Biblia

Vivir en el «nosotros»

Vivir en el «nosotros»

por Keila Ochoa Harris

Mi reto es claro: quiero vivir para el «nosotros». Quizá por eso, aquel domingo, me llegaron más al corazón los cantos y alabanzas en plural que en singular.

Debo confesar cómo nació este artículo. Me encontraba en una tienda de libros buscando alguno de los títulos escritos por mí. Encontré a otros autores de mi casa editorial, pero ¡ninguno mío! Ahora viene la aceptación de mi pecado: sentí envidia, me molesté, algo en mis entrañas ardió. ¿Por qué no se vendían mis libros tanto como los de ese reconocido autor cuya portada lucía tan atractiva? ¡La Iglesia! ¡Un conjunto de personas del que yo soy solo una pequeña parte! La Iglesia es un cuerpo. Al día siguiente acudí a la iglesia. Leímos Hebreos 12, pero mis ojos saltaron a unos versículos anteriores, y mi corazón se paralizó. Comentaba el autor bíblico: «Debido a su fe, todas esas personas gozaron de una buena reputación, aunque ninguno recibió todo lo que Dios le había prometido. Pues Dios tenía preparado algo mejor para nosotros, de modo que ellos no llegaran a la perfección sin nosotros», (He 11.39–40 – Nueva Traducción Viviente, Tyndale).
No sé exactamente en qué momento el pensamiento entró en mi conciencia, pero de repente, como si un trueno interrumpiera la reunión, lo supe: «se trata de un “nosotros”, no de un “yo”». ¿El problema? He sido programada para pensar en el «yo». Vivo de una manera egoísta, viendo por mí misma y anhelando mi propia superación.
Pero la Biblia habla de todo lo contrario. Habla de un «nosotros». Así como en el Antiguo Testamento se refiere al pueblo de Israel, en el Nuevo Testamento se dirige a la Iglesia. ¡La Iglesia! ¡Un conjunto de personas del que yo soy solo una pequeña parte! La Iglesia es un cuerpo, yo solo un dedo meñique (quizá); la Iglesia es un edificio, yo solo un tabique; la Iglesia es una familia, yo solo un miembro; la Iglesia es un rebaño, yo solo una oveja.
¡No se trata de mí, sino de un «nosotros»! ¡Y eso me pareció grandioso! Ese «nosotros» abarca todos los tiempos e incluye a esos héroes de la fe que nos han precedido, como Abel, Abraham, Moisés y Jefté, los que no recibieron «todo» lo que Dios les prometió, porque así aguardan a que nosotros nos unamos a la perfección de su gozo en la eternidad. En el «nosotros», no puedo excluir a los padres de la Iglesia y a los cristianos durante el Imperio Romano. Tampoco se limita a una denominación, sino que abarca a Martín Lutero y a Calvino, a Darby y a Bonhoeffer.
¡Nosotros! Formo parte de un grupo privilegiado, uno que es amado por Dios y cuidado por él. Uno al que se le ofrece una buena reputación, mientras se viva por fe. Uno al que se le ofrece la aceptación gustosa de ver lo prometido aunque sea de lejos. Uno al que se le ofrece compañerismo, pues todos los que pertenecemos al «nosotros», tarde o temprano coincidimos en que somos extranjeros y nómadas en este mundo. Tristemente el egoísmo a veces nubla mi visión y olvido que soy parte del «nosotros». No me identifico con el «nosotros» que sufre por su fe; me da envidia lo que el «nosotros» logra cuando una Iglesia crece o un autor, que plasma su fe, vende millones de ejemplares.
Entonces se me ocurren algunas ideas sobre qué hacer para vivir más en el «nosotros».
Ser parte de una iglesia local. Allí puedo experimentar en forma práctica este «nosotros». Aclaro que esto no implica que todo será perfecto. Al contrario, en una iglesia local conviven personalidades distintas y de antecedentes opuestos, pero el objetivo común nos convierte en equipo, y a final de cuentas, solo hay un Capitán.
Tener amigos creyentes en otras regiones. La Internet es una gran herramienta para encontrar blogs y puntos de vista de hermanos en la fe que viven situaciones diferentes a las mías. Puedo aprender de ellos y abrir el panorama, recordando que ellos también son «nosotros».
Orar por otros países. Quizá no lograré comunicarme —ni siquiera por Internet— con personas que no comparten mi escritura e idioma, pero puedo orar por ellos. Al llevar sus países al trono de gracia sentiré el «nosotros».
Buscar noticias mundiales de la cristiandad. Estar bien enterada de qué sucede en otras partes del mundo, me hará más eficaz en la oración intercesora. No leeré las noticias como cualquier lector, sino como quien está revisando la carta de un familiar que habita en otro país. ¿No estará la industria cristiana propiciando el «yo» más que el «nosotros” a través de títulos y canciones centradas en uno mismo? Leer a los escritores de antaño. Cuando ando triste, me consuela el «nosotros». Veo reflejada mi angustia en los Salmos, o aprecio las luchas de Lutero, o comparto las conclusiones de C. S. Lewis. Todo esto cimienta más el «nosotros».
Finalmente, Jesús oró por el «nosotros». Así que, ¿quién soy yo para enfadarme porque el «nosotros» está publicando libros que se venden en librerías seculares? ¿No debería alegrarme con ellos pues el éxito de ellos es en realidad de «nosotros»?
Mi reto es claro: quiero vivir para el «nosotros». Quizá por eso, aquel domingo, me llegaron más al corazón los cantos y alabanzas en plural que en singular. Solo lanzo como una pregunta al aire mi inquietud: ¿No estará la industria cristiana propiciando el «yo» más que el «nosotros” a través de títulos y canciones centradas en uno mismo?
Peor aún, ¿no habrá muchos que peligrosamente creen ser parte del «nosotros» y no lo son? Aquellos que se van, aquellos que crean nuevos cultos, aquellos que no cambian. Yo misma me planteé la pregunta y concluí que el «nosotros» está formado por aquellos que creemos en Jesús como Dios y Salvador, que nos sometemos a su voluntad y que —aún de manera imperfecta— nos amamos unos a otros.
Así es, amo a mis colegas escritores, donde quiera que estén. Y me gozo por cada libro publicado que ensalza el nombre de Cristo, pues se trata de «nosotros», no de mí.

La autora es escritora y maestra. Su nueva novela, Donají, por Grupo Nelson, trata de una historia de amor en Oaxaca, México. Disfruta leer, escribir y escuchar historias. http:/www.retratosdefamilia.blogspot.com. Todos los derechos reservados por la autora y Desarrollo Cristiano Internacional, ©2010. Publicado en Apuntes Pastorales XXVII-4, edición de marzo-abril de 2010.