Las heridas del aborto: Le reventó la cabeza, no lograba perdonarle…

Por: Catalunya Cristiana

Corría el año 1975 y A.D. ejercía como enfermera en la maternidad de un hospital público de Cataluña (España). A sus 24 años, era la alegría de aquel centro. “Era el momento de descubrir la vida y yo descubrí muchísimas -explica-. Era muy feliz ejerciendo mi profesión. En aquellos tiempos participé en unos 2.000 nacimientos”.
 
La alegría de A.D. se transformó en profunda tristeza una fría mañana del mes de enero. El director del centro le pidió que le preparara el quirófano, pero no el instrumental. Ella obedeció sin hacerse más preguntas…
 
Al rato se asomó al quirófano para ver si necesitaba algo y lo que contempló le horrorizó: “Una mujer en la mesa de partos, cubierta totalmente con tallas verdes, el médico revestido y nadie más… Vi el quirófano y el gesto del médico reventando la cabeza de un bebé, que, por lo que sé ahora, pesaría quilo y medio. Vi moverse el bracito de la criatura, los pies… y sigo viéndolo todavía con una gran angustia y dolor”.
 
Pese al shock que provocó aquella experiencia en la joven enfermera y al cambio sustancial en su estado de ánimo, A.D. tuvo bloqueados estos recuerdos. Cada vez, sin embargo, que salía el tema del aborto, entraba en crisis y no podía evitar las lágrimas y la ansiedad.
 
Como compensación, aunque esto lo ha sabido más tarde, se volcó por completo en su trabajo. Su afán era salvar bebés: "Una vida dedicada a la vida". Pero nunca volvió a ser la misma.
 
Más de 30 años después de acontecidos los hechos, durante el debate público sobre la ley del aborto del gobierno socialista, aprobada en 2010, despertó de nuevo con gran virulencia en A.D. el recuerdo, no borrado, de la experiencia vivida. “Se me desencadenó una situación psicológica insoportable”, recuerda.
 
Le dijeron que tenía todos los síntomas de un síndrome postaborto y le animaron a buscar ayuda psicológica. El médico de cabecera la derivó a una psiquiatra que no la creyó… Casi la tomó por mentirosa, aunque le ofreció medicación para calmar la ansiedad.
 
A.D. no aceptó y fue derivada a una psicóloga, también de la Seguridad Social, que le ayudó mucho, pero hasta un cierto límite: “Llegó un punto en que, para acabar la terapia, querían que cambiara la percepción y que no viera aquello como algo malo…”.
 
Precisamente, uno de los grandes dramas hoy es que los problemas de las personas que sufren las consecuencias del aborto no son reconocidos como tales y eso impide curar sus heridas.
 
Tras años de angustia solapada y pese a no haber llegado hasta el final en la terapia, el paso por la psicóloga dejó a A.D. más tranquila. Podía hablar del tema y la angustia había menguado. Quedaba, sin embargo, pendiente la sanación completa.
 
La encontró hace pocos meses en el Proyecto Raquel de Barcelona, una iniciativa de carácter diocesano que ofrece orientación y ayuda a las personas que sufren las consecuencias del aborto: “Allí empecé a tener presente a aquella mujer del quirófano, que no sé quién es y a la que nunca he culpabilizado, pues siempre la he considerado una víctima, y también al médico, al que nunca había podido perdonar…”.
 
A.D. inició un proceso de sanación personal que ha acabado dándole una paz que ni sospechaba: «Sigo llorando, pero lo hago con paz.» Tomar conciencia del perdón y la misericordia de Dios le ha ayudado a curar las heridas de una experiencia en la que no participó directamente, pero que le dejó graves secuelas.
 
“He ido mejorando poco a poco —acaba diciendo— y ahora me estoy capacitando para ayudar también a otras personas en circunstancias parecidas. Estoy aprendiendo cómo acercarme y consolar… Soy consciente del dolor, del sufrimiento, de la impotencia, de las consecuencias del aborto, porque lo he vivido. Sé lo que están pasando, pero al mismo tiempo soy un buen testimonio de que esa herida puede ser sanada”.
 
 
Fragmento de un artículo publicado en el número del 1 de marzo de 2015 del semanario Catalunya Cristiana