Texto del evangelio Mt 8,1-4 – si quieres puedes
1. Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre.
2. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme. »
3. El extendió la mano, le tocó y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante quedó limpio de su lepra.
4. Y Jesús le dice: «Mira, no se los digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.
Reflexión: Mt 8,1-4
No puede dejar de asombrarnos la brevedad de este diálogo que va muy de acuerdo con palabras anteriores del Señor en las que nos hace ver que no quiere demasiada cháchara, demasiada palabrería hueca e insulsa, porque no es necesaria, pues Él sabe lo que necesitamos y queremos antes que si quiera lo pensemos. A esa convicción debe conducirnos la fe y no a seguir dándole vueltas y vueltas siempre a la misma historia, que es como muchos de nosotros nos hemos acostumbrado a orar…siempre lo mismo, reprochándonos lo mismo y sobre todo apabullándolo de pedidos de toda clase y género, que por lo general también giran en torno a lo mismo. Pidamos fe, pidamos esperanza, pidamos que se haga Su Voluntad, que seamos instrumentos, siempre disponibles y desprendidos. No nos andemos mirando siempre el ombligo, que hay mucho que hacer y poco tiempo disponible. Pongámonos manos a la obra, con la convicción y confianza que Él siempre estará con nosotros, incluso persuadiéndonos para no cometer errores, ni equivocarnos. Nuestra fe tiene que ser como la de este leproso y así nuestra oración: fuerte, breve, concisa, al punto y convencidos que todo está en sus manos. Ya podemos ver los resultados. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme. »
Todos sabemos lo que es la lepra y si nos falta información podemos acudir a Internet. Esta enfermedad siempre ha sido considerada incurable hasta hace un siglo que recién se pudo diagnosticar adecuadamente y tratarla. De cualquier modo los estragos físicos que causa a las personas son atroces y notables, al punto que los leprosos hasta el siglo XIX siempre fueron segregados y condenados a vivir aislados y con resignación su enfermedad. Curar esta enfermedad era un imposible, más aun en tiempos de Jesús y mucho menos de este modo instantáneo. Así que aquí estamos ante dos hechos notables: primero la fe de este leproso, que sin ningún titubeo ni duda, sabe lanzar el reto a Jesús, lo que permite reconocer inmediatamente que él sabía quién era Jesús. Se trata, pues, de una persona modesta, enferma, segregada que -podemos imaginar-, sufría lo indecible. Estar solo, abandonado, segregado y ser un apestado para los demás era la condena que debían sufrir estas personas, además de los dolores y molestias de su propia enfermedad. Cuando nos sentimos deprimidos, desolados y abandonados, sería bueno hacer el ejercicio de ponernos en los pies de aquel leproso que a pesar de todo no abandonó su fe. Sí, hay una exigencia formulada a Jesús, con firmeza, sin preámbulos ni argumentaciones ociosas e innecesarias. Este es un buen ejemplo de lo que debe ser la fe para nosotros. Creemos y entones salimos al encuentro, salimos al paso o no creemos y nos quedamos lamentándonos de nuestras desgracias, nuestra soledad, la incomprensión y la falta de esperanzas. Tenemos que decidir y esta decisión nos debe llevar a obrar, a actuar. La fe se evidencia en la acción, en el proceder, no en las palabras. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme. »
En segundo lugar y no por eso menos importante, hemos de observar en esta escena que es Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, el que está entre nosotros actuando, conforme a nuestra fe. No es un buen hombre, de ideas excepcionales…un tipo fuera de serie, no. No es solamente eso. Es muchísimo más. Es Dios hecho hombre. Si no somos capaces de distinguir este rasgo fundamental, seremos lo que sea, menos cristianos. Así que aquí tenemos una tarea para resolver hoy, que debe ser motivo de nuestra profunda reflexión. ¿Creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre para salvarnos? ¿Creemos que Él tiene el poder de salvarnos? ¿Creemos que Él es finalmente el Todopoderoso? Porque son tres Personas distintas, pero un solo Dios Verdadero: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Hay algún misterio que no llegamos a comprender? ¡Claro que sí! ¿Quién ha dicho que no hay muchos misterios aquí? Todo es misterioso, porque nada se explica si no creemos en Dios. Entonces, creer es fundamental. Hemos de creer y entrar al Reino de los Cielos, u olvidarnos de él. Dios es finalmente la piedra que desecharon los constructores. Sin esta pieza, no puedes armar el rompecabezas. La tomas o la dejas. Este testimonio, como tantos otros, ha sido escrito para que creamos. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme. »
Pero no dejemos de recordar que sumados a estos testimonios tenemos innumerables testimonios nuestros, de acontecimientos y hechos que nosotros mismos hemos vivido en nuestras propias vidas, como recordábamos hace unos pocos días. Hechos extraordinarios de los que hemos sido testigos y que están grabados en nuestras memorias, como los sucesos que nos narra el Evangelio. Así que tampoco podemos decir que somos del todo ajenos a la presencia de Dios en nuestras vidas. Ayer me encontraba con una muy buena amiga después de muchos años y me asombró la profunda fe que tenía y el grado al cual la conmovía Jesús, de quien me confesó estar enamorada. ¿Y cómo no había de estarlo si hacía alrededor de 10 años había estado desahuciada, con un perforación intestinal y con septicemia en un hospital público, sin nada más que hacer por ella? Sin embargo curó y aunque es soltera y su vida es algo solitaria y complicada, vive para contarlo, para testimoniarlo, habiendo asumido el amor y servicio a los suyos como su misión. Tiene un hermano al que cuida ejemplarmente y aunque tiene dificultades para resolver su día a día, este es un reto al que hasta ahora ha sabido responder con coraje y obstinación, además de mucha oración y una fe inquebrantable. Es fe lo que necesitamos. Esa es la respuesta que espera el Señor. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme. »
Oremos:
Padre Santo, acrecienta nuestra fe. Que cada día sea un abandonarnos por completo a Tu Voluntad, confiando en que Tú sabrás sacar de estos instrumentos la mejor nota, la nota esperada, la nota necesaria, la nota que de consuelo, esperanza y fe. Que seamos levadura en la masa…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
(0) vistas