Entre tiempos
por Christopher Hall
Deberíamos poder distinguir entre el paraíso que prometió Jesús al ladrón colgado de la cruz y el reino de Dios.
Llega el reino¿Por qué? Desde el inicio de su ministerio Jesús anunció, por medio de sus acciones y su enseñanza, la llegada del reino de Dios. En Marcos 1.15, poco después de su bautismo y tentación, proclamó: «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio». En Mateo 12 Jesús claramente señaló que «si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, entonces el reino de Dios ha llegado a vosotros» (28).De esta manera, se produce una inesperada contraposición entre épocas. La enfermedad, la posesión, la injusticia y la muerte son características de este presente siglo malo. Jesús predica que el Reino ha llegado a este siglo por medio de sus sanidades, exorcismos y servicio a los pobres y oprimidos. Por medio de Cristo, el reino de Dios se instala en medio de este presente siglo malo y anuncia el siglo que viene.Lo que resulta interesante es que la entrada inmediata al paraíso está sujeta a la fe en la venida del reino de Cristo.Una aparente contradicciónEl ladrón que moría en la cruz entendió aquello que le resultó más complejo a los discípulos de Jesús. En Cesarea de Filipo Jesús anunció que le era necesario subir a Jerusalén, sufrir muchas cosas, ser rechazado por los ancianos y los maestros de la ley, ser muerto y resucitado al tercer día (Mr 8.31). El mensaje de un Cristo sufriente, crucificado, no tenía sentido para aquellos con quienes Jesús compartió su vida. Ni sus discípulos más cercanos ni sus enemigos más acérrimos pudieron comprender cómo el ungido de Dios podía ser, a la vez, el maldito de Dios. Un Cristo crucificado parecía una contradicción de mensajes.El ladrón crucificado, sin embargo, poseía una perspectiva que casi todos los que presenciaron la muerte de Jesús no habían conseguido aún. El ladrón que creyó le pidió a Jesús que lo recordara cuando viniera en su reino (Lc 23.42). Tal como predicara Maximus de Turín, «el ladrón arrepentido no veía la cruz como piedra de tropiezo». Paraíso versus reinoJesús le prometió a este hombre: «hoy estarás conmigo en el paraíso». El paraíso, mencionado así, pareciera ser un lugar o estado específico. Esto lo diferencia del reino de Dios, el cual se refiere a una realidad más amplia, un periodo de la historia en que Dios reina, como también la plena manifestación del mismo. Lo que resulta interesante es que la entrada inmediata al paraíso está sujeta a la fe en la venida del reino de Cristo. Tal como señala León Morris, «las palabras de consuelo que habló Jesús al ladrón le dieron mucho más de lo que había pedido. No solamente recibiría un lugar en el Reino, en el momento que este se estableciere, sino que además, ese mismo día, entraría al paraíso».Tanto los eruditos, como también los padres de la iglesia, vinculan el paraíso con el jardín del Edén. I. Howard Marshall, por ejemplo, observa que la conexión entre el Edén y el paraíso llevó a la convicción de que «el paraíso existió, de manera oculta, entre la creación y los últimos días. Se le consideró como el lugar de reposo para las almas de los justos que habían muerto. En el pasaje bajo estudio representa aquel estado sublime al que pasaría el ladrón inmediatamente después de su muerte».Vuelta al paraísoEl ministerio sacerdotal de Cristo en la cruz no solamente le permite abrir, para el ladrón, las puertas del paraíso, sino que le permite, también, revertir el horror que se vivió en el jardín del Edén. Juan Crisóstomo declara que «cuando Cristo se propuso ingresar al ladrón al paraíso, simplemente pronunció la palabra y lo introdujo allí. No fue necesario que Cristo orara para esto… Dios había puesto la espada encendida para custodiar el paraíso (Gn 3.24). Por la autoridad que le fue concedida Cristo abrió el paraíso y dejó entrar al ladrón».La entrada al paraíso se concede no solamente al ladrón, sino a todos los que confían en Cristo. Orígenes señala que Cristo dio «a todos aquellos que creen y confiesan acceso a la entrada que Adán había cerrado por causa de su pecado. ¿Quién más podría remover la espada encendida que custodiaba el árbol de vida y las puertas del paraíso?» Entrar al paraíso es, en las palabras de Prudencius, volver a «nuestro país de origen».Cristo volverá un día con todos los habitantes del paraíso para consumar su Reino en la tierra. Mientras tanto, aquellos que mueren confesando una fe en el reino de Dios pueden descansar con Jesús en ese extraño período «entre tiempos» que separa la primera y segunda venida del Mesías.
Todos los derechos reservados por Christinity Today, © 2003. Se usa con permiso. Apuntes Pastorales, Volumen II – Número 5.