Juan 16,12-15 – el Espíritu de la verdad
Texto del evangelio Jn 16,12-15 – el Espíritu de la verdad
12. Mucho tengo todavía que decirles, pero ahora no pueden con ello.
13. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y les anunciará lo que ha de venir.
14. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y se los anunciará a ustedes.
15. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y se los anunciará a ustedes.
Reflexión: Jn 16,12-15
Del mismo modo que no podemos vivir de espaldas a Dios, no podemos vivir ignorando al Espíritu Santo. Ciertamente es la tercera persona del mismo Dios Trino en el que creemos, pero no basta tan solo reconocerlo intelectualmente o dogmáticamente, pues se trata de la fuerza Divina a la que nos dejó encomendados Jesucristo, el Hijo de Dios, es decir la segunda persona. Veamos como las tres personas trabajan coordinadamente, en equipo, constituyéndose en el mejor ejemplo de comunidad que tenemos. El Ángel viene enviado por Dios Padre a anunciar a María que será Madre de Jesucristo, Su Hijo, para lo cual será cubierta por el Espíritu Santo. Luego de la predicación de Jesucristo, luego de su muerte y resurrección, nos envía al Espíritu Santo para que nos recuerde todo, para que nos fortalezca y acompañe y para que nos enseñe. De este modo, la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas es permanente, constante y cumple un papel sumamente importante en nuestra Salvación. Sin Él no marchamos a ninguna parte. Ninguna de las tareas requeridas para atender el mandato de Jesucristo podría ser realizada sin su ayuda. Así de central y fundamental es su participación. ¿Le otorgamos esta importancia en nuestras vidas? Luego de esta meditación debíamos salir persuadidos que no debíamos dar ni un solo paso en nuestras vidas si no es bajo el auspicio del Espíritu Santo, que es finalmente el Espíritu de Dios, por lo tanto el garante de nuestros pasos y nuestro defensor. No habrá nada ni nadie que pueda oponerse a nosotros si estamos con Él. De allí la necesidad de convocarlo. No se trata de un formalismo o una mera formula, sino de algo determinante, que no podemos pasar por alto, porque en ello se juega nuestro destino. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y les anunciará lo que ha de venir.
Hay algo más en lo que nos gustaría detenernos en esta reflexión y es en la Verdad, que es como la armazón, el chasis, el cuerpo del Espíritu Santo. ¡Qué importante resulta entonces caminar en la Verdad! O para decirlo en forma opuesta y negativa, ¡Qué difícil resulta tener a Dios y al Espíritu Santo cuando caminamos en la mentira! Lamentablemente nos hemos acostumbrado a mentir todo el tiempo y hasta en lo más nimio, sin percatarnos que es por ahí que entra el demonio y nos va corroyendo, con mentiras cada vez más grandes, hasta dominarnos por completo, resultándonos imposible vivir en la verdad, lo que consideramos absurdo. Vivimos en una cultura que rinde culto a la mentira. Tal vez nos resulte algo incómoda esta frase, pero si nos ponemos a pensarla, veremos que pocas cosas hay más ciertas. Los hombres nos acostumbramos a mentirles a nuestras parejas respecto a nuestros deslices, aun cuando estos solo sean inicialmente mentales. Pero poco a poco esto nos va sirviendo para montar la trama real, que cuando llega, nos encuentra ya preparados. A nadie se le ocurre delatar al otro, porque se trata de una lealtad a todo precio, que aprendemos a tenerla como si esta mentira, este ocultamiento fuera natural y propio de los hombres. Así nos lo enseñan, así lo transmitimos y así lo mantenemos. Mentimos respecto a nuestras apariencias con tintes, ropa, cirugías, lentes y toda clase de atuendos. Necesitamos aparentar -que no es otra cosa que ocultar o mentir-, respecto a una que otra cosa en nuestra biografía, destinada a protegernos o a ofrecer algo más atractivo a nuestros interlocutores, lo que resulta en una falsedad y una mentira. Lo peor es que de tanto mentir, ya ni nos damos cuenta que lo hacemos, porque todas estas mentiras nos parecen piadosas y brotan con gran naturalidad. Además, está la mejor y mayor excusa de nuestros tiempos: todos lo hacen. Así que tomamos, nos drogamos, somos infieles, nos quedamos con algún dinero, mentimos respecto a nuestra edad, nuestro peso o nuestros pergaminos, con tal de adecuarnos mejor a la que presumimos es la demanda de aquella persona a la que queremos encandilar. O en todo caso, simplemente mentimos para salvarnos, especialmente cuando conforme a nuestros cálculos resulta difícil que alguien nos pille en falta, porque esta ha sido cometida en estricto privado, por lo tanto no habrá forma humanamente posible que alguien nos enrostre esta falta. Sin embargo, si llegara el caso, hemos de sostener cínicamente y mientras nos sea posible la mentira, ya que todos terminan por aceptarla, por lo menos externamente, porque todos sabemos que tenemos rabo de paja. Así la mentira resulta un hábito moderno o más bien el hábitat moderno, en el que difícilmente puede anidar el Espíritu Santo. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y les anunciará lo que ha de venir.
Esta constatación debe llevarnos al convencimiento que es estricta y urgentemente necesario que cambiemos. ¡No podemos vivir en la mentira! Y esto empieza por no tolerar la mentira NUNCA, de ningún tipo o tamaño, porque, como hemos dicho, las pequeñas son los caballos de Troya que luego llevan a las más grandes, luego que nos hemos desmoralizado y ya no tenemos energía para reaccionar y rechazar las grandes mentiras. Lo estamos viendo muy abiertamente en los diferentes procesos políticos que se desarrollan en nuestros países. En el Perú hasta hemos inventado de mutuo acuerdo una falacia, un embuste; llamamos asunto político o posición política o error político o recurso político a todo lo que en realidad es puro cinismo y mentira descarada. Así, la actividad política sería en realidad el arte del engaño. No importa lo que tengas que decir y aguantar si ello finalmente te conduce al poder, ¡qué más da! Pero lo vemos en todas partes, en todo los países y fundamentalmente en las clases dirigentes, porque son los que tienen más prensa y porque es a partir de ellos que lamentablemente se corroen y corrompen las sociedades. Creemos que es ocioso pasar revista país por país, por lo que nos basta con nombrar unos cuanto casos emblemáticos, siendo el más vergonzoso posiblemente el de las mentiras públicas de la Primera Dama peruana respecto a unas Agendas que extravió, en las que tenía anotaciones sumamente comprometedoras y que empezó por negar que fueran de ella en todos los tonos e idiomas, hasta que por la contundencia de las pruebas no le quedó nada más que confesar que efectivamente era suyas. Pero la cátedra que dio sobre cómo crear y defender mentiras ya quedó grabada en todo ser pensante en nuestro querido país. ¿Qué podríamos decir de Nicolás Maduro cuyo amor propio e incapacidad de reconocer el fracaso estrepitoso al que ha llevado a su país, prefiere recortar días y luego horas laborables, con el apoyo de otros burócratas cínicos y mentirosos que no quiere perder sus prebendas? ¿Qué decir de la señora Rouseff y su amigo Lula, que al parecer están metidos hasta el cuello en actos de corrupción que tienen grandes repercusiones por toda Latinoamérica? ¿O de la señora Cristina y el caso Nissman en Argentina? Son demasiados los ejemplos de cómo nos conducimos y dejamos dominar por la mentira, impidiendo la acción del Espíritu Santo, que es el Espíritu de la Verdad. Por eso nos esforzamos en alejarnos de Dios con la ayuda de unos intelectuales que en realidad actúan como tontos útiles al servicio de los poderosos que tienen como a su principal enemigo a la Verdad. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y les anunciará lo que ha de venir.
Oremos:
Padre Santo, no permitas que caigamos en las garras de la mentira y del engaño, sino que por el contrario nos dejemos iluminar por la luz del Espíritu Santo. Que prefiramos la verdad, aun a costa de nuestras propias vidas…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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