Juan 1,19-28 – Yo soy voz del que clama en el desierto

Texto del evangelio Jn 1,19-28 – Yo soy voz del que clama en el desierto

19. Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?»
20. El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo.»
21. Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?» Él dijo: «No lo soy.» – «¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No.»
22. Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?»
23. Dijo él: « Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectifiquen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.»
24. Los enviados eran fariseos.
25. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?»
26. Juan les respondió: « Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes está uno a quien no conocen,
27. que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia.»
28. Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Reflexión: Jn 1,19-28

La respuesta que da Juan es difícil de entender para un neófito que no conoce la Biblia. No debía ser tan difícil para nosotros, sin embargo debemos confesar que lamentablemente no estamos tan familiarizados con las Sagradas Escrituras como debíamos. Esta primera constatación debe hacernos reparar en la necesidad de abordar seriamente la lectura de la Biblia, siguiendo el mismo orden que propone la Iglesia en el Calendario Litúrgico o de cualquier otro modo que nos resulte más realizable. No se trata de leerla de corrido, como si fuera una novela, pero si poco a poco, porque su conocimiento nos ayudará a disipar muchas dudas que nacen de la simple ignorancia. ¿Es indispensable? Diríamos que muy deseable en un buen cristiano, pero no estrictamente indispensable. Si debemos conocer bastante bien los Evangelios, que son parte importante del Nuevo Testamento y que proporcionalmente no representan ni el 10% del contenido total de la Biblia, sin embargo contienen los datos más relevantes del nacimiento, vida, muerte y resurrección del Señor que sí es indispensable conocer a todo buen cristiano. Así que si no has leído ni una sola vez hasta ahora el Nuevo Testamento, ya tienes una tarea y un buen propósito para el año que estamos comenzando. Nuestro consejo sería que vayas leyendo cada día los versículos de los evangelios que vamos publicando, que son los que dispone para cada día la Iglesia en el Calendario Litúrgico. Al finalizar el año, habrás leído y meditado una buena porción de los Evangelios y te habrás familiarizado con los hechos más importantes y el mensaje de Salvación de Jesús. Del mismo modo, habrás hecho un hábito, con lo que te será más fácil continuar con la reflexión diaria de los evangelios por el resto de la vida, lo que desde luego te acercará a Dios y a tus hermanos, haciéndote crecer como persona, en el Camino que Dios quiere para nosotros. Dijo él: « Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectifiquen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.»

Debo confesar que yo mismo no conocía de donde provenían las citas que hace Juan el Bautista; sin embargo tengamos en cuenta que quienes lo van a interrogar son sacerdotes y levitas, es decir los más entendidos en la Doctrina judía y las Sagradas Escrituras. Este solo hecho nos permite evidenciar la importancia que daban los judíos a todo aquello que se venía desarrollando en torno a la llegada del Mesías. Ellos lo esperaban desde hacía siglos y como quiera que oyeran seguramente lo que se decía de Juan, cuya fama se iba extendiendo por todo Israel, fueron a interrogarlo y Juan les proporciona una respuesta que si a nosotros nos dice poco, para ellos fue muy clara, aunque les costara aceptarla. Juan les estaba diciendo que era a él a quien se referían los profetas Isaías y Malaquías, en sus escritos alrededor de 700 y 400 años antes de Jesucristo respectivamente. Esto resulta asombroso y un reto para estos sacerdotes y levitas. ¿Debían creerle? ¿Era él quien venía a anunciar al Mesías? ¿Y quién sería el que vendría después? ¿Si no era Juan el Mesías, cómo saber quién es? Juan reconoce que él no es, pero afirma que está entre nosotros y que ni si quiera es digno de desatarle las sandalias. Claramente alude a las profecías de Isaías y Malaquias.

Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahveh, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios.(Isaías 40,3)

He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante de mí, y enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien ustedes buscan; y el Ángel de la alianza, que ustedes desean, he aquí que viene, dice Yahveh Sebaot.(Malaquías 3,1)

Dijo él: « Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectifiquen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.»

Nuevamente estos pasajes deben hacernos tomar conciencia de los sucesos extraordinarios que estamos presenciando. De un lado están las referencias que hacen los profetas citados con tantos siglos de anticipación, las cuales deben servir para explicar quién es Juan y quién somos nosotros para Dios, que se ha ocupado de elaborar un Plan de Salvación revelado con siglos de anticipación, dejando evidencias a cada paso con el propósito que creamos. Jesucristo viene y nos explica todo, al mismo tiempo que da sentido a todo. Por eso nos dice que Él es el Camino, la Verdad y la Vida, porque es ubicándolo, escuchándolo, entendiéndolo y haciendo lo que Él nos manda que llegamos a alcanzar la Vida Eterna, para la cual fuimos creados. Es a través suyo, siguiéndolo, que alcanzamos nuestra plenitud. Así de importante es para dar sentido a nuestras vidas el conocerlo, oírle y obedecerle. Conocerle para creer y creer para oírle y obedecerle confiando plenamente en su sabiduría –que nos revela la Verdad-, y su amor, que nos conduce a la Vida Eterna. Dijo él: « Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectifiquen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.»

Oremos:

Padre Santo, danos humildad y sabiduría para reconocer que sin Ti no somos nada y que –porque nos amas infinitamente- has querido intervenir en nuestra historia para Salvarnos…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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