Texto del evangelio Mc 6,34-44 – Comieron todos y se saciaron
34. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
35. Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada.
36. Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer.»
37. Él les contestó: «Denles ustedes de comer.» Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»
38. Él les dice: «¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver.» Después de haberse cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces.»
39. Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba.
40. Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.
41. Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces.
42. Comieron todos y se saciaron.
43. Y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los peces.
44. Los que comieron los panes fueron 5.000 hombres.
Reflexión: Mc 6,34-44
La misericordia de Dios no tiene límites. No es fácil apropiarse de tal afirmación si no es con ejemplos palpables. Jesucristo lo sabe, por eso nos ofrece varios testimonios de Su Divinidad, sin los cuales no tendríamos por qué creer en Su Palabra. Jesucristo es el Hijo de Dios y como tal es Dios. Esta es una realidad de la que no podemos prescindir. No podemos ignorar este aspecto determinante en Jesús. No podemos quedarnos tan solo con admirarlo por Su filosofía, Su ideología, Sus enseñanzas y las bases o principios para una vida distinta. Estas solas no son suficientes para optar por Él, aunque seguramente si hacemos un adecuado ejercicio de razonamiento y somos completamente honestos tendríamos que concluir que nada puede superar lo que nos propone y que no existe contradicción en ello. Por encima de eso está el hecho que es Dios, es decir que es omnipotente y omnipresente, sin olvidar Su propia definición: el Camino, la Verdad y la Vida, que es otra forma de decir la respuesta a toda interrogante posible, la llave de toda chapa, la clave de la sinfonía cósmica, la piedra angular del universo. Nada ha sido hecho sin su consentimiento, ni nada ocurre sin que Él lo permita. Él está más allá de cuanto podemos definir, pero al mismo tiempo ha querido ponerse a nuestro alcance haciéndose uno más como nosotros. Aceptar tal propuesta no ha significado sin embargo renunciar a ser Dios o dejar de ser Dios, por lo que en realidad su presencia entre nosotros es un misterio admirable, cuanto más cuanto en tal condición se ha sometido a los mayores vejámenes reservados como el peor castigo para uno de nuestros semejantes. Jesús se ha sometido libremente a tales castigos, con el único propósito de redimirnos y enseñarnos el Camino a la Vida Eterna. Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron.
Jesús nos ha dado muchas pruebas de Su Divinidad, una de las cuales, una de las más hermosas, se encuentra narrada en este pasaje. Su Divinidad queda de manifiesto cuando con 5 panes y 2 peces es capaz de alimentar a 5 mil familias, que es lo que más o menos se declara cuando se dice que eran 5 mil hombres, porque no se cuentan a las mujeres ni a los niños, como era costumbre en aquella época. ¿Por qué hace esto Jesús? Movido por la compasión. Porque la multitud que le seguía parecía extraviada, como ovejas sin pastor y porque era necesario atender esta necesidad en aquella circunstancia. Todos le seguían cautivados, como solo puede hacer alguien de Sus cualidades. ¿Cuántas personas carismáticas conocemos a las que realmente nos da gusto escuchar? No hay muchas, pero los seres humanos sabemos reconocer cuando alguien nos habla sinceramente y con el corazón en la mano. Eso ocurre con esta multitud. Estaban oyendo a Jesús, cuyas palabras eran un verdadero bálsamo para sus espíritus, una caricia para sus corazones. Jesús, el que da de comer a 5 mil hombres, ¿no habría de tener un timbre de voz excepcional? ¿no habría de responder a las más agudas interrogantes de cuantos le oían embelesados? ¿qué otra explicación razonable podemos encontrar para que se dejaran arrastrar por donde iba, alejándose de los poblados, sin reparar cuán lejos y desprovistos estaban? ¿Es que eran irresponsables? ¡No! Es simplemente que Jesús era de cautivar al más pintado y toda esta gente era humilde y ávida de atención. Finalmente encontraban a alguien que les decía lo que necesitaban oír. Conocemos algunos discursos de Jesús, así que no habría de ser lisonja lo que les ofrecía, tampoco fantasía y mucho menos mentiras. Jesús conocía íntimamente nuestra naturaleza y la Verdad. Eso debía ser lo que encontraban y bebían ávidamente toda aquella gente humilde, pasándose la voz unos a otros, porque no había altoparlantes. Jesús los había cautivado, ahora no los dejaría allí a su propia merced. Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron.
Pero Jesús hace algo más. No solo les da de comer a partir de 5 panes y 2 peces, lo que desde luego sería suficiente para reconocer Su Divinidad, sino que nos da una lección de la “talla” ética y moral de nuestro Padre, Dios y Creador. Primero, es preciso que pongamos en común todo lo que tenemos, para atender nuestras necesidades. Aquel inmenso grupo humano puso al medio todo lo que tenía: sus cinco panes y dos peces. Segundo, hay que hacer lo que Dios nos dice. Había que compartir lo que teníamos, pero sentándonos en orden y en grupos. Luego, orando y agradeciendo a Dios, empezó a repartirlo. Era necesario que todos ordenadamente participáramos tato sentándonos, en una buena disposición de espera y confianza, y repartiendo. Todos comieron cuanto pudieron y quisieron y encima sobró, lo que no se desperdició, sino que se guardó para después. Aquella vivencia extraordinaria nos transmite una lección que hemos de aprender. El universo creado por Dios es pródigo, habiendo en el todo lo necesario para satisfacer nuestras necesidades. Solo tenemos que estar dispuestos a compartir todo lo que tenemos y a ponerlo en manos de Dios, quien sabrá multiplicarlo tanto como sea necesario, si mantenemos la actitud requerida para la buena convivencia de toda la comunidad. El amor hace milagros. Este requiere de una actitud de entrega, servicio y confianza en Dios. Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron.
Oremos:
Padre Santo, no permitas que nos encerremos en nosotros mismos, velando egoístamente tan solo por nosotros. Danos el coraje de compartir cuanto tenemos con los demás, confiando plenamente en Ti y en Tú providencia…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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