Biblia

La tregua de Dios con el mundo

La tregua de Dios con el mundo

por Patricia Adrianzén de Vergara

¿Alguna vez sintió a Dios como su enemigo?,
¿lo culpó de los sinsabores y dolores que experimentó en esta vida?,
¿se sintió tentada de acusarlo de indiferencia e insensibilidad?,
¿pensó en él como un Dios castigador?

Las reflexiones filosóficas de La Tregua, novela
del uruguayo Mario Benedetti, conducen al lector a plantearse estas
preguntas. La Tregua es el diario de un hombre de cincuenta
años, próximo a jubilarse, quien rememora su pasado y avizora a la vez
un futuro desprovisto de toda ilusión. Martín Santomé, el protagonista,
es un oficinista deprimido, conformista, padre de tres hijos pero viudo
a la edad de 28 años. Su vida mediocre y sin brillo lo lleva a
resignarse a un futuro aún más monótono. Pero unos meses antes de su
jubilación conoce a Laura Avellaneda, una muchacha joven que podría ser
su hija. Martín Santomé se enamora de ella y para su sorpresa llega a
ser correspondido. Él, que ya no esperaba nada de la vida revive en una
etapa dichosa pero breve: “Tengo que asirme desesperadamente a esta
razonable dicha que vino a buscarme y que me encontró”, concluye en
sus pensamientos. Pero inesperadamente, cuando aún venciendo sus
propios prejuicios espera pedirle matrimonio, la muchacha muere.
Entonces la vida de Martín Santomé vuelve a oscurecerse y para el
personaje, «Dios vuelve a ser la todopoderosa Negación de siempre»
(Nota 1). En las reflexiones finales de la novela es donde se revela
más claramente el concepto de Dios, con el cual tal vez muchos de
nosotros nos hayamos identificado en algún momento de crisis: 

“Es evidente que Dios me concedió un destino oscuro.
Ni siquiera cruel. Simplemente oscuro. Es evidente que me concedió una
tregua. Al principio, me resistí a creer que eso pudiera ser la
felicidad. Me resistí con todas mis fuerzas, después me di por vencido
y lo creí. Pero no era la felicidad, era sólo una tregua. Ahora estoy
otra vez metido en mi destino. Y es más oscuro que antes, mucho más”
(2).

¿Por qué Benedetti plantea una «tregua» como meollo y
desenlace de su trama? 

La palabra «tregua»se define como la suspensión de armas,
cesación de hostilidades, por determinado tiempo, entre los enemigos
que tienen rota o pendiente una guerra. Es un período de intermisión o
descanso hasta que vuelva a comenzar la batalla. De allí que el título
elegido por Benedetti para su novela, se revela tan significativo. El
hombre que siente que un Dios tirano le ha trazado un destino fatalista
del cual no puede escapar y solamente le concede «una tregua» para
luego seguir atormentándolo. La novela plantea así la imposibilidad de
la dicha y del conocimiento de un Dios preocupado y amante de los
hombres:

“Si Dios es la Totalidad, la Gran Coherencia, si Dios
es sólo la energía que mantiene vivo el Universo, si es algo tan
inconmensurablemente infinito, ¿qué puede importarle de mí, un átomo
malamente encaramado a un insignificante piojo de su Reino? (3)

Si bien es cierto la Biblia habla de enemistad entre Dios
y el hombre por causa del pecado (Romanos 3:23), no revela a un Dios
insensible, lejano e indiferente. Por el contrario, Él se revela a sí
mismo como ese Dios de amor que se acerca al hombre y toma la
iniciativa de la reconciliación:

“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió
consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;
que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles
en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la
palabra de la reconciliación” 
(2ª Corintios 5.18-19)

La verdadera tregua que Dios le da al mundo no es un
tiempo limitado de dicha para seguir castigándolo y atormentándolo
nuevamente. Dios nos concede una pausa sí, pero es ilimitada de
misericordia y gracia por medio de su hijo Jesucristo:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a
su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna” (Juan 3.16)

Tal vez nunca
identificamos la Navidad como la tregua de Dios para el mundo, pero ese
es su real significado. Como lo anunciaron los ángeles la noche que
nació Jesús: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena
voluntad para con los hombres!» (Lucas 2.14). El nacimiento de Jesús
era un anuncio de paz, no de guerra. 

En la tregua divina que tenemos a nuestro alcance, es
Dios quien se sacrifica (Is 53.4), quien experimenta el dolor (Is
53.5), quien paga el precio de la paz (Is 53.5) y carga con los pecados
del mundo (Is 53.6). Él se lleva las enemistades, propone la
reconciliación y busca al hombre para darle vida abundante y eterna.

Frente a esto, la desesperanza de las palabras de
Benedetti en boca del personaje Martín Santomé tienen respuesta: “Yo
sé que él es una lejana soledad, a la que no tuve ni tendré nunca
acceso. Así estamos, cada uno en su orilla, sin odiarnos, sin amarnos,
ajenos” (4).  

Dios no es ajeno a nuestro dolor ni quiere que nos
mantengamos al margen del sacrificio de Cristo a favor de la humanidad.
Él trazó el camino de la reconciliación con el hombre, por medio de
Jesús y ese es el verdadero mensaje de la Navidad: una tregua de eterna
paz a nuestro alcance.

Notas:

1. Mario Benedetti. La Tregua, p.129.

2. Ibid, p. 136.

3. Ob. Cit., p.110.

4. Ibid, p.129.


Mujer Líder, volumen IV, número 3. Todos los derechos reservados.