Biblia

Lucas 6,20-26 – Bienaventurados

Lucas 6,20-26 – Bienaventurados

Texto del evangelio Lc 6,20-26 – Bienaventurados

20. Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios.
21. Bienaventurados los que tienen hambre ahora, porque serán saciados. Bienaventurados los que lloran ahora, porque reirán.
22. Bienaventurados serán cuando los hombres los odien, cuando los expulsen, los injurien y proscriban su nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.
23. Alégrense ese día y salten de gozo, que su recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.
24. «Pero ¡ay de ustedes, los ricos!, porque han recibido su consuelo.
25. ¡Ay de ustedes, los que ahora están hartos!, porque tendrán hambre. ¡Ay de los que rían ahora!, porque tendrán aflicción y llanto.
26. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de ustedes!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.

Reflexión: Lc 6,20-26

El seguimiento de Cristo no es fácil; se trata de un camino cuesta arriba lleno de obstáculos, que pocos están dispuestos a tomar, porque pareciera acarrear puras desgracias, marginación, persecución, denigración e incluso la muerte. Seguir a Cristo es correr el riesgo de ser señalado, humillado, maltratado, despojado e incluso asesinado. Lo vemos constantemente. Las personas justas y nobles parecen no tener lugar en la sociedad. Son tomados por tontos, pocos los imitan y todo el que puede miente al respecto, para tratar de desprestigiarle y aislarle, para no verse obligado a seguirlo. El que decide marchar por la justicia, la paz y el amor, siguiendo a Cristo, se expone al desprecio, a la exclusión y aun al maltrato físico, hasta el extremo de poner en peligro su vida. El mundo en el que nos desenvolvemos cotidianamente da muestras de una gran falsedad e hipocresía, por lo que difícilmente se encuentran las personas honestas e integras que cumplen con su función, priorizando el servicio a los demás por sobre todo. Mucha gente no cumple con su deber, lo que comienza por los puestos más altos de nuestra sociedad –presidentes, congresistas y ministros- y se va contagiando a todos los sectores, como si se tratara de una práctica normal, con la que todos debemos ser condescendientes y comprensivos. Al menos, eso es lo que ocurre en el Perú. Bienaventurados serán cuando los hombres los odien, cuando los expulsen, los injurien y proscriban su nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.

Hoy después de poco más de un año tuve que volver por una emergencia al hospital donde falleció mi madre. Fue imposible evitar recordar cómo la pobre ancianita falleció ahogada en cuidados intensivos porque –según lo que pude ver- le pusieron mal la sonda que debía proveerle la alimentación necesaria, ya que se encontraba en una situación de inconsciencia que hacía imposible que se alimentara por sus propios medios. Mi madre, como todos los mortales, tenía que fallecer y seguramente era Voluntad de Dios que sufriera lo menos posible, por lo piadosa, humilde, generosa y buena que había sido toda su vida. Solo tres días estuvo internada antes de dejarnos definitivamente. Fue esta idea la que me hizo desistir de hacer un escándalo y enjuiciar al hospital, pensando que tal vez Dios así lo había querido y nada que pudiéramos hacer le devolvería la vida y mucho menos la salud que en unos pocos días se había deteriorado tanto. Pero yo pude ver trato negligente y comportamiento indiferente y despectivo en las enfermeras y personal médico a cargo de quienes estuvo sus últimos momentos. Observé que la sonda estaba mal puesta y que mi madre se ahogaba, a lo que me respondieron que no era cierto y que todo estaba bien. Impotente, me alejé un momento de la sala al no poder soportar lo que veía. Cuando volví a los pocos minutos, mi madre no respiraba y ninguna de las enfermeras se había dado cuenta, porque sostenían una entretenida plática. Fue realmente indignante…¡Ni se inmutaron! Callé. No dije nada. Pero lo que pude ver fue indolencia, indiferencia; falta de humanidad. Toda la vida he peleado y denunciado todo lo que me parecía resultado de la indiferencia y el poco cariño que ponemos en hacer las cosas, en tratar a nuestro prójimo…Esta vez callé. No había nada que dijera o pudiera hacer que le devolviera la vida y tal vez este rápido fin, había sido lo mejor para ella, pero sé que tuve una radiografía del deterioro moral por el que pasa nuestro pueblo. Bienaventurados serán cuando los hombres los odien, cuando los expulsen, los injurien y proscriban su nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.

Hoy pude observar que no había un policía en la entrada de emergencia y recordé que años atrás eso era lo primero que podías encontrar en esta área, porque no faltaban los que venían accidentados o como resultado de una reyerta. Como era de madrugada, tampoco había personal de vigilancia. Desde el punto de vista de seguridad, entre como Pedro en su casa, sin que nadie dijera nada. Más allá que esto esté bien o no, es un hecho que el Hospital cuenta con personal de vigilancia las 24 horas, solo que como no hay nadie que supervise, a esa hora seguro estaba durmiendo al interior de su cabina, porque cuando ya clareó el día lo pude ver muy activo en su puesto. Luego del examen médico eran necesarios unos análisis, así que fuimos al laboratorio de emergencia donde fue preciso levantar la voz y tocar la puerta para que una adormitada enfermera saliera de una habitación contigua arrastrando los pies y con cara de pocos amigos, porque la habíamos despertado para atendernos. Fue imposible evitar pensar que seguramente aprovechaba para dormir porque tenía otro trabajo en el día, del mismo modo que el vigilante también dormía por lo mismo y ni qué decir del policía, que con su conocido régimen 24×24 seguramente se había reportado en su puesto para todos los efectos formales, pero estaba haciendo otra cosa. Ni qué decir de los médicos, que conforme avanzaban las horas empezaron a salir vistiéndose por los corredores. Muchos de ellos irán a atender su consulta particular y seguramente trabajarán simultáneamente en un puesto en el Hospital. ¿Cómo lo hacen? Nadie lo sabe, pero es lo mismo que hacen muchos asesores del Congreso de la República, según denunció la prensa, que son contratados como asesores de algún Congresista y sin embargo siguen atendiendo sus despachos privados o ejerciendo en universidades u otros puestos. ¿Es que hemos desarrollado el Don de la Ubicuidad? No, desde luego. Lo que ocurre es que como parte de un enorme deterioro ético y moral, nos hemos vuelto permisivos y tolerantes, por lo que en atención a que todos tienen derecho a agenciarse ingresos como pueden, permitimos que se den este tipo de situaciones, que siendo generalizadas, ponen en peligro la idoneidad de los servicios que se prestan. No son pocos los choferes de buses de pasajeros que estrellan sus unidades porque trabajan más horas de las que humanamente pueden soportar y se duermen al volante. Bienaventurados serán cuando los hombres los odien, cuando los expulsen, los injurien y proscriban su nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.

¿Qué tienen que ver estas reflexiones con la lectura? Que no hay forma de evitar que el que trata de actuar correctamente choque con el mundo entero, porque para todos los que de uno u otro modo logramos acomodarnos, jugando con las reglas del sistema, nos resulta mortificante que alguien venga como un “salvador” tratando de poner todo en su lugar, porque así nos exponemos a perder prerrogativas y beneficios que habíamos logrado obtener acomodándonos y haciéndonos un espacio en esta jungla. ¿De qué otro modo se explica que en el Perú, por ejemplo, cuando hay un accidente de tránsito se descubre que el chofer no tenía licencia o que tenía miles de papeletas y multas impagas, por multitud de infracciones? Lo que pasa es que el policía de tránsito cuando no puede eludir su responsabilidad y pone una multa en vez de cobrar una comisión, pasa la papeleta a cobranza y se desentiende. La entidad encargada de cobrar casi nunca cobra y nadie le hace seguimiento a esta situación, a pesar que existen entidades encargadas. Lo mismo ocurre con la delincuencia, el poder judicial, la salud, la educación o el sistema de pensiones. Paulatinamente todo se ha ido desnaturalizando y el mundo entero se ha acomodado y acostumbrado a sacar provecho de la situación. Los médicos no entregan facturas ni pagan impuestos, al igual que los abogados e ingenieros. Las tierras del estado son invadidas por mafias en coordinación con las autoridades y entidades que prestan servicios de saneamiento y luego vendidas al precio que se les antoja al pueblo. El robo, la extorsión, el chantaje y el amedrentamiento se han vuelto pan de cada día, sin que nadie sea capaz de intervenir, combatir y sancionar, lo que hace cada vez más difícil la convivencia social. Así, cada vez resulta más difícil vivir rectamente, llevando paz y esperanza a los que más sufren, que terminan por consentir que nada es posible sin imponerse por la fuerza y la violencia. ¡Qué difícil resulta ser buen cristiano en estos tiempos! Hay que tener valor para enfrentarse a “tiros y troyanos”, ya que de los dos lados vendrán las condenas. Sin embargo, son las promesas de Cristo las que nos deben alentar a seguir, recordando que es por amor al Padre y a nuestros hermanos que obramos y lo aguantamos todo, incluso la muerte. Bienaventurados serán cuando los hombres los odien, cuando los expulsen, los injurien y proscriban su nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.

Oremos:

Padre Santo, no permitas que cedamos ni nos dejemos atemorizar por los violentos, por los que inspirados por el maligno pretenden imponerse a cualquier precio, abusando de los más humildes, los débiles, los pobres y los indefensos. Que no abandonemos nuestra lucha en defensa de los no nacidos…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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