Marcos 7,31-37 – ¡Ábrete!
Texto del evangelio Mc 7,31-37 – ¡Ábrete!
31. Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis.
32. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él.
33. El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua.
34. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: ¡Ábrete!
35. Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente.
36. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban.
37. Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
Reflexión: Mc 7,31-37
Cuando leemos este pasaje, lo primero que nos llama la atención son los gestos de Jesús. Él puede curar con una sola mirada, con un solo pensamiento o con una frase, sin embargo muchas veces lo vemos haciendo y diciendo algo para curar. ¿Por qué razón? No podemos pensar en otra que el darnos ejemplo, es decir, enseñarnos algo. ¿Qué nos muestra? Que algo tenemos que hacer relacionado con el mal identificado que aqueja a nuestro hermano unido a la oración profunda y la fe, manifestada con energía. Es Dios el que finalmente sana y cura, pero no lo hará sin nuestra participación, implorándolo con fe y actuando de algún modo, corrigiendo el mal. Nos atrevemos a decir que es como una receta puesta a nuestro alcance, que podremos practicar –por Gracia de Dios-, si se cumplen todos estos requisitos. El mal está presente en uno de nuestros hermanos, cuya comunidad no es indiferente y busca activamente su curación; por ello lo llevan a Jesús. Por Su arte, Él implora a Dios, practica un rito de curación acompañado de gestos físicos, destinado a desbloquear y poner en actividad los órganos involucrados y ordena con energía su funcionamiento. Eso es todo. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: ¡Ábrete!
¿Qué nos podría faltar para lograr un prodigio similar al que Jesús lleva a cabo? En principio tendremos que reconocer que no somos Jesucristo; esto parece lo más obvio y evidente. Muy rápidamente reconoceremos en nuestras mentes que nada de esto está a nuestro alcance por esa razón. Sin embargo, en ese razonamiento olvidamos algo fundamental: la fe. Que nosotros no seamos Jesucristo, no impide que podamos hacer prodigios similares y aún más grades, tal como Él mismo nos lo dice. En verdad, en verdad les digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidan en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo (Juan 14,12-13) El asunto en realidad radica en si le creemos o no. Estas son palabras muy fuertes que ponen al desnudo nuestra fe, como un reactivo químico tiene la propiedad de descubrir ante nuestros ojos si el agua que bebemos tiene cloro o no. Unas cuantas gotas bastan para descubrir lo que permanecía engañosamente oculto a nuestros ojos. Si el agua se pone amarilla, tiene cloro; si permanece transparente no lo tiene. Nosotros: ¿tenemos fe? Pues creemos que bien valdría examinarnos al respecto y una vez constatada la realidad en forma sincera, prepararnos a fortalecerla y reparar lo que sea necesario con el propósito de afianzarla y profundizarla. ¿Hay algo que podamos hacer para hacer que nuestra fe crezca más que un granito de polvo? La fe es Gracia de Dios que el Señor nos dará en el tamaño y proporción que sea necesaria. Entonces, no depende de nosotros, es algo que debemos constatar en primer lugar, con mucha humildad. Si queremos tenerla, debemos pedirla, llevando una vida de oración y servicio a nuestros hermanos, centrada en el amor. Si amamos a Dios por encima de todo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos y hacemos de nuestras vidas una oración permanente, el sabrá darnos la fe necesaria en el momento propicio. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: ¡Ábrete!
Hemos de escuchar a Cristo y hacer lo que nos manda. Si hacemos Su Voluntad, nada podrá oponerse, porque estaremos del lado correcto y cualquier obstáculo que surja, por infranqueable que parezca, finalmente quedará superado, porque el Señor ha vencido a la mentira, la oscuridad y la muerte. Si hemos de usar rayos laser, un bisturí, imanes, hierbas, minerales o nuestras manos, dependerá de lo que tengamos a nuestro alcance y posibilidad. La curación finalmente la proveerá Dios como respuesta a nuestra fe inquebrantable. Y esto que decimo a nivel médico, también lo podemos aplicar a la política, a la economía y a las relaciones sociales en general. Hemos de participar con decisión, implorando su ayuda para desatar cuanto nudo y obstáculo al amor, al bien, a la justicia y solidaridad encontremos. Dios nos ha creado para ser felices, lo que solo alcanzaremos en la medida en que nos amemos y aprendamos a vivir en comunidad, ocupándonos unos de otros. Él hará su parte, cuando nosotros hagamos la nuestra, no como una condición, sino como una solución de continuidad. La decisión está en nuestras manos; es preciso que la tomemos evidenciándola mediante nuestros actos y pidiendo a Dios Su auxilio. Pongámonos en marcha, que Él complementará lo que sea necesario para alcanzar el fin propuesto. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: ¡Ábrete!
Oremos:
Padre Santo, ayúdanos a escudriñar y discernir Tu Voluntad en nuestras vidas y danos la fe, el valor y la perseverancia para llevarla a cabo …Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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