Las decisiones nos moldean
por No Aplica
Texto de referencia Colosenses 2:4; 3:15
Un joven ambicioso con quien trabajé en Amoco obtuvo un doble ascenso que requería trasladarse a El Cairo. Fue a su casa, donde estaban su flamante esposa y su bebé, y dijo: «Fabulosas noticias: nos mudaremos a El Cairo». Consternada, su esposa manifestó: «Te mudarás solo. Yo me voy a casa de mi madre». Esa fue la primera prueba de liderazgo en esa familia. No hubo acuerdo mutuo: si él renunciaba a su ascenso se sentiría molesto con su esposa por arruinar su carrera; si ella viajaba con él, lo odiaría por arruinar los ideales que tenía para su bebé y para sí misma. ¿Qué hacer?
Después de discutir un poco, el joven y su esposa quizá estuvieron tentados a creer que la madurez exigía que negaran sus sentimientos, y que cada uno se sacrificara a favor del otro. Pero en vez de eso volvieron a lo fundamental: ¿Se trata de mi carrera o de la nuestra? ¿Se trata de tu bebé o de nuestro bebé? ¿Somos individuos o funcionamos como equipo? ¿Cuáles son nuestros valores? Tal matrimonio debió creer en dos semanas el equivalente de cinco años. Al final se fueron al Cairo, pero su relación se había transformado: Ella comprendió que para él era importante su carrera; él se volvió a comprometer con sus valores como integrante de la familia. Lo importante no es lo que decidieron al final sino cómo lo hicieron. Dieron el paso valiente de redefinir, de adentro hacia fuera, quiénes eran en realidad. Él cómo es lo que da carácter. El qué, que al principio parece primordial, al final no tiene importancia emotiva.
Tomado del libro Ilustraciones perfectas publicado por Unilit. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.