Texto del evangelio Lc 9,1-6 – los envió a proclamar el Reino de Dios
1. Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades;
2. y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar.
3. Y les dijo: «No tomen nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengan dos túnicas cada uno.
4. Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se marchen de allí.
5. En cuanto a los que no los reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudan el polvo de sus pies en testimonio contra ellos.»
6. Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.
Reflexión: Lc 9,1-6
Seguimos con la misma lección. Hemos de aprender a oír y cumplir lo que el Señor nos manda, porque Él nos manda. No se trata de un modo de expresión figurado, algo que hay que interpretar, no. El Señor nos manda y nosotros tenemos que prestarle mucha atención y cumplir lo que nos manda. Nos lo repite de otro modo seguramente, porque sabe lo testarudos que somos. Hoy decimos sí y mañana no. Cambiamos muy fácilmente de parecer y una vez que las circunstancias se relajan un poco, una vez que la presión afloja, tendemos a cambiar de parecer, opinando distinto que al comienzo. Esta volubilidad es propia de los humanos. Dios no es así, ni quiere que nosotros lo seamos. Por eso nos manda. Él tiene una visión panorámica del Universo y la Historia, así que sabe por qué pasa cada cosa y qué es lo más conveniente en cada ocasión. Por eso nosotros, en vez de resistirnos, debemos oírlo y hacer lo que nos manda, alineándonos a sus planes. Decidir lo que vamos a hacer, poniendo en tela de juicio los mandatos de Dios, constituye una estupidez y una blasfemia, porque nadie está en capacidad para enmendar la plana s Dios, ni aun tratándose de nuestras vidas, porque en última instancia ni si quiera estas son nuestras, tal como nuestros cuerpos tampoco nos pertenecen. Todo es de Dios. Él nos ha creado y nos ha dado todo cuanto somos y tenemos, con el único propósito que un día no muy lejano nos volvamos a reunir con Él. Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar.
Pero el Señor no solo nos manda, sino que nos da la autoridad necesaria para hacer lo que nos manda. En otras palabras, si hacemos lo que nos manda estaremos yendo en el sentido correcto y aun cuando el mundo se oponga, avanzaremos por donde es debido premunidos del poder necesario que Él nos concede. Por lo tanto, hacer lo que Dios nos manda es Gracia de Dios, que hemos de pedir incansablemente. Hacer lo que Dios nos manda es caminar en el sentido correcto del tiempo y la Historia. Hacer lo que Dios nos manda nos va abriendo las puertas correctas, en este camino en ascenso al encuentro definitivo con nuestro Padre, en el Reino de Dios, donde la alegría y felicidad no tendrán fin. Por todo esto, oír y hacer es la clave que dará sentido a nuestras vidas. Para oír, hay que ser capaz de estar en silencio, de desconectar todo aquello que nos distrae, que interfiere; hay que entrar en una disposición del alma y del cuerpo que siendo propia de los Hijos de Dios, resulta difícil asumirla si nos dejamos avasallar por la rutina diaria del mundo moderno, que tiende a esclavizarnos y a coparlo todo, sin dejar el menor resquicio para la meditación y la oración sincera, que constituyen el ambiente preferencial en que Dios nos manifiesta Su Voluntad y nos ayuda a discernirla. Si no somos capaces de hacer silencio, si no podemos apartarnos del ruido que produce el mundo a nuestro alrededor y en nosotros, difícilmente podremos oír a Dios y seguiremos en la inercia cotidiana, por la que todos nos movemos, sin pensar, esclavos de nuestros sentidos y pasiones, actuando por instinto, como los animales, renunciando a nuestra capacidad de pensar, decidir y hacer en función de nuestra voluntad, para dejarnos arrastrar y esclavizar por el determinismo del “sacrosanto” sistema, al que no tenemos la capacidad de impugnar y al que terminaremos ajustándonos como si fuera la única alternativa que tenemos los humanos para vivir. Así, en aras de la vida, terminaremos rindiendo culto a una cultura de muerte, pecado y destrucción. Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar.
¿Cómo camina por la vida quién oye y cumple lo que Dios manda? Pues, ligero de equipaje. No necesita de nada, porque todo lo que requiere para seguir adelante proviene de Dios. Es la FE nuestro único recurso indispensable. Si creemos en Dios, le oiremos y haremos lo que nos manda y entonces comprobaremos que su carga es ligera, que nos movemos con toda facilidad, aun en contra de lo que antes parecían las más feroces tormentas. Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Si lo seguimos, no encontraremos nada a qué temer y nada se nos opondrá suficientemente como para hacer que desistamos de seguirlo. Jesús nos manda; tenemos una Misión que cumplir. No vamos a la deriva, por donde nos lleva la corriente, sino que tomamos las riendas de nuestra vida y remamos con destino al único puerto seguro, a aquél en el que nos espera nuestro Padre. No se trata de ir solos, sino con todo aquel que nos oiga y haga lo que el Señor manda. Es en este sentido, para eso que llevamos la Palabra de Dios, para que todos le conozcan y tengan la oportunidad de salvarse. Bendito sea el que nos recibe; sin embargo, no nos detengamos allí donde no nos quieren, porque cada quien tiene su tiempo y su momento y no está en nosotros cambiarlo. Nosotros debemos mantenernos firmes, con las velas desplegadas y navegando hacia Dios, llevando a todos los que se nos conceda. Hagamos lo que Dios nos manda. Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar.
Oremos:
Padre Santo, danos la fe necesaria para no flaquear y seguirte por los caminos que nos propones, llevando Tu Palabra en cada uno de nuestros gestos y acciones, de modo tal que arrastremos con el ejemplo y no nos detengamos ni conformemos nunca. Que mientras tengamos vida, la dediquemos a Tu Reino…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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