Texto del evangelio Lc 2,33-35 – caída y elevación
33. Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él.
34. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción –
35. ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»
Reflexión: Lc 2,33-35
Simeón profetiza a María y José lo que habrá de ser Jesús. Así que de muchas maneras se nos va anticipando quien es Jesús, de modo tal que podamos conocerle, creer en Él y seguirle. Creer en el Él es fundamental para nuestra salvación, por ello, aquí una razón más. Todos los profetas lo han anticipado y Simeón nos revela aquello que tal vez no podemos entender. Jesús no se ajusta al comportamiento general de las personas en nuestra sociedad, en nuestro mundo; no encontraremos en Él lo que en el común denominador. Él es distinto, porque Él pone en tela de juicio todo y lo redefine a partir del Plan de Dios, es decir, de lo que Dios ha dispuesto para nosotros, que casi nunca es coincidente con aquello que es apreciado por el común de los mortales. Esto quiere decir que el seguimiento de Jesús demandará una visión y acción diametralmente distinta y opuesta a la que estamos acostumbrados a considerar como natural. Jesús no encaja en nuestros moldes, lo que en buen romance quiere decir que no estamos organizados ni viviendo como Dios quiere. Esto es grave. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción
Si queremos seguir a Jesús, tenemos que estar dispuestos a aceptar este cuestionamiento al estatus quo y a consentir que esta no es la mejor forma de vivir; tenemos que estar dispuestos a cambiar. Pero ocurre que, en general, estamos constantemente procurando adaptar a Jesús a nuestro modo de vida, haciendo que bendiga lo que hacemos, lo cual es imposible. Hemos equivocado la perspectiva. No somos nosotros los que hemos de decirle a Dios lo que está bien o lo que está mal y cómo deben ser las cosas, sino que es Él quien formula la Verdad y nosotros, dejándonos iluminar por ella, debemos seguirla. Esto es prácticamente un cataclismo para la sociedad establecida, para nuestras costumbres, nuestro sistema valorativo y nuestra forma de ver las cosas y de vivir. No se trata de cuidarnos, sino de darnos. No se trata de acumular riquezas, sino de dar. No se trata de acaparar y guardar para nosotros, sino de compartir generosamente con los menos favorecidos, con los que necesitan. No son, por lo tanto, las leyes de este mundo las que nos deben gobernar, sino la Ley de Dios, que es superior. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción
Esta es la advertencia que hace Simeón a María y José y que nosotros debemos tener en cuenta al optar por lo que más nos conviene, es decir, el seguimiento de Cristo. No esperemos, pues, que bendiga lo que estamos haciendo, porque es muy probable que lo cuestione, que nos lleve a reconsiderarlo. Si estamos imitando el comportamiento de alguien o ajustándonos a ciertos parámetros culturales de nuestra sociedad, tal vez debemos considerar replantearlos. Tal vez estas personas o estos hábitos no sean los más convenientes desde la perspectiva de la Misión encomendada por Jesucristo, nuestro Señor. Tengamos en cuenta que cuando decimos “nuestro Señor” no estamos destacando que es de nuestra propiedad, sino que por el contrario, estamos a Su servicio; y estar a Su servicio es hacer Su Voluntad, que la encontramos de modo genérico expuesta en los evangelios y de modo específico, en nuestras vidas, en la oración. Las Bienaventuranzas han de constituir nuestro modelo y los dos mandamientos en los que Jesús resume todo, los parámetros fundamentales de nuestro comportamiento. Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, sin matices, ha de ser nuestra norma. Hacerlo puede significar un verdadero terremoto para nuestra forma de vida, tan ajustada al maligno, es decir a propósitos contrarios al Evangelio. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción
Oremos:
Padre Santo, danos el valor de cambiar nuestra vida y todas aquellas costumbres que lo único que hacen es alejarnos de Ti, de Tu Palabra y el Plan que Tu trazaste para nosotros…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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