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Comunicación sin sordera

Comunicación sin sordera

por Wayne Mack

Una profunda unidad en la pareja solo puede lograrse cuando existe una buena comunicación, por eso, es fundamental que un matrimonio reconozca la importancia de fomentarla y los principios que conducen a ella. Este es el tercer artículo de la serie «Hablar, callar y escuchar: Principios para la comunicación que conduce a la unidad en el matrimonio». La serie reflexiona sobre tres principios básicos de la buena comunicación aplicados a la vida conyugal. Este tercer artículo cubre el principio del saber escuchar.

Tercera parte de:


Hablar, callar y escuchar: Principios para la comunicación que conduce a la unidad en el matrimonio


De todos los principios involucrados en una comunicación eficaz el más importante es saber escuchar. Una buena comunicación es una calle de dos vías que involucra conversación libre y abierta y el escuchar con atención y cuidado. Implica tanto el envío como la recepción de un mensaje. Sin ambos es imposible una buena comunicación. ¿Alguna vez ha tenido la experiencia de hablar con alguien y tener la impresión de que no le está escuchando? Mientras usted habla sus ojos miran a todas partes o bosteza o le mira con la vista perdida.

Esa clase de actitudes no estimulan una buena comunicación. Al contrario, uno piensa que lo que está diciendo no es interesante o importante, pierde el deseo de hablar con tal persona, o peor aún, pierde confianza en sí mismo en cuanto a su capacidad para conversar. Podemos estar seguros que no saber escuchar impide una comunicación eficaz; por otra parte, saber escuchar la estimula. Pregúntele a cualquier predicador lo que siente cuando la gente recibe con alegría la Palabra que predica. Observe lo que ocurre cuando una madre presta toda su atención a lo que su hijo tiene que decir.

Las Escrituras dicen: «Las intenciones secretas son como aguas profundas pero el que es inteligente sabe descubrirlas» (Pr 20.5, Versión Dios habla hoy). Toda persona tiene alguna percepción y sabiduría acerca de las distintas experiencias que puede compartir con los demás, pero algunos parecen tener dificultad en hacerlo. Tienen agua pero parece estar tan profundamente dentro de ellos que es inalcanzable. ¿Cómo se ceba la bomba de agua? Jamás sacará agua mientras persista en hablar de usted mismo, de sus ideas, sus planes, sus actividades, sus pensamientos. Lo conseguirá cuando esté dispuesto a dejar de hablar y a escuchar verdaderamente. Quizá tenga que cebar la bomba preguntando acerca de asuntos en los cuales estén interesados o conozcan bien, pero si lo hace comprobando que realmente está interesado en lo que ellos tengan que decir, muchas personas calladas repentinamente se transformarán en grandes conversadoras. El escuchar bien es para la comunicación lo que el imán para el hierro, o el sifón para un tanque de gas. Tiene el poder de sacar, el poder de atracción y logra que la conversación fluya.

Para que comprenda más cabalmente el proceso de la comunicación deseo compartir varios factores en relación con escuchar bien.



Saber escuchar involucra dejar que la otra persona hable sin interrupciones


Proverbios 18.13 dice que «al que responde palabra antes de oír, le es fatuidad y oprobio».


De acuerdo con esta norma muchos esposos son fatuos y debieran avergonzarse porque constantemente interrumpen a otros cuando están hablando. Una mujer comienza a relatar una historia. Dice: «La semana pasada íbamos por la ruta 22 y…». «No, querida, no era la ruta 22. Era la 24». «Oh sí, tienes razón. Bueno, íbamos por la ruta 24 a 90 kilómetros por hora…». «Siento interrumpirte otra vez», dice el esposo, «pero no íbamos a 90 kilómetros por hora. Íbamos a 94 kilómetros por hora. Recuerdo perfectamente que miré el velocímetro y marcaba 94 kilómetros por hora». Bueno, la esposa hace varios intentos más y se le interrumpe repetidamente. Finalmente, se da por vencida y dice: «Cuenta tú la historia».

Por supuesto que esta es una ilustración exagerada pero es lo que ocurre a menudo en conversaciones cuando se interrumpe para corregir o agregar o enfatizar lo que se ha dicho. Sin lugar a dudas, cuando ocurre con frecuencia, la comunicación efectiva se paraliza.



Saber escuchar implica darle al que habla toda nuestra atención (Pr 18.13; Stg 1.19)


Siempre que sea posible debe dejar lo que está haciendo y concentrarse en lo que la otra persona está diciendo. Si está arreglando su automóvil deje su trabajo y déle a su esposa toda su atención. Si está lavando la vajilla deje de hacerlo y concéntrese en lo que le está diciendo su marido. A veces no será factible pero siempre que pueda hágalo. Si no puede hacer una pausa de inmediato explique que momentáneamente no puede dejar lo que está haciendo pero que lo dejará en cuanto pueda. Comunique la impresión de que su relación mutua es más importante que cualquier otra persona o actividad.


Otro aspecto relacionado con darle al otro nuestra completa atención es no ceder a la tentación de desconcentrarnos y no escuchar, ya sea porque no queremos oír lo que dice o porque pensamos en la buena respuesta que le daremos. Quizá procuremos dar la impresión de que estamos interesados en lo que la otra persona está diciendo cuando en realidad no es así. Lo que realmente nos interesa es cómo nos defenderemos, o cómo demostraremos nuestra sabiduría, o diremos un buen chiste, o corregiremos al otro. Si hace esto frecuentemente con su pareja ella lo percibirá, y el mensaje que recibirá será: «En realidad no le interesan mis ideas. No tiene ningún interés en lo que tengo que decir».



Saber escuchar implica asegurarnos que realmente comprendemos lo que el otro dice o piensa.


En su libro Discovering the Intimate Marriage (Descubriendo la intimidad del matrimonio), R.C. Sproul cuenta de una ocasión cuando después de una conferencia dirigió un debate sobre la misma. Una persona le preguntó sobre una palabra que él había utilizado. Él dijo que no recordaba haberla dicho. Otra persona expresó que había utilizado una palabra totalmente diferente. De inmediato el grupo se dividió: algunos afirmaban que había dicho una palabra, otros que había utilizado la otra. Para salir de la duda se hizo escuchar la grabación de la conferencia. Ante la sorpresa de todos quedó comprobado que no había utilizado ninguna de las dos palabras (pp. 15, 16).

Ambos grupos creían saber lo que había dicho. Ambos pensaban que le habían comprendido, pero todos estaban equivocados. Sin duda que esta ilustración señala la importancia de asegurarnos que realmente oímos lo que la otra persona dice y comprendemos lo que quiere decir. Lo importante no es lo que nosotros pensamos que dijo o quiso dar a entender sino lo que de hecho dijo y quiso dar a entender.

A menudo la gente escuchaba las palabras de Jesús y las interpretaba de un modo diferente de lo que él realmente dijo (Jn 2.19; 6.51; Mr 8.15–16). Jesucristo fue el mejor y más claro comunicador de la historia, y sin embargo los hombres no lo comprendieron o interpretaron mal su palabras.

Esto nos sirve de advertencia a la hora de escuchar a otros. A veces lo que creemos que la otra persona están diciendo es muy diferente a lo que en realidad dice. Para ser justos antes de darle el peor sentido posible a lo que alguien está diciendo debemos hacer algunas averiguaciones y preguntas. Quizá si no nos gusta lo que alguien ha dicho debiéramos suponer que lo hemos interpretado mal. Por ejemplo, si un marido le dice a su esposa: «Quiero que sepas que estoy orando por ti» ella no debiera pensar: «Qué estoy haciendo mal ahora. Nunca está satisfecho. Siempre está tratando de cambiarme». En cambio debiera suponer: «En verdad se preocupa por mí. Conoce mis pruebas y mis temores y quiere que Dios me fortalezca. Sí que me ama de verdad». O bien si una esposa le dice a su marido: «Pensé que nunca ibas a llegar», él estaría equivocado si pensara: «Otra vez se está quejando. Nada de lo que hago está bien. Quiere organizar mi vida». En cambio, a menos que pueda comprobar lo contrario debe suponer que ella quiso decir: «En verdad te extrañé. Te amo tanto que me impaciento esperando que regreses».



Saber escuchar va unido a la necesidad de procurar ver según la óptica de la otra persona


Ver las cosas desde la perspectiva del otro puede requerir la necesidad de que repita lo que ha dicho hasta que esté satisfecho de que uno le ha comprendido. O bien puede ser necesario pedirle amablemente que lo diga de otra manera o que lo amplíe hasta que uno está seguro de haberle entendido.

Una comunicación eficaz implica saber escuchar además de saber hablar bien. No se puede tener una sin la otra. Que Dios nos ayude a aplicar estos principios para que lleguemos a ser mejores comunicadores. Recuerden que el propósito de Dios para el matrimonio involucra dos personas que lleguen a ser una sola carne (Gn 2.24).

Dios quiere que los esposos sean total y completamente una sola carne. Quiere que tengan una vida compartida. Esta es entonces la meta a que debemos aspirar. Es una meta que por el poder del Espíritu Santo puede en alguna medida concretarse aquí y ahora siempre que:


  • Los dos se arrepienten de sus pecados y confíen en Jesucristo.
  • Los dos acepte la voluntad revelada de Dios acerca de sus respectivos roles y estén procurando cumplirlos.
  • Los dos estén procurando desarrollar y mantener un sistema de comunicación cada vez más amplio y profundo.



Les recomiendo, entonces, que repasen el material sobre la comunicación, y que tomen nota de sus debilidades. Pídanle a Dios que les ayude a hacer los cambios necesarios y confíen que él lo hará. Comiencen seriamente a implementar y a aplicar los principios bíblicos enunciados en esta serie (Fil 2.12–13).

En la relación matrimonial, la comunicación puede calificarse de supervivencia. No es optativo sino vital. Es el flujo de vida, el nervio, el latido del corazón. Cuando falta esto la relación matrimonial se deteriora y muere. En los casos donde es fuerte la relación matrimonial prospera y los dos llegan a ser uno.

Consulte los otros artículos afines de esta serie:

Comunicación sin barreras

Comunicación sin heridas

Comunicación con esfuerzo


Tomado y adaptado del libro Fortaleciendo el matrimonio, Wayne Mack, Hebrón. Todos los derechos reservados.