salsas a base de quingombó, mantequilla de maní o tomate. En los quioscos, el ritmo es tranquilo y hay muchas oportunidades de charlar.

Dos camareras se acercan a la mesa. Una trae una gran bandeja con platos de metal repletos de arroz, frijoles y fufu, todo bien caliente. La comida está sazonada con salsa de quingombó y acompañada de brochetas de carne y de pescado. Además nos deja una jarrita de salsa de chile para los que gustan del picante. La otra camarera nos trae una toalla y una cubeta de agua para que nos lavemos las manos. Nos sorprende, pero es necesario, puesto que estos platos tradicionales se sirven sin cubiertos, y hay que comer con las manos. Un detalle: es bastante frecuente que los clientes oren antes de comer y no es extraño que un comensal cercano se les una en la oración y diga “amén” al terminar.

Las buenas nuevas y los mercados

Los mercados han tenido desde siempre un papel importante en la vida social de muchas comunidades, pues no solo ofrecen un entorno ideal para la compraventa, sino también para intercambiar noticias, hacer amistades o encontrar trabajo. La Biblia cuenta que Jesús iba a los mercados, donde hablaba de Dios y realizaba curaciones. El apóstol Pablo razonó “con los que por casualidad se hallaban allí” (Hechos 17:16, 17; Marcos 6:56). En la actualidad, los testigos de Jehová de Camerún también opinan que el mercado es un buen lugar para predicar las buenas nuevas del Reino de Dios. (Colaboración.)

[Ilustración de la página 24]

Pimientos de colores

Fuente: ¡Despertad!