Marcos 2,18-22 – los invitados a la boda

Texto del evangelio Mc 2,18-22 – los invitados a la boda

18.Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?»
19.Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar.
20.Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día.
21.Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor.
22.Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo, en pellejos nuevos.

Reflexión: Mc 2,18-22

Al Señor le gusta hablar y dar a conocer sus ideas, su doctrina, por parábolas y analogías. Es un estilo que invita a la reflexión y que amplia muchísimo las posibilidades de interpretación. Es un estilo muy propio que solo se encuentra en los evangelios y que se ajusta a las expectativas y capacidad de cada uno. Decir, sin decir o decir, yendo más allá de las palabras y dependiendo del corazón de quien las oye. Y es que estamos frente a Dios, que todo lo enriquece, incluso el lenguaje. No en vano Pedro reconoce que tiene Palabras de Vida Eterna. Anoche veía un programa en el canal EWTN en que un Teólogo hablaba sobre Dios y explicaba algo que uno va sintiendo cada vez más, conforme va leyendo y releyendo los Evangelios, que Dios es el “innombrable”, porque no hay palabra que pueda describirlo plenamente. Es un absurdo tratar de entenderlo o llegar a decir que ya lo entendemos. Nunca seremos capaces de hacerlo de manera plena, sino tan solo –seguramente-cuando estemos en el Reino de Dios. Él mismo se define en el Antiguo Testamento como el que Es. Yo soy el que Soy, nos dice. Cuando uno escucha por primera vez esta definición llega a parecernos una tomadura de pelo, porque no nos dice nada. Sin embargo, esta percepción es un error, porque, por oposición en realidad Dios nos está diciendo todo, hasta donde podríamos ser capaces de entender. Tal vez no nos parezca suficiente, pero si nos esforzamos por definirlo, veremos como esta es la definición más ingeniosa que jamás se haya usado y que solo es aplicable a Él. “Yo soy el que Soy” nos deja perplejos, porque se define a sí mismo, con él, como no podía ser de otro modo. ¿Quién más puede definir a Dios, sino Él mismo. Claro está que la comprensión que podremos tener de esta definición jamás será completa. Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar.

En esta oportunidad Jesús acude a otra analogía. Él se define a sí mismo como el Novio. Podemos empezar a especular sobre todas las posibles connotaciones que puede tener esta analogía y seguramente nos aproximaremos, pero nunca llegaremos a comprender plenamente lo que nos quiere comunicar, desde el ángulo que podamos o queramos escoger. Nuevamente nos estamos tropezando con una de estas definiciones que escoge Jesús, que son muy bellas, muy precisas, muy ricas, que nos estimulan a pensar y razonar, pero que superan de lejos cualquiera de nuestras aproximaciones. Si Jesús es el Novio, entonces quién es la Novia. Y si somos los componentes, los protagonistas principales de una boda, es decir los novios, ¿cuál debe ser nuestra actitud? ¿No debíamos estar alegres? ¿Qué une a los novios? ¿No es el amor, un amor especial, profundo, fiel, leal? ¿Qué clase de revelación nos está haciendo el Señor respecto al amor que nos tiene? ¿Qué puede haber más prometedor, más dulce, mas tiernos, más atractivo, más seductor, más conmovedor, más prometedor, que el amor que siente un novio por su novia el día de la boda? Él es el Novio. Así, sin decirlo textualmente, Jesús está dándonos a conocer la inmensidad, la profundidad, la magnitud de Su amor. ¿No debía llamarnos a la confianza esta declaración de amor? ¿No es esta una excelente noticia, la mejor que podríamos oír? Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar.

¿Y si no solamente somos la novia, sino que estamos viviendo el día nupcial, no debíamos estar felices? ¿Cuál es la actitud que mejor corresponde a la novia el día de su boda? A eso se refiere el Señor cuando habla de remiendos o de vasijas para el vino. Nuestra actitud debe ser la que corresponda a la ocasión, para no desentonar. Por lo tanto, si no es así, ¡hemos de cambiar! A esto nos invita el Señor, a Cambiar, para adecuarnos al momento. Entendamos que hemos recibido la mejor invitación, que ha venido nuestro Novio a buscarnos, ¿le recibiremos con la cara larga? ¿Guardaremos ayuno? ¡Qué connotaciones que tiene esta explicación! ¿Podemos imaginarnos que el día de la boda precisamente la novia salga con el cuento que está en ayunas, que se niegue al Novio por cualquier razón? Si esto sería inconcebible en una boda cualquiera, cuánto más en esta boda, en que nuestro Novio es nada menos que Dios? La figura no puede ser más hermosa y completa, al extremo que difícilmente llegaremos a comprenderla por completo, pero nos basta y sobra con estos pequeños atisbos, para sentir una consolación indescifrable. ¡Cambiemos todo lo que haya que cambiar, para adecuarnos a este momento, que nada será suficiente para hacernos dignos y merecedores de tal Donación! El amor de Dios no tiene límites; es una Gracia inmerecida, a la que solo podemos corresponder con fe, amor y obediencia. Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar.

Oremos:

Padre Santo, danos la capacidad de acoplarnos y ajustarnos al infinito amor de Tu Hijo. Que aprendamos a amarte por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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