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Cuidado con las moscas muertas

Cuidado con las moscas muertas

por Lucila de Saucedo

¿Alguna vez se ha detenido a pensar
en el grado de influencia que ejercen sus acciones sobre aquellos que
le rodean?  Trabajar
en algún ministerio es un gran privilegio dado por Dios; es también una
posición de honra que está reservada sólo para los que son llamados a
ocuparla, y por tanto, como es un regalo de la misericordia del Señor.

¿Alguna vez se ha detenido a pensar en el grado de
influencia que ejercen sus acciones sobre aquellos que le rodean?  Trabajar en algún
ministerio es un gran privilegio dado por Dios; es también una posición
de honra que está reservada sólo para los que son llamados a ocuparla,
y por tanto, como es un regalo de la misericordia del Señor, aunque no
deseemos que las personan nos miren o admiren, esto siempre se dará.  

¿Cuál será nuestro grado de influencia en otros?  Cuando somos llamados al
liderazgo, son muchas las personas que dependen de nuestras acciones y
por ese motivo, de allí se define si impactamos positiva o
negativamente sus vidas. El libro de Eclesiastés 10:1 declara lo
siguiente: «Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume
del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y
honorable» (VRV -1960). 

No podemos ignorar que existe un sinnúmero de personas a
nuestro alrededor buscando si tenemos huesos, porque es tal el grado de
excelencia con la que vivimos la vida cristiana y con la que servimos
al Señor que hay quienes dicen: «este (o esta) tiene que ser de carne y
hueso, aunque demuestre lo contrario».  Algunos están al acecho,
pero no debe olvidarse que muchos serían gravemente afectados por un
desliz nuestro, sólo porque consideran que somos personas dignas de
admirar.

Cuando se comete una locura, no importa la conducta
previa; es como si apareciera un enorme borrador que elimina lo bueno
que se haya hecho, no importa el tiempo, y deja ver sólo el error
cometido.  Esto ocurre
porque se pierde el buen nombre, el buen testimonio que nos fue
entregado por el Señor, e incluso el nivel de confianza que muchos
habían depositado en nosotros.  

Empero, es preciso tener claro que ningún ser humano está
exento de cometer errores, no importa si es siervo de Dios, si lleva un
buen testimonio o si ha sido una excelente persona.  Las locuras siempre
andarán rondando para atraparnos y por eso que debemos cuidarnos de
ellas; pensar en las consecuencias que traerían nuestras acciones, nos
ayudará a evitar grandes faltas que muchas veces se convierten en un
estilo de vida.

Como ministros, llamados y apartados para una labor
especial, debemos tener presente que una vez escogidos por Dios,
pasamos del anonimato a tener una vida pública, una identidad; son
muchos los que nos conocen, aunque no siempre conocemos a los que nos
miran.

¿Cuáles son entonces las moscas muertas de las
que debemos cuidarnos? Aquellos errores que a nuestro parecer no
tendrán mayor repercusión, pero que a la larga hacen mucho daño.  Solamente mencionaremos
algunos de ellos, a fin de que usted tome las precauciones necesarias:

La infidelidad:  
es una de las armas más poderosas en la destrucción de
familias y ministerios.  Debe
recordarse que nadie es infiel de la noche a la mañana, sino que son
las pequeñas zorras las que poco a poco van minando la relación
matrimonial hasta hacerla caer. 
Cuando un esposo le dice a otra mujer cosas agradables que no le
dice a su esposa, se enciende inmediatamente la luz intermitente
anunciando ¡PELIGRO!  Echar
por la borda una relación matrimonial de muchos años y faltar al pacto
de fidelidad sólo por un momento de placer, o cambiar a los hijos para
criar aquellos que ni siquiera se engendraron, no es más que una locura.

Malos manejos: hay quienes pretenden desarrollar
su ministerio ofreciendo solo buenas predicaciones, pero la labor
implica más ofrecer solamente mensajes bíblicos. Se trata de
administrar, organizar y evaluar, cada cierto tiempo, el buen
funcionamiento de todo el sistema empleado.  Siempre es saludable
trabajar con un equipo responsable de rendirnos cuentas en cuanto a lo
financiero, pues ser juez y parte en los manejos económicos nunca será
beneficioso, por eso se requieren personas a quienes tengamos que
rendirles también nos den cuentas. 
No es saludable tomar decisiones sin buscar asesoría, sin
consultar y sin meditar.  Analizar
antes de actuar redundará en grandes bendiciones para la obra del Señor.

Abuso de autoridad: las personas que tenemos a
nuestro cargo son colaboradores en la gran viña de nuestro Dios, no son
empleados de nuestra hacienda o finca.  Cuando entendemos que
Cristo pagó el precio por cada una de esas personas, tendremos presente
siempre que nuestro deber es guiar a las personas por la senda correcta
y no enseñorearnos de ellas como si hubiésemos pagado el precio por sus
almas.

Rebeldía: reconocer que somos personas con
autoridad nos debe llevar a tener claro que también estamos bajo
autoridad, y por ello, «todo lo que el hombre siembre eso también
segará» (Gálatas 6.7). Esto indica que si deseo ser respetado por
aquellos bajo mi liderazgo, debo empezar por sembrar obediencia y
respetar a quienes están sobre mí como guía y apoyo. Es menester tener
cuidado con desconocer la autoridad, pues eso mismo se cosechará.

Resentimiento: muchos ministros se encuentran
resentidos con su organización o denominación pues no comparten la
forma en que se dirige la obra o por alguna actitud de los líderes que
los presiden. Son muchos también los que optan por cambiar de
organización o independizarse, porque recibieron, según ellos, una
buena propuesta de otro grupo. 
Como esposa de pastor he visto a muchos ministros resentidos
tomar decisiones sin pensar, basados en promesas de otros que les
presentaron cuán fácil era afiliarse a su denominación, pero
tristemente sus iglesias han ido menguando hasta quedar en su mínima
expresión. Al regresar, han tenido que empezar de cero.  Entonces, procure sanar
su corazón en el lugar donde fue herido; una vez sano, tendrá una
visión más clara para tomar la decisión que Dios ponga en su corazón.

Deudas no pagadas: Si hay algo que daña la imagen
de un siervo o sierva de Dios es su mal crédito. Si nadie quiere
prestarle dinero a un ministro, hay que revisar la causa de esta
decisión.  Cuántos
realizan viajes o ejecutan diversos proyectos y luego se olvidan de que
todo lo hicieron gracias a un préstamo (¡creen que fue un regalo!). No
se acuerdan de que firmaron un documento o llegaron a un acuerdo de
pago.  Cuando la
Biblia dice “no debáis a nadie nada” (Romanos 13.8) significa
precisamente eso: nada.  Las
deudas no pagadas después de cierto tiempo son una gran complicación.
 

Cansancio extremo: el camino a la excelencia nos
lleva muchas veces a pensar que una labor resultará bien solo si la
efectuamos nosotros mismos. Ese perfeccionismo además, hace creer que
somos infalibles y por ello no delegamos funciones. Cuando se actúa
así, no se deja a otros trabajar con libertad y como resultado, entra
en escena el cansancio extremo.

Por otro lado, ninguna persona cansada rinde como se
espera, más bien empieza a tomar decisiones que no son más que producto
del agotamiento.  Por
tanto, tómese un tiempo para descansar, salga de paseo con su familia,
procure relajarse y renueve sus fuerzas. 

Descuido de la intimidad con Dios: el Señor fue
enfático al decir: «Separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15.5).  Servir en la obra de
Dios, lejos de las directrices que el dueño de la obra tiene para
nosotros, es caótico, pues ¡cómo saber el método y las formas de llevar
adelante esta labor si no estamos en constante comunicación con el
omnisapiente!  Es en
la presencia de Dios donde encontramos las estrategias y la unción del
Espíritu Santo para actuar de manera efectiva.  Al estar conectados con
el Señor influimos e impactamos positivamente en la vida de otros.  ¡Que Dios nos ayude!

Acerca de la autora:

Lucila de Saucedo 
es panameña y está casada con el Rdo. Johnny Saucedo y es madre
de tres hijos. Completó sus estudios teológicos en el Instituto Bíblico
de las Asambleas de Dios, donde ahora es profesora. En la actualidad,
dirige la Escuela El Buen Pastor Jireh. Además, junto con su
esposo pastorea el Centro Misionero Jehová Jireh, y ambos son
directores del Programa Nacional de la Familia de las Asambleas de
Dios. Es también fundadora y directora del ministerio de mujeres
denominado Nacidas para Vencer.  

Tomado de Apuntes Mujer Líder, volumen IV, número 3.
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