Casarse por la Iglesia o no, ¿cuál es la diferencia?
Por: Jorge Luis Zarazúa
Desde hace muchos años, muchas personas en la misión me han preguntado "¿Qué diferencia hay entre una pareja que es casada por la Iglesia y una que no lo es? A veces nosotros, que no tenemos el sacramento, vivimos mejor que aquellos que están casados por la Iglesia". ¿Qué decir al respecto?
El vínculo conyugal
Esto manifiesta la unión matrimonial entre un hombre y una mujer que unen sus vidas en una misma naturaleza, pero bendecida por Dios. En el sacramento, los contrayentes unen su vida, entre un “tú” y “yo” en un “nosotros” es decir, una unidad de dos. He aquí donde se pone de manifiesto al decir “una sola carne” del que habla el Génesis. “De manera que ya no son dos sino una sola carne”.
También la unión legal de estas dos personas manifiesta el amor esponsal que tiene Cristo con su Iglesia. La alianza definitiva realizada por Cristo con la Iglesia, es signo también de la insolubilidad del matrimonio. Sólo puede desaparecer por la muerte física de uno de los dos, por el contrario no se puede disolver. Incluso se habla de una consagración, dedicarse, entregarse total de la persona tanto del hombre como de la mujer. En consentimiento y en sentido físico.
La relación entre los esposos, tiene su fundamento en Cristo, que está con su Iglesia. "El matrimonio como sacramento, es una alianza de personas en el amor. Y el amor puede ser profundizado y custodiado solamente por el amor, de aquel Amor que es" [1]. Incluso se habla del matrimonio como memorial del sacramento de la gracia y actualización, porque se obra en el presente, el uno hacia el otro y juntos en los hijos. También se considera como profecía, son ejemplo del futuro en la fe cristiana y de la Iglesia en las bodas del Cordero, descritas en el libro del Apocalipsis.
El sentido trascendente del amor conyugal
Aunque el amor se da entre un hombre y una mujer, son personas distintas sexualmente, pero complementarias. Su alianza los hace participar en el misterio del Amor de Dios mismo. Participan cualificadamente y específicamente, por eso en su declaración del consentimiento, Dios los bendice en el sacramento, desde ahí son asumidos por el amor divino y tienen pertenencia en las cosas sagradas, como por ejemplo los sacramentos, tienen derecho a la santidad que sólo Dios puede otorgar. Dios los fortalece tanto en la maternidad como en la paternidad[2].
Siguiendo en la misma dinámica de los efectos del sacramento, el Magisterio considera que el efecto que da el sacramento en la vida de los esposos es de carácter ontológico, es decir una re-creación y elevación sobrenatural en el sentido de su matrimonio. Aparte de la relación humana que se da, se eleva a la categoría de la relación de Cristo con su Iglesia.
El amor verdadero y conyugal, es aquello que toma en cuenta toda la integridad de la persona, desde el reclamo o inclinación del cuerpo, el instinto, la afectividad, el sentimiento, la aspiración del espíritu y de la voluntad, toda la capacidad humana se toma en cuenta, la donación de los dos. Si se busca sólo el deseo carnal, he ahí donde se pierde el sentido del verdadero amor conyugal. Por ser el matrimonio una verdadera vocación, por eso Jesús dijo claro.
"Él respondió: ¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y mujer y que dijo: por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre" (Mt 19,4-6).
Los mismos apóstoles sintieron duro este mensaje que pensaron «Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer no trae cuenta casarse. Pero Él les dijo: “No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido”» Mt 19,10-11.