Biblia

Juan 12,24-26 – el Padre le honrará

Juan 12,24-26 – el Padre le honrará

Texto del evangelio Jn 12,24-26 – el Padre le honrará

24. En verdad, en verdad les digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto.
25. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna.
26. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.

Reflexión: Jn 12,24-26

Jesucristo nos enseña cómo debemos de vivir; cuales habrán de ser nuestra prioridades; qué orden debemos tener en nuestras vidas. No se trata de un asunto que podamos tomar a la ligera, ni que sea compatible con cualquier cosa que hagamos, como el trabajo aquél que algunos realizamos por unas pocas horas al mes o a la semana y que tiene muy poco o nada que ver con nuestro trabajo oficial. Como por ejemplo trabajar “oficialmente” como contable en una empresa durante toda la semana y los fines de semana desempeñarse como árbitro de fútbol o de básquet en alguna liga local. Que conozca los trámites y obligaciones tributarias como un gran experto y que incluso desarrolle consultorías al respecto, no me hace ni mejor ni peor árbitro. Del mismo modo, la bronca del fin de semana de algunos hinchas por la inconformidad de los resultados, no le afecta a mi trabajo como contable en la semana. En cambio, si soy cristiano, no puedo hacer fraude ni tolerarlo ni en la cancha, ni en la oficina, aun cuando tenga amigos que me gustaría que ganen en uno de los equipos o conozca alguna forma de defraudación tributaria que podría favorecerles a mis clientes. He de comportarme siempre con rectitud en todo lugar. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.

¿Cuántas veces, por el trabajo que desempeñamos, nos ofrecen un dinero extra para favorecer a alguien, para hacernos los desentendidos o para torcer un veredicto? ¿Cuántas veces nos detenemos a pensarlo? ¿Y cuántas veces, luego de consultarlo a quienes no debíamos, terminamos aceptando la comisión porque es un dinero que necesitamos, nos servirá, nadie se enterará y además, todos lo hacen? Este es precisamente el germen de la corrupción que campea en gran parte de las administraciones públicas en casi todos los países del mundo, pero especialmente en los latinos y dentro de ellos en el Perú. A tal extremo llega la cosa, que se ha convertido de lejos en el primer problema nacional, después de la inseguridad ciudadana, a la cual alimenta. Claro, porque en un país que todo se compra y todo está en venta, la gente ya no cree en nadie, ni respeta a nadie, porque cree que todos tienen un precio y la justicia depende de cuánto y a quién le pagas. Eso se ve en todas las esferas, desde los más encumbrados (léase presidente, ministros, jueces o congresistas) hasta en los más humildes. Se trafica con todo y ni los títulos son garantía de propiedad absoluta de nada. Al menor descuido se pierde una herencia ancestral o terminas en la cárcel imputado por un crimen que no has cometido, del cual has sido sindicado por testigos comprados. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.

¿Qué hemos de hacer ante esta situación? Lo que el mundo entera aconseja es hacer lo que todos y en el peor de los casos, si no quieres participar, hacerte el ciego, sordo o mudo, para no ver nada, ni oír nada, ni decir nada. La mejor recomendación que se da a los justos -que son tenidos por tontos-, es mantenerse al margen y lamentablemente una gran mayoría lo hace, aferrándose a sus puestos, a sus propiedades o a su integridad personal y/o familiar. Resulta apropiado, cómodo y más fácil mantenerse ajeno y al margen cuando surgen presiones de todos lados amenazando desestabilizar tu vida en todos los aspectos, desde el económico hasta el social y aun social y moral. Es así que se producen ataques, robos, ultrajes y estafas a vista y paciencia de público, entre ellos jueces y policías, que se quedan quietos, paralizados, en vez de actuar. Ello llevó a Ghandi a decir que “lo más malo de la gente mala es el silencio de la gente buena”. Y es que el Señor nos llama a actuar sin reparos en defensa de la verdad, la justicia, el amor y el bien, pero no le hacemos caso. No podemos permanecer indiferentes, ni dejar de involucrarnos solo por temor a perder nuestra comodidad, nuestro bienestar o incluso nuestra vida. Si Dios es primero, hemos de estar dispuestos a demostrarlo en estas situaciones de la vida cotidiana y no lo estamos manifestando cuando callamos y miramos para otro lado. Aun cuando nadie nos haya visto, ni nadie nos pueda culpar; basta que nosotros lo sepamos para condenarnos. Hemos de pedir perdón y reparar lo que hicimos o dejamos hacer a otros, cuando muy bien pudimos impedirlo con nuestra oportuna intervención. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.

No pensemos en las Cruzadas, ni en embarcarnos en una Guerra Santa, sino simplemente en no dejar que traten mal a un anciano, porque es viejo, débil, enfermo o no puede defenderse. No dejar que atenten contra un niño, contra un bebe o contra una mujer, ya sea porque el bebe es producto de una violación, porque tienen algún mal congénito o porque sus padres no los quieren. No permitamos que se trafique con el sexo, degradando a hombres, mujeres y niños tan solo para satisfacer el instinto de unos infelices alienados a los que les han hecho creer que es normal que sus gónadas gobiernen sus cerebros, mientras unos cuantos se llenan los bolsillos de plata sucia. Digamos no a la pornografía, no a la prostitución, no a las drogas de cualquier clase, no a la violencia, no a la guerra, no a la explotación, no a la corrupción, no al fraude, no a la mentira, no a la muerte, no al abuso, no al egoísmo, al consumismo desenfrenado, no al derroche ni al consumo irracional. Pensemos en nuestro planeta como una fuente agotable de recursos que por eso mismo deben ser utilizados racionalmente y con mesura, procurando atender las necesidades de todos, pero especialmente de los más pobres. Propongámonos obrar cristianamente siempre y no atender, ni aceptar ninguna propuesta que atente contra la vida, contra nuestro prójimo o contra Dios. No tengamos miedo, que si estamos con Dios, aunque nos quedemos solos, nadie podrá contra nosotros. Porque nada ni nadie pueden contra Dios, aunque en un primer momento pudiera parecer lo contrario. Tengamos siempre presentes las promesas de Cristo. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.

Oremos:

Padre Santo, no permitas que nos acobardemos, ni que nos dejemos atemorizar por nadie. Cuando llegue el momento haz que nos quemen los labios, las manos y aun los pies, a fin de ponernos valerosamente en Camino…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, quien vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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