Biblia

Juan 17,1-11a – Esta es la Vida eterna

Juan 17,1-11a – Esta es la Vida eterna

Texto del evangelio Jn 17,1-11a – Esta es la Vida eterna

01. Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: «Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti,
02. ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado.
03. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.
04. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste.
05. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.
06. Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra.
07. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti,
08. porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
09. Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos.
10. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado.
11. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros

Reflexión: Jn 17,1-11a

¿Puede haber algo que nos llame más la atención, algo que jale más nuestra vista que la definición que da Jesucristo de la “Vida eterna”? Imposible evitar escudriñar estas palabras. ¿Qué esconde en ellas el Señor? ¿Qué mensaje tienen? ¿Qué implicancias tienen? ¿Qué consecuencias? La clave está en “conocer”. Pero la dificultad surge cuando reparamos en que el objeto de nuestro conocimiento para alcanzar la Vida Eterna, es decir la meta más preciada, es nada menos que conocer a Dios Padre y Su Hijo Jesucristo. ¿Cómo podemos conocerles? Y, ¿qué quiere decir conocerles? Porque eso es lo que sin duda tenemos que hacer. El misterio está revelado. Desentrañemos lo que Jesucristo nos quiere dar a entender con “conocer”. ¿Nos estamos metiendo en honduras? No creemos, porque si fuera imposible, no tendría ninguna gracia y ya no cabría hablar de amor. Porque si el Dios Misericordioso y amoroso sin límites nos manda una tarea imposible, ¿de qué amor y misericordia estaríamos hablando? Conocerles ha de ser algo que definitivamente han puesto en nuestras manos. ¿Cómo alcanzarlo? Por los Evangelios, que contienen la Palabra de Dios escrita por hombres inspirados por el Espíritu Santo. Si esto es cierto, tenemos que leer y reflexionar los Evangelios. Solo entonces conoceremos a Jesucristo y a quien lo ha enviado. Si en eso consiste la Vida Eterna, nuestra principal tarea ha de ser leer y reflexionar los Evangelios, en búsqueda del conocimiento que nos llevará a la Vida Eterna. Esta ha de ser nuestra principal ocupación. De aquí se desprende la importancia gravitante que han de tener los Evangelios para nosotros. No podemos pasarlos por alto. No puede haber cristiano que solo los conozca por el lomo o por el forro. No bastan las clases de religión, ni las lecturas dominicales. Claro que eso es mejor que nada, pero no podemos abordar de este modo la tarea más trascendente e importante de nuestras vidas. Así, no llegaremos a nada. Seremos como los escolares aquellos que llegan a fin de año sin haber abierto los libros y sin haber leído nada. ¿Qué futuro les espera? Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.

¿Alguno de nosotros tendría el descaro de presentarse a un foro económico o científico como ponentes, sin haber leído nada sobre estos temas? ¿No seríamos unos verdaderos caraduras si lo hiciéramos? ¿Por qué entonces pretendemos discutir sobre Dios e imponer nuestros criterios y formas de pensar al respecto, sin si quiera haber leído los evangelios? ¿Basados en qué? ¿En lo que nos han comentado? ¿En nuestras corazonadas? ¿En nuestras percepciones? ¿Por qué somos tan exigentes con algunas cosas y las de Dios queremos pasarlas por paños tibios? Nos consideramos tan “doctos” en las cosas de Dios, que estamos muy rápidamente dispuestos a conceder que se trata de un asunto personal, que depende de cada quién. ¿Se imaginan que del mismo modo, con los mismos criterios dejáramos que se manejara la economía del país, o pilotear un avión o hacerse cargo de una operación quirúrgica? O sea, vuela por donde quieras, a la altura que te apetezca y aterriza donde gustes y como gustes. O, usa el bisturí que te apetezca y opera como te parezca conveniente. ¡No puede ser así! Todo tiene pasos, normas, procedimientos, principios y fundamentos. Pues, la Vida Eterna tiene sus propios Principios y Fundamentos y estos han sido revelados por Jesucristo en los Evangelios. ¡No podemos desconocerlos! Esta es la única forma de alcanzarlos y no existe NADA que pueda sustituir, remplazar o asemejarse a la Vida Eterna. Se trata del Bien más preciado que Dios ha querido concedernos, pero, tal como aquí nos lo revela Jesucristo, la única manera de alcanzarlo es conociendo a Jesucristo y a Dios Padre, el que lo ha enviado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.

¿Por qué puede ser tan importante conocer? Porque se trata de amar; amar a quien nos ha dado todo por amor -empezando por la existencia-, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Pero nadie puede amar aquello que no conoce. De allí la importancia de conocer. Solo si conocemos amaremos. Solo entonces estaremos cumpliendo la Voluntad del Padre y transitando el Camino señalado por Jesucristo. El amor se traduce en obras. Jesucristo mismo nos dio el ejemplo del amor más grande, al dar su propia Vida por nosotros, aun cuando no le conocíamos. De este mismo modo, si le conocemos, hemos de estar dispuestos a dar nuestras vidas por Él y por nuestros hermanos. A eso nos conduce el conocerle. Por lo tanto, si somos capaces de amar a tal extremo, alcanzaremos la Vida Eterna. Necesitamos conocerle para intentarlo. Conociéndole sabremos que sólo con Su ayuda, intervención que Él nos ofrece a quienes creemos en Él, alcanzaremos la Vida Eterna. ¿Cómo podemos creer en Él? Porque le conocemos y conociéndole sabemos que nos ama y que no nos abandonará en esta Misión, que será imposible lograr sin su ayuda. Así, para conocerle y alcanzar la Vida Eterna, contamos con el apoyo del mismísimo Espíritu de Dios, es decir, del Espíritu Santo. Por lo tanto, conocerle y salvarnos, es decir, alcanzar la Vida Eterna, es obra de Dios. ¿Qué podemos hacer para alcanzarla? Orar y ponernos confiadamente en sus manos. Él nos concederá lo que le pidamos. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.

Y aquí es preciso hacer una anotación más respecto a los Evangelios, que constituyen la Palabra de Dios. El Señor es tan Sabio, que nos ha dejado su Palabra escrita, para que todos la conozcamos. ¿Por qué? Porque ella misma tiene el poder de transformarnos. La Palabra de Dios tiene el poder de cambiarnos. Esto es algo de lo que dan testimonio miles y miles de nuestros hermanos y nosotros mismos estamos en capacidad de hacerlo. Lo que quiere decir que leyéndola y meditándola asiduamente, nos irá transformando. Por ello, nuestro alimento principal ha de ser Su Palabra; antes que todo, antes que nada ha de estar lo que nos dice el Señor, porque Su Palabra es alimento para nuestras almas, que tiene el poder de transformarlas, de afinarlas, de santificarlas, de perfeccionarlas. Será ella la que nos conduzca al conocimiento de Dios a través de Jesús y con ello a la Vida Eterna, que no es otra que nuestra Salvación de la muerte, de la oscuridad, de la mentira y del pecado. ¿Quién más podía haber hecho las cosas así? Solo Dios. Por eso es que la Vida Eterna está en conocerle y conocerle es oír lo que nos dice y ponerlo en práctica. Lo oiremos en nuestro interior, es verdad, pero Su Palabra iluminará nuestros corazones y nuestro entendimiento. Hemos de prender la Lámpara de Su Palabra para conocerlo como debemos.   Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.

Oremos:

Padre Santo, te pedimos que nos ilumines y nos des perseverancia para conocer a Tú Hijo Jesús, para oírlo y para hacer lo que nos manda de modo tal que alcancemos la Vida Eterna…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

(21) vistas