Por: Mark Stricherz
El Dr. Anthony Levatino fue uno de los miles de manifestantes que participaron en la Marcha por la Vida, realizada este mes en la capital norteamericana. La marcha es un evento anual que los defensores del derecho a la vida organizan en la misma fecha en que Estados Unidos aprobó su ley del aborto, hace más de cuarenta años. Es una protesta y una invitación a la reflexión sobre la vida de los no nacidos.
Al mirar hacia atrás, en medio de la multitud y bajo la luz brillante del sol, el doctor Levatino sentía la solidaridad a su alrededor. “Ellos no juzgaban a nadie”, comenta, cuya vida sufrió un giro de 180 grados: él fue médico abortista, hoy, es ginecólogo provida.
Levatino se dice en paz con la transformación que vivió. De pie sobre un podium improvisado después de la Marcha por la Vida, él se sentía bien con sus colegas provida, especialmente con aquellos que, antiguamente, también defendían el “derecho a elegir”, metáfora políticamente correcta usada en Estados Unidos para expresar el supuesto derecho femenino a eliminar un ser humano en su fase inicial de desarrollo.
Una mujer se presentó ante la multitud y habló del “tormento aprisionador” que vivió tras someterse a tres abortos.
Levatino, solidario, le dijo: “Buen testimonio, Tammy”. Otra mujer, que también había abortado, contó su historia conmovedora y concluyó el testimonio con un padrenuestro.
Levatino cerró los ojos y rezó junto a toda la multitud. Y cada vez que los demás oradores se dirigían al público, el médico extendía un cartel que decía: “Yo me arrepiento de haber realizado abortos”.
Levatino ya había participado en la Marcha por la Vida en ediciones anteriores, pero aún no había subido al podium para hablar a la multitud. “Esta experiencia es muy diferente para mí. Es una experiencia de curación personal”, declaró minutos después de bajar del podium. Ahí arriba, se había acordado de su pasado y, tal vez, había pensado en su futuro. Treinta o cuarenta metros frente a él se encontraban manifestantes asegurando un gran cartel con la imagen del fallecido médico Bernard Nathanson.
Al final de la década de 1960 hasta el final de los años 1970, el Dr. Nathanson realizó y supervisó más de 75.000 abortos. Él mismo relató que su mente y corazón cambiaron después de ver en fetoscopia y ultrasonido, las imágenes de un bebé aún no nacido. Al final de los años 70, Bernard Nathanson escribió el best-seller “Aborting America”, sobre su tardía transformación de mente y corazón. Al inicio de los años 80, narró el documental “The Silent Scream” (“El grito silencioso”), un filme antiabortista de 28 minutos, controvertido y seminal, lanzado en 1985.
Aunque menos dramática, la historia de Levantino es semejante a la de Bernard Nathanson. Levatino calcula que, entre 1981 y 1985, realizó alrededor de 1.200 abortos. Pero su actitud frente a la vida fue cambiando. Él y su esposa no consiguieron tener hijos biológicos. Además de eso, su hija adoptiva, Heather, murió en un accidente de coche en 1985.
Hoy, al trabajar como ginecólogo en Nuevo México, Levatino es un activo miembro del movimiento en defensa de la vida.
Él participó en una película provida lanzada en 2011, “The Gift of Life” (“El don de la vida”), y forma parte del consejo médico de asesores de Priests for Life (Sacerdotes por la Vida), cuyos líderes lo invitaron a hablar de sus campañas “Silent No More” (“No callaremos más”) y “Shockwaves” (“Olas de choque”), en la Marcha por la Vida de este año.
Nathanson y Levatino no son los únicos médicos que dejaron de hacer abortos. En 2008, los así llamados “proveedores del aborto” en Estados Unidos ya eran alrededor de 40% menos que en 1982, año en que el número de médicos que realizaban el procedimiento había llegado a la cima. Los datos son del Instituto Guttmacher, organización de investigación que apoya el aborto (recordando que, en el estado de California, los enfermeros también pueden realizar abortos).