Texto del evangelio Lc 9,7-9 – Quién es, pues, éste
7. Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos;
8. otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado.
9. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿ Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle.
Reflexión: Lc 9,7-9
La pregunta que se hace Herodes es la misma que debíamos hacernos nosotros y aunque es verdad, seguramente no somos culpables de tan gran crimen, como el de haber mandado decapitar a nadie, para que nos resulte imposible creer que se trata de alguien a quien nos encargamos de silenciar, no nos faltarán razones para observar que se trata nuevamente de alguien que ya habíamos dado por sepultado y superado. Y es que la Voluntad de Dios se abre paso tanto en la Historia General de la Humanidad, como en nuestra propia historia personal. Más allá que lo queramos o no, que nos guste o no, que lo entendamos o no, el Plan de Dios sigue su curso y se cumplirá con nuestra aceptación y participación o sin ella. De allí que si nos alejamos de Dios, veremos que Él se aproximará a nosotros a lo largo de nuestras vidas, en forma recurrente y tomando diferentes aspectos, ya sea a través de un familiar cercano, como puede ser nuestra propia pareja, o de algún amigo o compañero de trabajo. Siempre habrá alguien o alguna situación que nos haga recordar el mal que hicimos, mientras no lo confesemos y pidamos sinceramente perdón por ello. No hay modo de evitarlo, porque en el Plan de Dios está que la Verdad salga a la luz tarde o temprano, porque esta terminará venciendo a las tinieblas y nadie podrá impedirlo por siempre. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿ Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle.
No es pues solamente la conciencia, que al ser que ha tenido alguna formación moral le reprochará constantemente el crimen o la falta cometida, sino el propio curso de las cosas, que finalmente habrá de llevar a la luz lo que se quería mantener empecinadamente oculto. Vendrá uno y otro, hasta que finalmente tendremos que reconocer nuestro error, nuestro abuso, nuestra soberbia, nuestra prepotencia, nuestro orgullo, nuestra falsedad. Juan actuaba como enviado de Dios, anunciando a Jesucristo. Matándolo Herodes no acalló la Voluntad de Dios, sino que le dio cause. Habría de morir todavía Jesús para que se cumpliera la promesa de enviarnos un Salvador que Resucitando venciera definitivamente a la muerte. La muerte ha sido derrotada y con ella todos los crímenes, todos los abusos, toda la mentira y la maldad. El amor de Dios ha vencido al Príncipe de este mundo y llegará el momento en que toda mentira, engaño y falsedad sea erradicada, junto con todos sus promotores. ¡Ese es el Camino en el que nos encontramos! Como Herodes, todos los que buscan aniquilar a la Iglesia y a los cristianos, verán perplejos que esta resurge de las cenizas, más fuerte y grande, porque Jesús ha vencido a la muerte. ¡El Reino de Dios ya está aquí! Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿ Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle.
No seamos necios. Si estamos sintiendo esta angustia, esta inquietud, no la acallemos y volvamos nuestros ojos al señor. Busquemos verle, como hace Herodes, pues no quedaremos defraudados. Si sientes este santo temor o este remordimiento por cosas que ya pensabas superadas y que sin embargo regresan recurrentemente a tu mente y a tu corazón, es porque el Señor está tocando tu puerta, esperando que le abras y lo dejes pasar. Cuando Él entre, por la otra puerta saldrá toda la podredumbre e inmundicia que tenías guardada en tu mente y tu corazón, déjala salir y ciérrale la puerta. Haz que el Señor ocupe toda tu existencia. Verás cómo solo entonces todo empieza a cambiar. Habrás empezado a caminar en el sentido de la Historia. Humildemente reconoce tus faltas, pide perdón por ellas, repáralas en todo lo que esté a tu alcance y sea posible, y empieza a transitar por el Camino que te señala el Señor con su Luz. No vuelvas a dejarte avasallar por el mal, por la pereza, por la desidia, por la comodidad, por la indiferencia, la soberbia, el orgullo y el egoísmo. Nada vale más que tu vida y la tendrás en abundancia, si oyes y cumples lo que el Señor te manda. No te dejes engañar. No vuelvas a tropezar. No te hagas el tonto; tú sabes muy bien quien es el Señor. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿ Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle.
Oremos:
Padre Santo, danos el coraje y la decisión de reconocer quién es el Señor en nuestras vidas, en nuestro fuero interno y de asumirlo de manera madura y firme, reconociendo nuestros pecados, pidiendo perdón por ellos, reparando todo aquello que esté a nuestro alcance y comprometiéndonos de aquí en adelante a vivir según tus mandatos…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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