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La crisis de la fe en la adolescencia (Segunda Parte)

La crisis de la fe en la adolescencia (Segunda Parte)

por Félix Ortiz

Entender el proceso de desarrollo de la fe en los niños y los adolescentes puede servirnos de gran ayuda para entenderlos, ministrarlos y guiarlos hacia el conocimiento de Jesús como su Señor y Salvador personal.

En los artículos de este tema se revisa la evolución de la fe en las diferentes edades. En las dos primeras partes se enfatiza el desarrollo de la misma. En la tercera se procura, también, ver qué implicaciones prácticas pueden derivarse para nuestro ministerio con este grupo de edad. En este segundo artículo estudiamos cómo se desarrolla la fe según Westerhoff.
La fe se desarrolla en anillos
Este autor usa la analogía de los anillos de crecimiento de los árboles para describir el desarrollo de la fe:
Observa que cada anillo permanece aunque se desarrollen otros a su alrededor. Además define la fe como una acción que incluye pensar (intelecto), sentir (emociones) y querer (voluntad). Recordemos los conocimientos, convicciones y conducta. Para él las relaciones interpersonales son fundamentales en el desarrollo de la fe, porque esta se sustenta, transmite y expande por medio de nuestra interacción con otras personas creyentes en el contexto de una comunidad de fe.
La fe se desarrolla en cuatro etapas
La fe experimentada (infancia)
Esta es la fe fundacional, la que provee las bases para el futuro desarrollo de la fe. En esta etapa, la criatura experimenta, explora, prueba y reacciona a la fe. En primera instancia, no elabora su fe, sino que copia la de otros (especialmente la de los padres), de manera que por la observación e interacción el infante empieza a desarrollar su propia fe.Es posible que los jóvenes decidan experimentar con otras religiones, creencias o formas de expresar la fe, y también que sientan la necesidad de comprometerse con una o varias causas. La fe de afiliación (adolescencia temprana)
En esta etapa la fe se caracteriza por un fuerte sentimiento de pertenencia a un grupo. Posee, asimismo, un fuerte aspecto afectivo.
Por su tendencia a medir la fortaleza de la fe de los adolescentes por su grado de compromiso en actividades y eventos, el liderazgo de la iglesia y los padres se sienten tranquilos con los jóvenes que están en el nivel de afiliación. Así que los padres se sienten satisfechos al ver a sus hijos funcionando apropiadamente y bien integrados en el grupo de jóvenes de la iglesia. Esto es lo que desea la mayoría de los adultos para sus adolescentes. Sin embargo, puede estorbar el proceso de construcción de una fe personal. Expresado de otro modo: si la fe está excesivamente vinculada al grupo, puede resultar más resistente el proceso de desarrollar una fe personal.
La fe de la búsqueda (adolescencia tardía)
Es la época en que los jóvenes se cuestionan lo que vienen creyendo. Este nivel de fe permite e invita a la duda, las preguntas, los cuestionamientos y los juicios críticos. Es posible que los jóvenes decidan experimentar con otras religiones, creencias o formas de expresar la fe, y también que sientan la necesidad de comprometerse con una o varias causas.
Los adultos bien pueden interpretar esta búsqueda como amenazadora, y por eso reaccionan con inquietud y preocupación ante esta nueva actitud del adolescente.
Entonces creen que no están prestando suficiente atención a sus hijos o que alguien los está descarriando. En realidad, a los padres les resulta cómodo ver y buscar influencias negativas para fundamentar el «desvío» de sus hijos, sin importar que estas sean reales o ficticias. Por otro lado, la iglesia cuestiona la competencia y el trabajo de su liderazgo juvenil. Pero, aún así, estén o no conscientes los adultos, los jóvenes libran, en lo más íntimo de su ser, batallas continuas para encontrar respuestas a sus dudas e inquietudes.
La prioridad para los líderes y los adultos más cercanos a estos jóvenes es, entonces, capacitarse y desarrollar sabiduría para proveerles un ambiente saludable y abierto en el que expongan sus dudas e inquietudes sin sentirse intimidados ni juzgados.
No significa esto que los líderes estimulen a los adolescentes a dudar, sino que deben ser muy cautelosos con las formas en que responden a sus cuestionamientos.
En muchos casos, cuando el adulto expresa miedo o se escandaliza ante las dudas de los adolescentes, estos últimos piensan que su fe no es fiable ni consistente y, en consecuencia, su angustia natural aumenta. Otros puede decidir reprimir sus dudas y, al no verbalizarlas, nos privan, por tanto, del conocimiento de las mismas, así que de esta manera los adulto se vuelven más incompetentes para ofrecerles la ayuda que necesitan.
De manera que los padres y líderes deben recordarse a sí mismos que estas dudas no exceden en nada la capacidad de Dios de conducir a los adolescentes hacia Él usando esas mismas dudas. Por lo tanto deben permitir a los jóvenes y adolescentes expresar sus cuestionamientos en un clima de aceptación y libertad.Las relaciones son para ellos más importantes que las instituciones y que las primeras ejercen más influencia que las segundas. Asimismo, el adulto es responsable de proveer respuestas coherentes y honestas a las dudas e inquietudes de los jóvenes.
La fe propia
La persona entra a esta etapa cuando alcanza a sentirse en paz con su fe y quiere ser identificada por ella. El individuo se siente orgulloso de lo que cree y no teme ni guarda reservas en cuanto a ser caracterizado públicamente por esa fe. Por eso la persona se encuentra en la condición óptima para testificar acerca de sus creencias.
Esta fe se caracteriza por: Una firme y consistente relación personal con Dios, la cual construyendo la propia fe del individuo, quien crece y madura. Por eso el crecimiento se va dando de forma continuada, el cual puede visualizarse en la transformación de la vida del sujeto.
Los jóvenes entran a este estadio cuando el conocimiento que poseen logra influenciar su vida cotidiana. Por eso resulta tan importante la presencia de las dudas en su vida e, incluso, que cuestionen su fe, para que puedan construir, a partir de sus creencias primarias, una fe personal y propia.
Westerhoff afirma que las experiencias de relaciones no formales, en lugar de la instrucción (experiencias de enseñanza formales), es el mejor camino para nutrir la fe de los adolescentes. Esto significa que las relaciones son para ellos más importantes que las instituciones y que las primeras ejercen más influencia que las segundas.
Proximamente, no se pierda la tercera parte de esta serie: «Implicaciones para el ministerio con los adolescentes».
LEA TAMBIÉN:
– La crisis de fe en la adolescencia, PARTE I

El autor trabaja juntamente con su esposa Sara en Ágape/Atletas en Acción (ministerios de Campus Crusade for Christ Int.) desde hace más de quince años, y también es director asociado para España del ministerio de Josh McDowell. Sacó una licenciatura en Historia en la Universidad de Zaragoza y posee un Máster en Educación Cristiana del Southwestern Baptist Theological Seminary en Fort Worth, Texas, USA. Editado por Desarrollo Cristiano Internacional, marzo de ©2010.