Juan 15,9-11 – permanezcan en mi amor
Texto del evangelio Jn 15,9-11 – permanezcan en mi amor
9. Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor.
10. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
11. Les he dicho esto, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea colmado.»
Reflexión: Jn 15,9-11
El Señor, a través de la Iglesia, reta nuestra capacidad de reflexión con estos tres versículos; tres líneas contundentes, en las que Jesucristo nos habla al corazón, equiparando generosamente nuestra relación con Él, con la relación que Él mantiene con nuestro Padre. Él, con su vida, nos ha dado testimonio de la unión en la que permanece con el Padre, que se evidencia cumpliendo con Su Voluntad hasta la última coma. Todo lo que hace es conforme al Plan trazado por Dios desde la eternidad; todo, incluso Su Sacrificio en la cruz. A tal extremo llega Su fidelidad, para iluminarnos el Camino con Su ejemplo. Así como Él cumple la Voluntad del Padre hasta las últimas consecuencias, confiando plenamente en la necesidad que el Padre ha establecido que pase por el Sacrificio de la Cruz para resucitarlo al tercer día, Jesucristo espera que nosotros confiemos en Él, entregándonos plenamente a Su Voluntad, a Sus mandatos, sin escatimar esfuerzo alguno y sin la menor duda. Es solo de este modo que nosotros estaremos en Él y Él estará en el Padre, quien lo resucitó al tercer día y hará lo mismo con nosotros si confiamos y hacemos lo que Dios nos manda. La confianza que tiene Cristo en el Padre, es la misma que el Padre tiene en Cristo y ha de ser similar a la que nosotros hemos de tener en Cristo y Cristo en nosotros. Se trata de establecer una comunidad de voluntades, a ejemplo de Cristo. Eso es lo que nos pide el Señor. Se trata de permanecer en Su amor, del mismo modo que Él permanece en el amor del Padre. ¿Cómo? Creyendo y obedeciendo ciegamente, porque confiamos plenamente en Su Amor. Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor.
¿Qué debemos hacer para permanecer en Su amor? Tenemos que hacer lo que nos manda. Exactamente como obedece Él a Su Padre, que también es el nuestro. En obedecer está la respuesta. Obedecer es guardar los mandamientos, es decir, velar por que se cumplan tal y como se nos manda, ni más ni menos. Esto no es un trabalenguas, ni una figura lírica. Se trata de algo real, que debe concretarse en nuestra vida corriente. Seguramente ello demandará que dejemos de hacer muchas de nuestras tareas rutinarias, aquellas que tan bien se nos acomodan, aquellas que, sin hacer daño a nadie, nos hemos acostumbrado a hacer. Efectivamente, seguramente no hay nada de malo en ellas, pero son totalmente egoístas y dirigidas a satisfacernos y sobre todo a mantenernos en una posición y una situación cómoda, muelle, sin mayor compromiso con nadie. Si estamos por ese camino, debemos cuestionarnos y replantearnos todo lo que hacemos, todos nuestros hábitos, porque el Señor no nos pide que hagamos nuestro “cielo particular” aquí en la tierra, sino que compartamos con todos y acudamos especialmente a los que menos tienen, a los que más sufren. Sí, hay que sacudirnos, desperezarnos y salir de nosotros mismos, sirviendo a los demás. No vengamos con el cuento que donde estamos nadie nos necesita, porque si eso es cierto, tal vez debieras estar preguntándote qué haces ahí, porque no has venido a este mundo a acomodarte, sino a trabajar por la paz y el amor, y mientras haya gente que no conoce a Cristo, que vive en odio, rencor y violencia, será necesario evangelizar y bautizar. No, no esperemos que alguien, un religioso o una autoridad nos manden a hacer esto o aquello. El Señor hoy y aquí nos está recordando el mandato que seguramente ya hemos oído antes en varias oportunidades. Pongámonos HOY manos a la obra. Hace unos días nos enterábamos por las noticias que Prince -el famoso roquero-, había fallecido. Y el que narraba la noticia agregaba que se estaban investigando las razones de su deceso, pero que acostumbraba a trabajar mucho y que los últimos seis días y medio se lo había pasado trabajando, ¡sin dormir! ¡Así de locos debemos estar nosotros por cumplir lo que Cristo nos manda, sin excusas! Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor.
Finalmente, ¿qué mayor alegría, que mayor felicidad, qué mayor gozo que saber que cuanto hacemos por nuestros hermanos, se lo hacemos al mismo Cristo y en el a nuestro Padre Dios? Nuestra alegría solo puede ser potenciada al saber que ellos se alegran más aun con nosotros. Si somos capaces de llevar paz y alegría a nuestros hermanos, nuestra alegría será potenciada sabiendo que la alegría del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo serán mayores. ¡Eso es lo que tenemos que creer y buscar! No son palabras, sino obras, obras de caridad, obras de amor. Desinstalémonos. Dejémonos inquietar por el Señor. Esforcémonos en planear actividades nuevas por nuestros seres amados. Retémonos en hacer algo diferente, aunque no nos guste a nosotros. ¡Hagámoslo por ellos! Si estamos solos y tenemos un fin de semana a nuestra disposición, propongámonos ir a visitar enfermos o presos. ¿Nunca lo hemos hecho? Mayor razón para empezar. ¡Hagámoslo este fin de semana sin más! ¿Qué queremos? Poner en práctica la obediencia al Señor. Ello seguramente nos atraerá abundantes Gracias, alegraremos a nuestros hermanos, con cualquier pequeñez que podamos llevar aun cuando solo sea nuestra presencia, nuestros oídos y nuestros corazones. Nuestra alegría será grande y mucho más caundo en oración y agradeciendo por tantas bendiciones sintamos el amor y alegría del Señor, multiplicada por la de nuestro Padre. ¡Ese es el Camino! Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor.
Oremos:
Padre Santo, sácanos de la rutina y llévanos a las circunstancias donde podamos encontrarnos con nuestros hermanos, llevándoles Tu alegría, Tú consuelo y Tu paz…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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