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Enseñanza que Motiva

Enseñanza que Motiva

por Howard Hendricks

El buen maestro debe sumar al buen contenido, a la diligente preparación y a la metodología dinámica dentro del aula un ingrediente indispensable: Lograr que sus alumnos sientan entusiasmo por los temas que comparte con ellos.

 En varias conferencias en que he estado uno que otro pastor se me ha acercado y me ha confesado: «Profe, usted cambió el rumbo de mi vida».
«¡Fantástico!» respondí «¿Cómo ocurrió eso?»
«Hace muchos años usted afirmó algo, en una clase, que me abrió los ojos para considerar el ministerio desde una perspectiva enteramente distinta».
Nunca deja de asombrarme cuánto poder encierra la verdad aun expresada en una sola frase y cuán profundamente puede un profesor motivar a otros. La buena enseñanza no solamente estimula la mente, sino que despierta las emociones, activa la imaginación y moviliza la voluntad. Si yo no creyera esto de todo corazón, desesperaría, pues no me interesa solamente que mis estudiantes aprendan, sino también que cambien sus vidas.
Nunca deja de asombrarme cuánto poder encierra la verdad aun expresada en una sola frase… Por supuesto que no siempre nos topamos con enseñanzas que motivan. Yo he presenciado algunas clases que produjeron en mí un verdadero letargo mental en lugar de una revolución interior. ¿Cuál es la diferencia entre esta enseñanza y una que motiva? ¿Cómo consigue un profesor motivar a sus estudiantes?
Busque que sus estudiantes se identifiquen con usted
Mi esposa pertenece a un grupo de periodistas que invitó, en cierta ocasión, a un conocido escritor de obras de teatro para que les hiciera una presentación. Accedí con entusiasmo a acompañarla. Luego de su presentación él abrió un espacio para preguntas.
«Quisiera preguntarle» intervino alguien «¿cómo sabe usted que una obra suya es buena?»
El escritor respondió: «Cuando estoy sentado en el auditorio en la presentación de una de mis obras y, en medio de ella, me dan ganas de gritar ¡ese soy yo!. Entonces sé que he producido una buena obra».
Este hombre ha identificado uno de los principios importantes, no solamente de las buenas obras de teatro, sino de la buena enseñanza: nuestro ser interior se moviliza con aquello con lo que podemos identificarnos. Las personas quieren ver representados sus sueños, sus necesidades, sus problemas, sus desaciertos. Nada moviliza tanto a un oyente como su propia realidad, su experiencia, sus emociones, sus luchas. No están tan interesados en escuchar algo nuevo como algo que es relevante a sus propias vidas. Quieren sentir: «mi maestro me entiende».
Las personas quieren ver representados sus sueños, sus necesidades, sus problemas, sus desaciertos. Podemos proceder de varias maneras para que la gente se identifique con nosotros.
Nombre los hechos tal cual son
Evite los eufemismos, las ambigüedades y los rodeos. Son pocas las personas que se identifican con las indirectas. Hablar de lo que no es simplemente nos separa de la gente. Por otro lado, la comunicación directa y honesta es muy atractiva. Yo he obtenido muy buena respuesta en encuentros de hombres, por ejemplo, porque intento hablar directo al corazón de ellos. Los hombres responden a esta clase de comunicación. No estoy hablando de utilizar el choque, sino de la enseñanza directa. Las personas se identifican con aquello que concierne al mundo real en que viven, no con lo que pertenece a un ideal inexistente. Están menos interesadas en cómo deben ser los hechos que en la manera en que realmente son.
Presente temas en los que su audiencia se interesa
El pastor Charles Swindoll lee muchos de los libros de Erma Bombeck, que es la reina de lo cotidiano. Ella escribe acerca de la vida diaria de 99% de los habitantes del planeta. No hemos de sorprendernos, entonces, que la gente se sienta identificada con ella. Por esto, yo intento conectar mis enseñanzas con la frustración que sienten los padres con sus adolescentes, la desilusión que los profesionales sienten con sus carreras, la ansiedad de los matrimonios por las finanzas u otros aspectos reales de la vida cotidiana.
Comparta sus propias luchas
Luego de asistir a un seminario un amigo mío me comentó: «Me hubiera gustado que, aunque sea una sola vez, la profesora hubiera confesado algún pecado o compartido alguna lucha personal. Acabé pensando que ella pertenece a una dimensión de la vida diferente a la mía».
"Me hubiera gustado que, aunque sea una sola vez, la profesora hubiera confesado algún pecado o compartido alguna lucha personal…" Un profesor que se muestra súper piadoso con frecuencia desanima más a sus estudiantes de lo que pretendía motivarlos. Cuando termina su clase, la mayoría de los estudiantes sienten que nunca van a ser como esa persona. Por otro lado, encuentro que cuando yo comparto mis errores y fracasos, mis estudiantes se sienten motivados a compartir cuánto significa esto para ellos. Repentinamente sienten que queda esperanza para ellos también.
No estoy hablando, aquí, de un «strip tease» emocional, que revela intimidades inapropiadas. Más bien me refiero a permitir a los estudiantes saber que los profesores no llevan toda su vida en perfecto orden. Podemos confesarles, por ejemplo: «La verdad es que yo no conozco todas las respuestas sobre la oración, pero sí estoy comprometido con crecer en mi experiencia con ella. Estas son las verdades que Dios me está enseñando en esta etapa de la vida». Cuando procedemos así, las personas piensan: «ese soy yo. Está hablando de mi situación».
Esto no significa que no podamos compartir nuestras victorias. De otro modo no seríamos más que ciegos, guías de ciegos. No obstante, el mensaje debe ser: «Soy una persona en proceso de ser transformada. Dios me ha concedido algunas victorias, pero no siempre las he obtenido».
Construya relaciones de confianza
Cuanto más me involucro con mis estudiantes más prolongado llegará a ser el impacto que ejerza sobre sus vidas. Con seguridad algunos poseen la capacidad de escuchar algunas frases y pueden construir un ministerio con eso, pero la mayoría de las personas necesitan contacto personal y confianza en quien les enseña.
No se trata de otra ciencia que conocer a los estudiantes y dejar que lo conozcan a uno. Establecer esta clase de confianza no resulta complicado. No se trata de otra ciencia que conocer a los estudiantes y dejar que lo conozcan a uno. Aun cuando un profesor es muy diferente en personalidad e intereses, los oyentes se identificarán con él si lo perciben como un amigo. Por tanto no se encierre en una oficina. Yo procuro pasar todo el tiempo que pueda en los pasillos y las instalaciones del seminario, frecuentando los lugares donde suelen encontrarse mis estudiantes. Allí surgen las mejores conversaciones sobre la vida.
Cuando me encuentro con alguno de ellos siempre le pregunto qué es lo que está aconteciendo en su vida. En pocos minutos el estudiante empieza a plantear preguntas y yo acabo enseñando más en ese momento que dentro del aula. El resultado principal es este: por la confianza que hemos construido, ese estudiante se identifica conmigo y se sentirá más motivado dentro del aula.
Utilice el humor
En cierta ocasión, en una clase, el timbre sonó antes que terminará lo que estaba enseñando. Miré hacia el reloj de la pared y anuncié: «¡Uno de estos días voy a dispararle a ese bendito reloj!» La próxima clase, cuando ocurrió lo mismo, un estudiante se paró y le disparó al reloj con un dardo de goma. La clase irrumpió en risas y nos alegró el rato a todos.
El sentido del humor ayuda a que la gente se identifique con el profesor por varias razones. A las personas las une reírse por los mismos motivos. El humor muestra indirectamente las locuras que padecemos como humanos. Y también ubica a todos en un mismo plano.
Como la vida está repleta de situaciones cómicas, a las personas les cuesta relacionarse con alguien que siempre está serio. El humor muestra que somos reales, por lo que, aun cuando estoy abarcando un tema serio, le añado siempre una cuota de humor a mi clase.
Demuestre fe en sus estudiantes
Charles Swindoll, que fue uno de mis estudiantes en el Seminario Teológico de Dallas, una vez me confesó: «Lo que más me gustaba de usted es que creía en mí cuando yo aún no creía en mí mismo». «Lo que más me gustaba de usted es que creía en mí cuando yo aún no creía en mí mismo»Cuenta que una vez le dejé una nota en un trabajo: «Charles, si continúas de esta manera, un día llegarás a ser un gran escritor». Él siempre fue una persona disciplinada, con abundancia de entusiasmo para todo, pero por alguna razón, quizás en parte por su crianza y en parte por su personalidad, no creía en sí mismo. No fue por mi astucia que pude observar en él su potencial de alcanzar elevadas metas, pues estaba a la vista de todos. Pero sí fue importante que yo escogiera darle un voto de confianza a una persona que aún no había desarrollado su pleno potencial.
Una afirmación posee extraordinario poder para motivar a una persona a que se proyecte hacia grandes empresas. En lo personal, siete principios me han ayudado a impactar la vida de otros por medio de la afirmación
Limítese a los hechos
Cuando afirmamos a otros no podemos emplear adulaciones. Eso fracasa todas las veces. Cuando indiscriminadamente lisonjeamos a todo el mundo, acabamos perdiendo credibilidad. Además, al afirmar a otro intente identificar en él características puntuales. En lugar de expresarle: «me gusta la forma en que escribes», indíquele: «tus frases son compactas y puntuales».
Comience con lo positivo
Los predicadores y maestros con frecuencia se concentran en la crítica. Se muestran más molestos por lo negativo que impresionados por lo positivo. No cabe duda de que debemos señalar los aspectos negativos de un tema, pero todo en su justa medida. Por ejemplo, si una persona cometió veintisiete errores en el sermón que predicó, necesito primeramente hablar de los dos aspectos muy buenos que observé en él. Una vez que yo he afirmado el valor de esos dos elementos buenos que posee, puedo preguntarle si le gustaría saber de otras formas en que puede mejorar. La mayoría de las personas me aseguran que sí, porque se sienten valorados por los primeros comentarios que he compartido con ellos.
Sea reiterativo
Un conocido entrenador de football americano me compartió que él le repetía muchas veces a sus jugadores su fe en el potencial que ellos poseían. Al preguntarle por qué, me respondió: «He descubierto que necesitan escucharlo muchas veces, porque el efecto de estas palabras comienza a verse solamente luego de un tiempo».
Usted no puede quebrar, en un solo día, los pensamientos negativos que posee un estudiante, ni puede cambiar su perspectiva con una sola afirmación. Durante años ellos se han orientado por miles de pensamientos negativos, uno atrás del otro. Ya han llegado a ser tan parte de ellos que sus fracasos solamente servirán para afianzarlos, tal cual ocurre también en nuestras vidas. Aun cuando hayamos comenzado a afirmar a nuestros estudiantes, experimentarán nuevos reveces. Por esto, la afirmación reiterada puede ayudar a contrarrestar el efecto.
Anímelos a que establezcan sus propias metas
Una vez que un estudiante ya ha comenzado a crecer, yo intento motivarlo a que me supere. No poseo la capacidad de hacer todo bien, pero sí puedo motivar a otros a que logren su potencial en Cristo Jesús. Para eso, como proceden las águilas con sus polluelos, debo «echarlas del nido» y buscar no solamente que vuelen, sino que ¡remonten las alturas!
Un día, después de una clase, un estudiante me preguntó si podía darle un desafío mayor. Le aseguré que su petición no representaba ningún problema para mí, y llamé a un amigo que trabaja en un centro de detención para delincuentes juveniles. «Uno de mis estudiante necesita más educación» le anuncié. «Ningún problema», me afirmó. «Lo estaré esperando».
Cuando llegó al centro lo ubicaron en una celda con un hombre que ya había estado bajo arresto en otras ocasiones. «Eh, ¿cuál es tu historia?» le preguntó el delincuente en forma socarrona. «Todos los días mandan a alguien aquí y cada uno cuenta una historia diferente. La tuya, ¿cuál es?».
Cuando ese estudiante regresó, me confesó: «¡Eso resultó duro! Necesito ayuda para comunicarme con personas como aquel delincuente. ¿Podría darme algún material que me pueda ayudar?» De modo que nos sentamos y elaboramos un programa de lectura para ayudarlo a alcanzar nuevas metas en su vida.
Afirme en público
Cierto día, durante el servicio en la iglesia, el pastor pidió a una mujer que subiera a la plataforma. «Quisiera compartirles» anunció a la congregación «que María lleva siete años trabajando con adolescentes. La semana pasada tres de las chicas entregaron su vida a Cristo». La congregación irrumpió en aplausos y festejos. Esto no solo animó el corazón de la maestra. Tengo certeza de que muchos de los presentes se preguntaron: «¿Cómo puedo involucrarme en un ministerio como el de ella?»
Celebre los descubrimientos de sus estudiantes
Mostramos nuestra confianza en los estudiantes cuando les tratamos con respeto. Mostramos nuestra confianza en los estudiantes cuando les tratamos con respeto. Para la persona que enseña, esta confianza significa tomar con seriedad los descubrimientos y las propuestas de ellos. Si hablamos con entusiasmo de lo que sabemos, pero reaccionamos con indiferencia ante lo que comparten los estudiantes, les haremos sentir que son unos ignorantes. Con esa actitud provocamos que pierdan la confianza en estudiar por sí mismos la Palabra y encarar nuevos proyectos.
Yo trato a mis estudiantes como si fueran asombrosamente inteligentes. Me entusiasmo más por los descubrimientos de ellos que por los míos. Anoto numerosas observaciones en sus trabajos y busco la forma de animar a la clase a que lean los escritos de sus compañeros. Aunque enseño desde hace treinta años, sigo mostrando mucho entusiasmo por sus descubrimientos, tanto como si fueran míos. ¡Y esto no es fingido! Sinceramente me apasiona ver que mis estudiantes están aprendiendo.
Resalte potencial
Si yo me enterara que en mi interior gozo de algunas reservas de petróleo, que aún no han sido aprovechadas, lo más probable es que comenzaría a ¡construir de inmediato algunos pozos! Cuando yo reconozco el potencial de uno de mis estudiantes le estoy ayudando a pensar: «Puede ser que hoy no sea todo lo eficaz que yo quisiera ser como padre, pero algún día alcanzaré la plenitud de mi potencial». O quizás a que sueñe: «Actualmente no soy tan buen consejero, pero un día de estos llegaré a ser uno sobresaliente».
Durante mis años como estudiante en Wheaton, el profesor que más me motivó fue Merrill Tenney. La razón por la que despertaba en mí tal pasión era que él creía en mí y me lo hacía saber. En una ocasión me abrazó y me aseguró: «Howie, creo que el Señor ha preparado para vos un gran futuro, y quisiera que sepas que cuentas con 100% de mi apoyo». Yo era apenas un estudiante inexperto, y este gran profesor de Nuevo Testamento me estaba dando su voto de confianza. Él veía mi potencial y eso me motivó a extenderme hacia metas superiores.
Desarrolle las capacidades de las personas
En una encuesta realizada en el Seminario Teológico de Dallas y otros seminarios descubrimos que el problema principal que los estudiantes han identificado en ellos es la falta de confianza. Se sienten limitados, paralizados y desanimados por la falta de confianza. No obstante, muchos de ellos son personas de alto calibre que han recibido excelente capacitación en las mejores escuelas.
Por esto es tan importante que los estudiantes experimenten genuinos desafíos en su vida, pues estos propiciarán transformaciones dramáticas en ellos. Yo opino que son producto de nuestra cultura. La confianza no surge de una vida cómoda, sino de la capacidad de sobreponerse a la adversidad. La mayoría de nuestros estudiantes han llevado una vida sin complicaciones; no se han visto en la necesidad de enfrentar una importante crisis financiera o una severa aflicción personal. Pocos han pasado por una profunda prueba que haya colocado al límite sus recursos y los haya obligado a depender absolutamente de Dios.
Uno se siente motivado cuando sabe que «todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece». Pablo escribió esas palabras a la iglesia en Filipos luego de haberles descrito las circunstancias adversas que había conseguido superar con la ayuda de Dios. Pablo había probado en carne propia que Dios podía trabajar en él. Por esto es tan importante que los estudiantes experimenten genuinos desafíos en su vida, pues estos propiciarán transformaciones dramáticas en ellos.
La enseñanza que motiva, por lo tanto, siempre estará más interesada en el «cómo» que en el «debería». Saber lo que deben llevar a cabo sin conocer cómo debería lograrlo acaba desmoralizando a la gente, porque provocará cada vez más un sentimiento de fracaso. Es como mostrar a novatos de football un partido de un campeonato mundial y exhortarlos: «¡ustedes deberían jugar de esa manera!». La distancia que los separa de lo que son a lo que deberían ser resulta tan extensa que les es imposible identificar los pasos que se deben tomar para llegar a esa meta. Cuando nos concentramos en las habilidades y las capacidades de una persona, le estamos mostrando el camino.
Por ejemplo, la mayoría de las personas no leen la Palabra porque no saben cómo hacerlo. Les gustaría saber, de primera mano, lo que Dios quiere decirles, pero toman por sentado que la Biblia es para profesionales, pastores y maestros. Personas como un carpintero, un vendedor o un camionero, si no se les enseña el cómo, sentirán que la lectura diaria de las Escrituras es un privilegio inalcanzable, y se sentirán culpables por no leerla. Lo que les falta son herramientas para estudiar la Palabra, no capacidad para leerla y entenderla.
Abarque las necesidades de la gente
Lo que motiva a un maestro a enseñar y a un estudiante a aprender son dos asuntos muy diferentes. A los maestros muchas veces los motiva el conocimiento y la experiencia de la enseñanza, la posibilidad de comunicar a otros verdades que ven como importantes para la vida. Los estudiantes, en cambio, generalmente son movidos por sus necesidades, y por este filtro ven el mundo que los rodea. El resultado es que muchos maestros responden a preguntas que los estudiantes no se están planteando.
Cuando un maestro habla a las necesidades de un estudiante, sin embargo, nunca le faltarán estudiantes con apetito por aprender. Cuanto más intensa sea la necesidad de las personas, más vigorosos resultarán sus deseos de estudiar. Una pareja, cuyo matrimonio se esté desmoronando, prestará más atención a un sermón sobre la armonía en el hogar, pero no estarán muy interesados en una prédica sobre «La soberanía de Dios y la libertad del ser humano».
Las necesidades percibidas por las personas de una vida más ordenada, una familia más satisfecha, un empleo consolidado son apenas los síntomas de una necesidad más profunda, de seguridad, compañerismo y significado en la vida. La Biblia se especializa en estas necesidades, y el buen maestro sabe cómo ligar estas necesidades básicas con las necesidades percibidas. Por ejemplo, un hombre puede verse paralizado por el temor a perder su trabajo y demanda muestras de seguridad que calmen su ansiedad, pero su verdadera necesidad es confiar en el Dios que nunca lo abandonará. Si logro demostrarle con claridad que al conocer más íntimamente al Señor conseguirá calmar sus ansiedades, obtendrá un mayor grado de confianza, aun en el caso de que llegara a perder su empleo.
Muchos maestros son muy buenos para hablar, pero… no saben escuchar. Yo animo a pastores a que inviten a alguien para tomar un café, que le hagan preguntas, y que guarden silencio mientras la persona habla. «¿Qué está pasando en tu vida? ¿Qué asuntos te roban el sueño? ¿Qué desafíos estás enfrentando? ¿En qué área experimentas tus luchas más intensas?»
Los laicos muchas veces sienten que los pastores descienden del cielo el domingo por la mañana y vuelven a ascender el domingo por la noche, pues en realidad toda su apariencia es como si no vivieran en este planeta. Cuando usted predica sobre temas que han surgido en las conversaciones que ha sostenido con su propia gente, su audiencia sentirá que usted ha estado hurgando sus cartas.
Aun algo tan abstracto como la enseñanza de doctrinas puede ser enfocada desde las necesidades de la gente. La mayoría, en estos tiempos, muestra poco interés en la teología. Aunque no lo sepan, sin embargo, es un asunto vital para todos. Cuando un hombre acaba de perder a su esposa, por ejemplo, el asunto de la soberanía de Dios se torna candente.
Por esto, yo utilizo casos puntuales de la vida real para referirme a diferentes aspectos teológicos cuando enseño esta materia. En mi opinión, la teología no está relacionada con un conjunto de verdades abstractas, sino con las respuestas de la Biblia a los problemas más complejos del ser humano. Cuando logro convencer a las personas de que en la Biblia encontrarán verdades que cambiarán su vida, que las convertirán en mejores personas, contestará su más complejas preguntas, y guiará todas sus decisiones, se sienten motivadas a estudiarla.
Por último, existe un elemento adicional. John Stott, en cierta oportunidad, me dijo: «Yo he descubierto que no resulta difícil ser bíblico si uno no está interesado en ser actual. Y no resulta nada difícil ser actual si a uno no le importa ser bíblico. Ser bíblico y actual es lo que el arte de la enseñanza cristiana encierra ».
Y esa es, también, la clave para motivar a otros a aprender. 

Adaptado del libro Mastering Teaching, 1991. © Christianity Today. Se usa con permiso. ©Apuntes Pastorales XXV-4. Los derechos de la adaptación y la traducción del inglés al español pertenecen a DesarrolloCristiano.com, © Copyright 2008-2009.