Marcos 10,2-16 – El los hizo varón y hembra

Texto del evangelio Mc 10,2-16 – El los hizo varón y hembra

2. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?»
3. Él les respondió: ¿Qué les prescribió Moisés?»
4. Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.»
5. Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de su corazón escribió para ustedes este precepto.
6. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra.
7. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre,
8. y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
9. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.»
10. Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto.
11. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla;
12. y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
13. Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían.
14. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impidan, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios.
15. Yo les aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.»
16. Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.

Reflexión: Mc 10,2-16

Jesús nos presenta su catequesis sobre el matrimonio, en la que no deja dudas respecto al grado de unión que debe haber entre el hombre y la mujer al interior del matrimonio, al que la Iglesia concede el rango de Sacramento, es decir una presencia de Dios muy especial en esta unión visible. Dios consagra de tal manera esta unión, que una vez realizada no puede ser separada, exactamente como ocurre cuando tomamos dos hojas de papel y las pegamos. Evidentemente, tal como no pegaríamos dos hojas por capricho, sino con algún propósito, la unión matrimonial tiene un fin: la procreación, conformando padres e hijos la célula fundamental de la sociedad: la familia. Dios ha querido consagrar la protección necesaria a los hijos, a los niños, brindándoles un hogar establecido, conformado por el padre y la madre, porque dentro del Plan de Dios esta es la mejor forma en la que se asegura tanto la procreación, como la seguridad, los medios de subsistencia y el amor que los niños requieren para su sano crecimiento, hasta que ellos mismos estén en capacidad de conformar su propia familia. Se trata de un ciclo que ha de repetirse de generación en generación, que correctamente llevado debe conducir a la familia y a la sociedad en su conjunto a la vida eterna, proveyendo a cada uno de sus miembros y a cada comunidad familiar, el ámbito requerido para su realización, construyendo un mundo de paz, armonía y amor. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.

Para el Señor, el matrimonio es sagrado, porque es Dios quien une. Esto tiene un significado más allá de cuanto solemos considerar. No se trata solamente que haya una ceremonia especial, una ceremonia religiosa en la que se invoca el nombre de Dios sobre esta unión. Más allá de esto que desde luego le imprime un sello especial, está el hecho que un hombre y una mujer deben unirse por mutuo consentimiento, para cumplir una misión única, que los trasciende, convirtiéndose por esta unión en una sola carne. En el encuentro y la misma elección de la pareja, está presente la Voluntad de Dios, que debemos oír, discernir y obedecer. Así, si Dios está presente en cada uno de los pasos que damos en nuestras vidas, cuanto más lo estará en el matrimonio, posiblemente uno de los de mayor trascendencia y significado en nuestras vidas. Este hecho supone la exigencia de una profunda reflexión antes de proceder a unirse. Por lo tanto la unión de hombre y mujer en el matrimonio no puede ser tomada con ligereza, dado que supone una decisión para toda la vida. Es importante notar aquí que no es la única decisión que estamos llamados a sostener de por vida y que no resulta imposible mantenerla, si no dejamos que influya la frivolidad externa, que por todos los medios trata de desnaturalizar esta unión, exacerbando la importancia de la unión sexual y otorgándole un protagonismo que no tiene, porque es el amor, base de esta unión, el pilar que ha de sostener tanto al matrimonio como a la familia. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.

Nos atrevemos a afirmar que gran parte de los problemas que afronta la humanidad se gestan en la familia, ya sea por falta de amor, por intolerancia, por violencia, por odios, por rencores, por infidelidad y finalmente, por egoísmo. Siendo la familia e inicialmente el matrimonio el mejor ámbito para el ejercicio del amor, muchas veces, por inmadurez, por soberbia, por orgullo o por simple desenfreno, se convierte en escuela del odio, del rencor y de la mentira, en la que con tal de dar rienda suelta a nuestra sensualidad y egoísmo, caemos en la mentira, el engaño o la falta de respeto descarada a sus miembros. Falta de valor, madurez e integridad, llevan a las parejas a alejarse de Dios y, contrariamente a lo que solemos creer, lejos de Él, no hay solución. Como en todo, es Él quien debe sostener esta relación. Cuando Él no está al centro, en vano nos esforzamos, porque habremos de caer. Dios ha de ser el centro de nuestras vidas siempre y con mayor razón en el matrimonio y la familia. Nuestras almas no descansarán en paz hasta que no volvamos a Él. Como reza el salmo: si Él no construye, en vano se afanan los constructores. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.

Dediquemos unos momentos a reflexionar en la escena de los niños acercándose al Señor y los adultos impidiéndoselo…No es coincidencia que justo cuando se esté refiriendo al matrimonio aparezcan los niños. No será demasiado atrevido ver en esto un anticipo profético al desprecio actual por los niños que debían ser SIEMPRE el resultado de la unión matrimonial. Impedir por cualquier medio que los niños lleguen, que los niños se acerquen, es contrario a la voluntad del Señor, quien por el contrario bendice a cuantos los acojan. Aquí está la respuesta a las tentaciones antinatalistas y abortistas en las que hemos caído, desnaturalizando la unión sexual, desarraigándola de su ámbito y función principal: el matrimonio y la procreación. Pretender que puede haber sexo fuera del matrimonio y que en cualquier caso este no tiene que ser practicado con fines reproductivos, sino también en búsqueda de una legítima satisfacción sexual, es como comer tan solo por sentir el placer de los sabores y de la comida, provocándose vómito para seguir comiendo interminablemente. ¿Se puede hacer? ¡Claro que se puede hacer! Y, hay quienes lo hacen. Pero no es para eso que debemos comer, sino para alimentarnos, del mismo modo que tampoco el ano, la boca, la nariz o las orejas cumplen función sexual reproductiva alguna. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.

Finalmente, demos vueltas a esta idea: el amor es una decisión. Es verdad que Dios lo ha hecho todo tan bien que nos bendijo con ciertas sensaciones físicas y espirituales que rodean el encuentro de un hombre y una mujer destinados a formar un matrimonio. Hay, desde luego, aquel atractivo que conocemos como el flechazo de cupido, que muchos lo sentimos, sobre todo en nuestra juventud, en aquel período de la vida en que todo parece converger para que finalmente encontremos la pareja que nos corresponde para toda la vida. Si le damos tiempo al enamoramiento, la complementariedad se irá decantando, llegando el momento en que sentiremos reamente que no podemos vivir el uno sin el otro. Esta fase tan hermosa, en la que no tiene que haber copulación, es una fase de conocimiento, de descubrimiento y apasionamiento del uno por el otro. Una vez adquirido el suficiente conocimiento el uno del otro, viene la decisión. No hay por qué “probar la mercancía” como groseramente sugieren algunos. Cuando hay amor, todo será un aprendizaje encantador, donde ambos aprenderán a ceder, porque amar es sobre todo y antes que nada eso: dar, y ello debe primar en todos los aspectos de la relación, pero especialmente en la cópula amorosa, dentro del matrimonio, buscando que como resultado de este amor vengan los hijos con los que quiera Dios bendecirnos, sabiendo que esta relación es sagrada, porque ha sido bendecida por Dios. Esto es lo que lamentablemente hemos perdido a cambio de la sensualidad y el placer por el placer. Amar es una decisión que tal como se ofrecen los cónyuges en la ceremonia nupcial, ha de mantenerse en las buenas y en las malas, en salud y enfermedad. Para casarse hay que ser valientes, muy hombre o muy mujer, pero sobre todo, tener la bendición de Dios, porque con ella seremos capaces aun de lo imposible. Que pocos logramos entender el matrimonio en su debida magnitud. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.

Oremos:

Padre Santo, te pedimos por todos los matrimonios del mundo, para que los fortalezcas y bendigas infinitamente de modo que resistan los embates del demonio, empecinado en destruirlo. Te pedimos especialmente por el Sínodo de la Familia que empieza hoy en Roma …Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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