Lucas 21,5-11 – no quedará piedra sobre piedra

Texto del evangelio Lucas 21,5-11 – no quedará piedra sobre piedra

5. Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo:
6. «Esto que ven, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.»
7. Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?»
8. Él dijo: «Miren, no se dejen engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: “Yo soy” y “el tiempo está cerca”. No les sigan.
9. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se aterren; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.»
10. Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
11. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo.

Reflexión: Lucas 21,5-11

Lejos de aterrorizarnos y llenarnos de miedo, que es como generalmente somos persuadidos a tomar estos versículos, el Señor nos quiere advertir sobre lo efímero que es todo cuanto podemos ver o atesorar, incluso las obras más colosales y representativas del mundo, como era el Templo para aquellos interlocutores, tienen fecha de caducidad. ¿Cómo dejar de pensar ahora mismos en la famosas Torres Gemelas, destruidas por los atentados terroristas del 11 de setiembre? Ello nos debe conducir a reflexionar que no hay nada, absolutamente nada, en este mundo que valga la pea admirar o apreciar de tal modo que cifremos en ello nuestra existencia y que por lo tanto nos aterre su pérdida. Todo pasará un día, sin que ello tengamos que tomarlo como señales del fin del universo, que desde luego llegara algún día. Esto no nos debe preocupar, porque sabemos que pasará. ¿En qué debemos centrar nuestra atención entonces? En la vida, en aquello que efectivamente es irrecuperable, que hemos recibido en administración temporal y de la que debemos rendir cuentas a su fin, que llegará tan de pronto y veloz como un abrir y cerrar de ojos. «Esto que ven, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.»

La prédica es la misma. Prestemos atención a aquello que realmente vale la pena y no nos dejemos persuadir por quienes amparados en las desgracias, por temor, nos inducen a cambiar de creencias. Todo aquello que podría tocarnos vivir, ya ha sido previsto por Jesús y no cambia un ápice Su Revelación y Sus Promesas. Debemos relievar entonces, que no hay nada a lo que podamos aferrarnos en la Tierra que pueda brindarnos la seguridad que buscamos. Nada, ni si quiera el templo. Literalmente podemos recordar que en el terremoto de 2007 en la costa central del Perú (al sur oeste de Lima), concretamente en la ciudad de Ica, se desprendió el techo de uno de los templos más concurridos en aquel momento, produciéndose allí la mayor cantidad de víctimas mortales. Si alguien alguna vez pensó que el templo sería el lugar más seguro con el propósito de salvar su vida por estar más cerca a Dios, se equivocó, primero porque la cercanía al Señor la logramos fundamentalmente con la vida que llevamos; así alguien que no asiste al templo podría estar mucho más cerca que alguien que es asiduo a este, porque de lo que se trata es de amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Y en segundo lugar, porque la salvación a la que se refiere el Señor tiene muy poco que ver con la salvación física; lo que importa es la salvación de nuestras almas, que son estas las que alcanzarán la Vida Eterna, si vivimos cumpliendo la ley de Dios. Ya el Señor nos advierte que nos cuidemos de quien puede quitarnos la vida para siempre y este es el demonio, es decir todo aquel que está contra los dos mandamientos de Dios en los que se resumen la ley y los profetas: amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. «Esto que ven, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.»

Por lo tanto, no nos aferremos a nada en este mundo y mucho menos a las propiedades o a las riquezas, ya que todas pasarán, incluso las de los más grandes y poderosos, tal como cayo el Imperio Romano y cayeron las más grandes civilizaciones de este planeta y con ellas sus obras más colosales. No podemos poner nuestra confianza en ellas. Recuerdo que cuando era muy joven y empezaba a buscar trabajo, nuestro padre se empecinó en un objetivo que finalmente logró, lo que habla muy bien de la capacidad que tenía para lograr aquello que se proponía. Él sostenía que ninguna institución era más sólida que un banco y que por tanto debíamos buscar trabajo y hacer carrera dentro de una institución bancaria. El mismo era funcionario bancario. Logró colocarnos uno por uno en un banco distinto. Somos 4 y hay que reconocer que por lo menos 3 de las instituciones escogidas perduraron en el tiempo, aunque cambiando de nombres. Uno de mis hermanos terminó jubilándose de una y la menor de mis hermanas está también por hacerlo, con lo que hasta cierto punto nuestro padre acertó. Sin embargo la propia institución en la que él trabajó desapareció dejando sin trabajo a una de mis hermanas, lo que a la larga fue bueno porque se convirtió en sicóloga y sigue ejerciendo. Pero ha de quedar en claro que ni las pirámides, ni –lamentablemente- los vestigios culturales más imponentes e irrecuperables como los que han sido destruidos en Siria durarán por siempre y sin embargo, su desaparición, cuales quiera que sean las causas no será señal de ninguna desgracia, sino una prueba más de lo efímero que es todo en este mundo. Así, no debemos aferrarnos a nada, sino que debemos guardar nuestros tesoros más preciados donde no entra la polilla, ni el gusano carcome. Esos tesoros solo se alcanzan cuando hacemos la Voluntad de Dios y se guardan en el cielo. «Esto que ven, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.»

Oremos:

Padre Santo, no ermitas que nos aferremos de tal modo a cuanto tenemos, que prefiramos poner nuestra confianza en ello y no en Tu Santa Voluntad…te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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