por Karina Picado
Nuestra sociedad ha creado una predisposición negativa ante la etapa que inevitablemente todo hijo(a) debe pasar: la adolescencia. Este mito podría tener su origen en un conflicto por el manejo del poder: los padres quieren imponer sus reglas y los hijos quieren defender su «libertad» …
Nuestra sociedad ha creado una predisposición negativa ante la etapa que inevitablemente todo hijo e hija debe pasar en su proceso de desarrollo integral: la adolescencia. Este mito podría tener su origen en un conflicto por el manejo del poder: los padres y madres quieren imponer sus valores o reglas y los hijos e hijas quieren defender su autonomía y «libertad».
En relación a esto, tradicionalmente se ha hablado de valores morales fundamentales para la convivencia pacífica, como: honestidad, tolerancia, libertad, agradecimiento, solidaridad, bondad, justicia, amistad, responsabilidad, lealtad, respeto, fortaleza, generosidad, laboriosidad, perseverancia, humildad, prudencia, paz, amor al prójimo. Pero en tiempos actuales se habla de una dimensión más amplia, con varios tipos de valores:
- Valores biológicos: se relacionan con la salud, la higiene y la educación física del cuerpo y la mente.
- Valores sensibles: conducen al crecimiento espiritual y emocional, el manejo de estados de ánimo, los sentimientos constructivos o destructivos, la autoestima, el dar y recibir afecto.
- Valores económicos: enseñan cómo administrar los recursos útiles para la vida, tienen que ver con el uso y cambio de cosas materiales.
- Valores estéticos: la percepción de la belleza y todo lo que nos rodea como expresión del amor de Dios.
- Valores intelectuales: la apreciación de la verdad, el conocimiento y la autorrealización personal por medio de la educación.
- Valores religiosos: permiten a la persona alcanzar la dimensión de lo sagrado y del propósito de Dios para su vida.
- Valores morales: su práctica acerca al ser humano a las normas de convivencia y a las leyes establecidas en un lugar o país.
En resumen, los niños y adolescentes aprenden a través de la cultura y de los valores hechos «verbo» en el ejemplo de las personas adultas a imitar, a reproducir, pero también a razonar emocionalmente acerca de:
Con base en los valores se puede decidir cómo actuar ante las diferentes situaciones que plantea la vida y los efectos o consecuencias positivas o negativas (antes llamadas castigos) que se obtienen de esas decisiones.
Dar valor a cada persona: el valor que Dios le ha dado
Tanto las personas adultas como sus hijos e hijas no se dan cuenta de que más que un conflicto de valores morales y generacionales, existe una falta de valoración de padres-madres hacia hijos-hijas y viceversa: la asignación del valor que Dios mismo nos dio desde la creación.
Para eso es necesario tomar en cuenta algunos aspectos fundamentales en la formación de la personalidad de nuestros hijos e hijas:
El o la adolescente es un ser individual que está en un proceso de búsqueda de identidad y de su capacidad de relacionarse bien con los demás. Como persona merece respeto de su espacio individual y de sus ideas. Dentro de la familia y / o del grupo escolar, es importante valorar y propiciar la alegría, la salud física y mental, la amistad, el amor y el éxito de todos.
Diferencias individuales: no todas las personas somos iguales, así que no se puede estereotipar a nadie ni comparar con otros con frases como: «es igual a su padre/madre». Por eso, se debe respetar los gustos e intereses del hijo(a).
Diferencias de género: los hombres no son iguales a las mujeres, ni en su físico, ni en el diseño de sus cerebros, ni en su personalidad. Tales características se perciben después de los dos años de edad y se manifiestan, asimismo, en cómo las personas adultas tratan a un adolescente varón y una adolescente mujer. Por eso, trate de no ser machista ni feminista, sino aplique el fundamento de igualdad de derechos y obligaciones.
Asimismo, es preciso considerar que todo ser humano tiende a repetir las actitudes y conductas que lo hacen sentirse bien y con las que atrae la atención y aprobación de los otros.
También cabe destacar que las personas adultas no son dueñas absolutas de la razón, los principios morales o la disciplina, sino que deben servir como guía y protección a la hora de establecer límites y ayudar a manejar las conductas negativas del adolescente. Entre mejores sean las relaciones afectivas entre padres, madres e hijos(as), más efecto tendrán los procesos de aprendizaje de conductas, actitudes y valores morales.
Cada etapa de vida es una crisis; cada cambio, una oportunidad para crecer espiritualmente.
En la etapa de la adolescencia, muchachos y muchachas generalmente tienen una meta común: promocionarse individual y socialmente. Revisemos qué significa esto:
PROMOCIÓN INDIVIDUAL
Desean realizar actividades donde se muestren bellos, interesantes, inteligentes y con éxito. Para ello, tratan de hacer lo que sus pares o amigos les dicen, sin medir impulsos o consecuencias negativas. El papel del adulto, armado con valores morales, sería el de facilitar que el o la joven participen en actividades que lo acerquen a la adaptación, la responsabilidad, la libertad y la creatividad. (Adaptación: mejor conocimiento de sí y de la realidad; responsabilidad: capacidad de juicio, valoración y decisión; libertad: capacidad de elegir en las diversas circunstancias; creatividad: pensar, actuar y relacionarse con originalidad)
PROMOCIÓN GRUPAL
Desean concebir al grupo de amigos(as) como un conjunto bien definido de personas que se consideran una unidad, con objetivos comunes y para cuyo logro se requiere colaboración mutua, comunicación y trabajo conjunto. Muchas veces hay competencias para determinar quién tiene el poder y será el líder o un subordinado.
Lo importante aquí es que los adolescentes logren conocer, identificar, aplicar y reproducir el modelo de Jesucristo en sus vidas: hacer lo que él haría, ver la voluntad de Dios, nuestro Señor, sentir como Cristo sentiría, pensar y actuar según sus mandamientos. Esto mismo debe hacerlo usted, como padre o madre, en todo momento.
Recomendaciones generales
Los padres, madres, guardianes y hermanos(as) son fundamentales para darle al niño(a) o adolescente bases morales, espirituales, materiales, educativas, recreativas y sociales que le permitan ser una mejor persona y sentirse útil y amado(a).
Para eso, la familia debe procurar:
- Sensibilidad ante los problemas individuales, sociales y del medio ambiente en que viven.
- Autoestima, que significa conocerse, aceptarse y progresar hacia la autorrealización.
- Tolerancia, específicamente en la crítica constructiva de trabajos artísticos y el estudio de temas como las diferencias de género.
- Independencia y libertad, al intentar ser un individuo autónomo y reflexivo ante sí mismo y los demás, capaz de decidir y trabajar por su propia cuenta
- Curiosidad, como capacidad de comprensión y aplicación, análisis (causa-efecto), síntesis y evaluación; favorecer la curiosidad es indispensable para la creatividad y la formación de talentos.
- Comprensión de la brecha generacional. Los valores, los ideales y las circunstancias de la vida de un adulto no son los mismos que los de sus hijos(as) ahora. Por ello, hay que hacer una lista sobre lo que es bueno y malo para usted como persona adulta y que ellos expresen lo que es bueno y malo para ellos, y empezar a negociar sobre esto, estableciendo límites entre ambos bandos.
- Manejo de la emoción y el sentimiento como respuesta psicológica ante una situación o un acontecimiento inesperado, con una significación particular. Por ejemplo, en el manejo del enojo, en lugar de gritar o patear, usar esa energía para hacer cosas productivas como acomodar el dormitorio.
- La autoconciencia y el autoconcepto. La primera es la capacidad de reconocer las acciones, intenciones, estados de ánimo y habilidades propias, y el segundo es el poder reconocer y aceptar su propia imagen. Si el adolescente no supera su fase de egocentrismo (creer que es el centro), donde todo gira en torno a él o ella, o si no logra un manejo adecuado de su cuerpo y amarse a sí mismo(a) (autoestima), sus relaciones con los demás se verán afectadas, incluyendo en un futuro las de pareja.
En términos generales, es de vital importancia que conozca en profundidad a su hijo o hija. Como guía, puede basarse en las características mencionadas a continuación:
La adaptabilidad. Aceptar cambios o transiciones de estilos de vida o de experiencias y actividades.
La calidad del temperamento. Si es una persona jovial y divertida, o poco amistosa y callada.
Ritmo en la actividad. Cómo y cuánto la persona se mueve, si es muy inquieta o poco activa.
Capacidad de variación. Si cambia repentinamente de estado de ánimo o de conducta, según las circunstancias.
Capacidad de atención. Si logra mantenerse atento(a) a un estímulo por corto o largo rato.
Intensidad. Cómo son las manifestaciones de sus emociones, si llora mucho, ríe fuerte, es decir, la fuerza de su temperamento.
Ritmo o regularidad. Si es ordenado(a) y constante en sus hábitos, como comer, dormir, estudiar, etc.
Acercamiento y distancia. Cómo se comporta con los/las demás, si comparte afablemente con ellos y ellas o los/las rechaza.
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