Biblia

Un asunto de vida

Un asunto de vida

por Esly R. Carvalho

Si podemos desarrollar en nuestras vidas la disciplina de «practicar la presencia de Jesús» en cada cosa que hacemos, las otras tareas se nos hacen más fáciles y se va ordenando nuestro enredo…

¡Qué difícil resulta lidiar con lo cotidiano! A veces parece que las crisis  fueran más fáciles de superar, ya que por fuerza uno tiene que enfrentarlas y pensar en lo que va a hacer. Pero el día a día, este sí que nos cuesta. La vida está hecha de pequeños tramos, un día detrás del otro, hábitos repetidos que nos llevan de un mes a otro. Lo cotidiano es constante y presente. Todos los días hay que pensar en qué hacer. Todos los días hay que tomar decisiones. Lo que reviste mayor complejidad es organizar las prioridades y tomar conciencia de lo que es importante en medio de tantas cosas urgentes.


Prioridades


Quizás la meta número uno en la vida de una mujer sea establecer sus prioridades. Si no se hace, la tiranía de lo urgente se ocupará de nuestros días. ¿Qué es lo más importante? ¿Cómo decidir qué hacer y en qué orden? ¿Cómo calmar y aquietar nuestra vida lo suficiente para tomar las decisiones?


Aquí es donde la decisión primordial tiene que ser la búsqueda del Señor todos los días, en lo normal y cotidiano. Tenemos que consagrar cada día a él, pidiéndole que nos ayude a organizar, priorizar nuestras tareas, y sortear lo inesperado. Siempre ocurren cosas fuera de nuestro alcance que amenazan con quitarnos la paz. Si oramos por estos asuntos que aún no conocemos al iniciar nuestro día, sabremos que deben ser parte del plan de Dios y decidiremos permitir que Dios use la experiencia para desarrollar el fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas.


Mientras estamos en oración, tenemos el privilegio de llevar a Dios nuestras preocupaciones con nuestro esposo e hijos, nuestras tareas para el día, nuestro trabajo, nuestras amistades y las personas que necesitan de nuestra intercesión. Este tiempo devociónal diario es el más importante y suele ser el primero que dejamos cuando la vida nos aprieta. Lutero comentaba que cuando tenía mucho qué hacer tenía que levantarse más temprano para orar más tiempo por ello. Derek Prince decía que debemos «orar por las cosas antes que ellas ocurran» orar por lo que tenemos delante de nosotros, antes que enfrentemos las situaciones. Por ejemplo, si sabemos que nos vamos a cambiar de casa o trabajo, o que nuestro esposo o un hijo enfrenta una situación delicada, debemos orar por ello antes de que ocurra, de modo que cuando venga el evento, ya estára en manos del Señor.


Cuánto más importante es una prioridad, más protección necesita, y la prioridad de nuestro tiempo con Dios debe ser la que más cuidemos. Esa es la fuente de todo lo que tenemos que hacer diariamente.


Nuestra familia


Después del Señor, nuestro tiempo con la famlia tiene la prioridad. Primero, los cuidados para nuestro esposo, y después el cuidado de los hijos. Es muy fácil permitir que nuestro trabajo  —sea doméstico o sea profesional— acapare el tiempo de nuestra familia.


Reconocemos que muchas mujeres son jefes de hogar, y por lo tanto, tienen que resolver la cuestión financiera de sus hijos, pero si no cuidamos de nuestra familia estamos «ganando el mundo y perdiendo el alma». Susana Wesley, casada con un pastor pobre de Inglaterra en el siglo XVIII, tenía Diecinueve hijos! Y separaba una hora por semana para instruir a cada uno a solas. Dos de ellos, Juan y Carlos, vinieron a ser los fundadores del movimiento que hoy conocemos como la Iglesia Metodista. Esa mamá cuidó de sus prioridades.


La realidad


Esto puesto en la práctica, resulta ser diferente a la teoría. Salimos corriendo como locas, con un millón de tareas que tenemos que cumplir. Quizás no nos da el tiempo para una «hora» devocional. Enfrentamos tantas dificultades en el trabajo, con el jefe, con los colegas, con el mismo trabajo y lamentablemente suelen ser los hijos que más pagan el precio de nuestra ausencia y ocupaciones. En consecencia, nos sentimos culpables.


¿Qué podemos hacer? Recordemos que siempre podemos orar. Cuando estamos en medio del tránsito, mientras aguardamos por el médico en la sala de espera, mientras los niños están en clases de natación. Si no nos alcanza el tiempo para dedicar una hora al devocional, metamos un librillo de lecturas diarias en la bolsa y mientras vamos de bus, podemos leer el capítulo de hoy. Aprovechemos la hora del almuerzo para sacar diez minutos para estar quietas, solas (¡aunque sea en el baño!)


Practicando la presencia de Jesús


Cuando nos sentamos a hacer nuestra lista de tareas para el día o la semana, mientras vamos hacienda la lista, oremos por lo que estamos escribiendo. Cada tarea implica unos desafíos, unos esfuerzos que podemos ir dejando ante el altar de Dios.


El hermano Lorenzo, compañero de Francisco de Asís, decía que debíamos «practicar la presencia de Jesús». Creo que si podemos desarrollar esa disciplina, las otras cosas se nos hacen más fáciles y se va ordenando nuestro enredo. Por ejemplo, si tenemos que hacer las compras, podemos orar: «Señor, ayúdame ahora a recordar lo que tengo que comprar. Ayúdame a tener paciencia con los niños cuando me piden lo que no puedo comprar o lo que es superfluo». Si siempre traemos la presencia de Jesús a lo que estamos haciendo, poco a poco, la vida se va acomodando según las prioridades de Dios, ¡ese Dios fiel que trae orden al caos de nuestras vidas!!

La autora es una reconocida psicóloga, autora y conferencista, de nacionalidad brasileña, con larga experiencia como terapeuta en psicodrama y capacitadora en esta modalidad de consejería familiar. Ha vivido y trabajado en Brasil, Bolivia, los Estados Unidos de América y Ecuador. Es coordinadora de Exodus Latinoamérica, además de mantener su práctica privada.