Abriendo canales
por Daniel Pedro Rota
Toda persona tiene la necesidad básica de comunicase con los suyos. En este proceso se reconoce a sí mismo y reconoce a los otros. Lamentablemente habitamos un paradójico mundo con millones de «solitarios». Cuando se habla, hay que buscar ser entendido, y cuando se escucha, hay que buscar comprender …
Toda persona tiene la necesidad básica de comunicase con los suyos. En este proceso se reconoce a sí mismo y reconoce a los otros. Lamentablemente habitamos un paradójico mundo con millones de «solitarios». ¿Dejaremos que les ocurra lo mismo a aquellos a nuestro alrederor o aquellos que están a nuestro cargo?
Comunicarse es poner en palabras nuestros proyectos, nuestras emociones, los deseos e ideas. Esto es a fin de conocernos y conocer a los que están a nuestro lado. Lamentablemente, los canales de la comunicación familiar se obstruyen, obliteran y deterioran fácil y rápidamente. Debemos detectar estas fallas para poder solucionarías a tiempo.
En forma sencilla, el proceso de comunicación consta de un emisor (el que habla), un mensaje (lo que se dice) y un receptor (el que escucha). Y en la comunicación familiar estos roles interactúan y se entremezclan. No obstante, el entender a cada uno y sus fallos nos ayudará a comunicarnos mejor.
FALLAS DEL EMISOR
FALLAS EN EL MENSAJE
Los dobles mensajes se hacen presentes cuando lo que digo no está de acuerdo con lo que siento o verdaderamente pienso. Más acentuado se ve esto cuando lo que digo no está de acuerdo con mi conducta. Por ejemplo, les decimos a nuestros hijos que son muy importantes para nosotros y después no vamos a las reuniones donde nos citan en el colegio, o pasan meses sin que nos tiremos en el piso a jugar con sus juguetes.
FALLAS EN EL RECEPTOR
¿Y POR CASA, CÓMO ANDAMOS?
Quizás, estimado lector, usted está cansado de hablar en su iglesia, de escuchar y aconsejar a otros. Recuerde que su familia también necesita escucharlo, y no sólo desde el púlpito. Su familia necesita saber qué cosas le pasan, qué piensa y qué siente. Ellos también tienen muchas cosas para compartir con usted, y si usted escucha con atención las cosas sencillas y aparentemente sin importancia lo importante comenzará a salir a la luz.
Evalúe la distancia emocional que hay entre los integrantes de su familia. Esta distancia está dada por la calidad de nuestra comunicación. A mayor comunicación, mayor cercanía; a mejor comunicación, mejor relación y entendimiento.
Esta regla se aplica también en nuestra relación con Dios. A mayor comunicación con nuestro Padre Celestial a través de la lectura de la Biblia y la oración, mejor relación.
Busque entonces momentos para poder comunicarse con cada uno de su familia. Invite a su esposa a dar un paseo, invítela a tomar el té, caminen tomados de la mano mientras hablan. No la interrumpa hasta que ella termine de hablar. No acuse, no hiera, no lastime. Escuche atentamente y trate de entender qué le está diciendo. Profundice en la comunicación, exprese sus sentimientos.
Salga a pasear con sus hijos, y si es posible con cada uno, por separado. Escúchelos. En la comunicación con sus hijos es más importante escuchar que hablar. Ellos tienen cosas importantes para decirle. Una hora semanal a solas con su hijo puede producir milagros en la relación,… y en su vida. Deles tiempo a que se abran, no los critique o juzgue sin comprenderlos, no los sermonee ni mencione repetidamente una misma frase como por ejemplo: «Lo que pasa es que vos sos chico todavía», o «¡Cuando yo tenía tu edad…!»
Fundamentalmente, cuando hable, hágalo buscando ser entendido, y cuando escuche, hágalo para comprender. Proverbios 18.13.
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