Ilusiones y soluciones falsas
por Juan Adams
Hay muchas ilusiones sobre los problemas matrimoniales y sus soluciones. El consejero debe estar al corriente de ellas, no sólo para evitarlas él mismo, sino para reconocerlas en el modo de pensar de los aconsejados. Algunas de estas ilusiones son las concepciones falsas de los mismos aconsejados, otras proceden de…
Hay muchas ilusiones sobre los problemas matrimoniales y sus soluciones. Algunas de estas ilusiones son las concepciones falsas de los mismos aconsejados. Otras proceden de amigos bien-intencionados que no entienden ni los principios bíblicos del matrimonio ni las prácticas bíblicas de la reconciliación. El eliminar los análisis ilusorios de problemas y las falsas soluciones es una parte importante de la tarea del consejero. Por tanto, necesitará entenderlas y poder mostrar por qué han de ser abandonadas.
Quizá la ilusión más común es la noción de que un matrimonio estropeado puede «remendarse». Este modo de hablar refleja las endebles expectativas que les quedan a los aconsejados. Esperan poco y están dispuestos a conformarse con menos que la solución bíblica de su problema. La misma actitud se hace evidente en comentarios como:
«Tenemos que sacar el mejor partido de una mala situación», o: «Si pudiéramos volver adonde estábamos antes de que surgiera este problema; aunque, de todos modos, las cosas entonces dejaban bastante que desear».
En agudo contraste con esto, el enfoque cristiano es tratar de resolver todos los problemas, no solamente resolver algunos problemas, o resolverlos en parte. Romanos 5:20 nos habla de la plenitud de la gracia de Dios: «… mas donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia».
Esta seguridad significa que cuando Cristo se encuentra con el pecado, es más que poderoso para cubrir la necesidad. No se preocupa de «remendar la cosa» o incluso de «volver atrás a cierto punto del pasado». Lo que quiere es transformar una cosa mediocre en otra superior. No se contenta con menos.
El consejero cristiano no debe contentarse tampoco con menos que esto. Quiere ver los problemas resueltos y los matrimonios puestos en una condición mejor que nunca. Con Cristo, su interés es transformar un matrimonio pobre en un matrimonio que entona alabanzas.
Recordad que la salvación no es meramente borrar el pecado. Cristo fue más allá de redimir (comprar otra vez) lo que Adán había perdido. Puso al hombre en una posición más elevada que antes, incluso en el jardín del Edén. El hombre fue creado un poco menor que los ángeles, y cuando hubo pecado, cayó aún más abajo. Pero en la ascensión de Cristo y su presencia a la diestra del Padre, levantó a la humanidad por encima de los ángeles, hasta el mismo trono de Dios. Esto, como he dicho en un libro con este nombre, es Más que redención; ¡es una super-redención!
Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia; la gracia de Dios puede transformar este matrimonio, de modo que, al fin, la gracia es mayor que todo el pecado. Dios tiene gran contentamiento en usar los mismos problemas que El resuelve, como medio para ayudar a sus hijos a levantarse a alturas mayores que nunca. Los consejeros, por tanto, no deberían permitir a sus aconsejados que pusieran la mira en nada inferior. Los objetivos pobres, a poca altura, significan poco progreso. Dios hace incluso de la ira del hombre material para su alabanza.
Un segundo engaño que ha de ser contrarrestado es la actitud del que dice que un matrimonio está demasiado deteriorado para poder cambiar. Si había poca esperanza en la actitud que vimos antes, en esta no hay ninguna. Por tanto, ¿por qué vienen a aconsejarse personas que están convencidas de que su matrimonio está más allá de toda esperanza? Para aprender a resistir, o a terminarlo con un mínimo de esperanza. El consejero cristiano no va a adoptar ni una ni otra de estas soluciones que no son soluciones. En vez de ello dirá: «No, ésta no es una opción permitida por Dios. Ustedes tienen sólo una opción: Cambiar según los métodos de Dios y con su poder». El consejero va a asegurar a los que le escuchen que el cambio es posible, e incluso va a señalar algunos pasajes bíblicos en que se basa esta esperanza. No voy a mencionarlos todos ellos; cada consejero está familiarizado con los que le gusta usar. Pero dejadme indicar uno que ofrece gran esperanza para los que están envueltos en los pecados más graves. 1 Corintios 6:9-11 trata de las pautas de vida burdas y bajas. Y, con todo, Pablo dice de aquellos que practicaban estos mismos pecados: «Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios» (v. 11).
En este versículo hay esperanza abundante. A pesar de lo que va implicado, sea homosexualidad, adulterio, codicia, robo o embriaguez (todo ello considerado como motivo para creer que el aconsejar a un matrimonio así es un caso perdido), Dios dice que una persona puede ponerlos tras de sí, como algo pasado (tal como dice a los corintios: «Esto erais»; o sea, que ya no lo sois). De esta gran declaración fluye esperanza para casi todo problema de cualquier matrimonio.
Hay un tercer problema que se enuncia de este modo: «Pero, simplemente, ya no tengo sentimiento alguno por él o por ella«. En esta afirmación hay dos supuestos falsos. El primero: que el sentirse bien con el otro es necesario para amarle; y el segundo, que ya no se puede hacer nada en una situación semejante. Las dos premisas son totalmente falsas.
Consideremos el asunto en relación con un marido que se ha arrepentido de su adulterio. Quiere verdaderamente ser diferente en el futuro. Pero admite: «Todavía tengo sentimientos afectuosos para la otra mujer, en tanto que no tengo ninguno para mi esposa». ¿Qué podemos hacer por él en este caso? Lo primero que hay que decirle es: «Lo que pasa es que está haciendo todavía inversiones en un banco en quiebra. Donde esté su tesoro, allí estará su corazón. El corazón significa toda la persona interior, incluidos sus intereses y sus sentimientos». Es posible que no lo entienda, y entonces tenemos que insistir sobre el punto: «¿Tiene usted todavía una fotografía de la otra mujer?»
«Bueno… si».
«Muy bien, déjemela».
«¿Qué piensa hacer con ella?»
«Evidentemente, voy a rasgarla y tirar los pedazos a mi papelera. Si usted se arrepiente de modo genuino, hará obras apropiadas con su arrepentimiento. Aquí tiene un buen lugar en que empezar. ¿Tiene usted la llave de su apartamento?»
«Sí».
«Muy bien, déjemela también. Voy a ponerla en este sobre y lo sellaré.
Ponga usted en el sobre la dirección de la otra mujer. Muy bien. Ahora voy a darle el sobre a su esposa para que lo eche al correo».
«¿Hay algo más que posea? ¿Hay algo que mantiene los sentimientos vivos? ¿Pasa usted por delante de su casa de vuelta del trabajo? ¿Hace…?» Y así hay que seguir. Todas las inversiones que todavía hace en un banco en quiebra han de cesar, y hay que saldar la cuenta.
Por otra parte, según el principio de despojarse y vestirse, tiene también que empezar a invertir a fondo en su esposa. Esto significa dedicarle tiempo, energía, atenciones. Cuando lo haga de modo abundante y a conciencia, hallará que pronto sus sentimientos cambian.
Hay otra ilusión que se expresa cuando un aconsejado, o los dos, dice que un problema «no es serio en modo alguno». Esto se conoce en los círculos de aconsejamiento bíblico como minimizar el problema. Más bien que minimizar problemas, los consejeros bíblicos hacen notar con tristeza, con Pablo, que «el pecado abunda». Pero, con él, también afirman gozosos que «la gracia sobreabunda».
Algunas veces, los que minimizan los problemas dicen: «Todo lo que necesitamos son unas vacaciones». El consejero que ayuda de veras responde: «No tengo duda de que las necesitan, pero las vacaciones no van a resolver su problema. ¿Por qué no resolvemos primero el problema y luego podrán disfrutar de las vacaciones?» Hay que hacer frente a los problemas, no evitarlos. Cuando uno se va de vacaciones tratando de soslayar sus problemas, o bien se los lleva consigo o le reciben a la puerta cuando usted regresa. Esta no es manera de resolver los problemas. Hay que reconocerlos por lo que son: pecado. El pecado es siempre serio y hay que tratarlo de una forma bíblica. El arrepentimiento, la reconciliación y la edificación de una nueva relación con Dios y con el otro es lo que se necesita, no un cambio de escenario.
Otro tipo de evasión que oyen los consejeros a menudo es que un problema «desaparecerá con el tiempo». Este punto de vista propone resolver los problemas no haciendo caso de ellos. Sin embargo, raramente desaparecen los problemas, incluso los que no son creados por nuestra pecaminosidad. El pensar que desaparecen es una ilusión; es esperar contra esperanza. Spurgeon puso el dedo en la llaga cuando dijo: «Es más fácil aplastar el huevo que matar a la serpiente». El no hacer caso de los problemas les da tiempo para crecer. Se pueden ignorar en tanto no han adquirido grandes proporciones. Es mucho mejor hacerles frente tan pronto como asoman. Incluso más ilusoria que los anteriores ejemplos es la idea de que un problema «no existe realmente». Es como si se dijera: «¿Qué problema?»; este enfoque en que uno se engaña a sí mismo, niega que haya algo falso en el matrimonio. He oído realmente la siguiente conversación en una sesión:
Esposa: «Nuestro matrimonio se está desmoronando».
Marido: «No hay, en realidad, problema alguno. Ella lo exagera todo».
¿Qué dice el consejero cuando está frente a una situación incompatible así? Dice algo como: «Bien, yo no sé nada todavía del problema en cuestión, pero estoy seguro, por lo menos, de que tienen un problema serio».
Marido y esposa: «¿Qué problema?»
«Simplemente éste: Si ustedes no pueden estar de acuerdo en una cuestión de tanta importancia como el que su matrimonio se desintegre o no, entonces tienen un tremendo problema de comunicación. Vamos a empezar con éste».
Finalmente, una solución moderna, seriamente equivocada, a los problemas matrimoniales, que en realidad propone un pecado, es la siguiente: «Hemos decidido separamos durante un tiempo para pensar las cosas afondo». Esta sugerencia miserable destruye prácticamente toda esperanza genuina, ofreciendo un falso sentimiento de paz en una evasión de los problemas del matrimonio. Además, infringe 1 Co. 7:5, lo cual es pecado y crea una tentación para cada cónyuge por separado.
La separación no da resultado. Los consejeros que neciamente aconsejan esta acción aprenden, en base a fracasos, que simplemente no se puede juntar a dos personas separándolas. Los dos han de trabajar junios para resolver sus problemas con los métodos de Dios, pero no pueden hacerlo si se les permite estar separados. Como he mostrado en mi libro Matrimonio, divorcio y nuevo casamiento, en la Biblia siempre que ocurre la palabra separado con referencia a personas casadas, significa separación por divorcio. El concepto moderno de separación legal sin divorcio era desconocido en tiempos bíblicos y, como ya hemos visto, el divorcio, legal o de otra forma, estaba prohibido en el propósito original de Dios.
Tomado de Solucionando Problemas Matrimoniales. Publicado por Editorial Clie, todos los derechos reservados. Usado con permiso. DesarrolloCristiano.com, todos los derechos reservados.