Biblia

Masculinidad tóxica

Masculinidad tóxica

por Mario Machado

Ciertos modelos culturales asignados a los varones perjudican la genuina expresión del hombre tal como lo pensó Dios.

El general retirado H. Norman Schwarzkopf, uno de los militares norteamericanos más famosos de los últimos años, conocido como «el oso», es admirado por sus soldados por su carácter, determinación y, sobre todo, por su incuestionable valor. Lo sorprendente es que en cierta entrevista para la televisión, al hablar de su familia y la de sus soldados, el general lloró de forma muy sensible. Cuando la periodista resaltó este detalle, el aguerrido general declaró frente a las cámaras «un hombre que no sabe llorar me asusta muy poco».Este valeroso militar es conocido por su sensibilidad ante la vida, lo que lo convierte en un modelo digno de admirar por los hombres y las mujeres bajo su mando. La vida del general Schwarzkopf contrasta notablemente con el común de los hombres contaminados por una «masculinidad tóxica». La masculinidad tóxica se refiere a los efectos nocivos que producen en la vida de los varones, los roles y determinantes de género asignados por la cultura, conocida comúnmente como «machista o patriarcal». Es tóxica por cuanto daña al varón debido al alto precio que tiene que pagar para cumplir con los estereotipos de género culturales de masculinidad (construcciones culturales que adjudican a lo masculino y a lo femenino rasgos diferenciales que deben adoptarse en el proceso de incorporación a la cultura). Una de las manifestaciones de esa toxicidad es el conjunto de miedos que el varón debe sobrellevar. Estos temores se ocultan muchas veces detrás de la violencia, los celos patológicos y el control enfermizo que pretende ejercer el varón sobre la mujer y sus propios hijos. La masculinidad tóxica se refiere a los efectos nocivos que producen en la vida de los varones, los roles y determinantes de género asignados por la cultura, conocida comúnmente como «machista o patriarcal»Algunos de estos temores:El miedo a no ser lo suficientemente masculino.La identidad masculina se construye culturalmente como lo opuesto a lo femenino. Desde la niñez se condiciona al niño a ser fuerte, a no llorar, a no mostrar debilidad física ni mucho menos emocional.Miedo a no ser lo suficientemente potente sexualmente hablando.Uno de los mitos culturales se refiere a que un verdadero hombre debe poseer una potencialidad sexual inagotable. La presión que este mito produce en el varón es tan grande, que en la edad madura el declive natural de la sexualidad masculina puede ser causa de una verdadera crisis de identidad y resquebrajamiento de la autoestima.Miedo a mostrarse débil.A diferencia de las mujeres, los varones suelen creer que un verdadero hombre no debe manifestar fragilidad, dichos como «los hombres no lloran» son determinantes en la construcción de lo masculino desde la niñez. Por lo general, las mujeres no encuentran inconveniente en mostrar sus emociones o pedir ayuda, por el contrario, el varón no se siente en libertad de buscar ayuda y sufre en silencio.Miedo al fracaso. Mientras que las mujeres suelen estar orientadas hacia lo relacional, el varón suele estarlo hacia el éxito en cuanto logros; pero estos logros son estereotipos sociales caracterizados por los símbolos externos de una sociedad materialista. Por ello, existe una mayor probabilidad de que el varón se concentre en lograr símbolos externos de éxito que de cultivar relaciones interpersonales profundasEs muy importante notar que lo que conocemos como «machismo» o cultura patriarcal no solo daña a la mujer, sino que, de forma más directa, al mismo varón. En efecto, es el varón la primera víctima de la cultura machista. Estudios realizados en los Estados Unidos de América y en diversos países de Latinoamérica mostraron que el varón vive un promedio de entre siete y nueve años menos que una mujer (Ardí y Jiménez, 2001). Los psicólogos sociales desde hace mucho tiempo saben que los niños reciben menos afecto que las niñas, y los varoncitos son educados a no exteriorizar los sentimientos por ser esto considerado propio de la feminidad. Se calcula que los jóvenes son internados en instituciones mentales y en reformatorios siete veces más que las jóvenes de la misma edad. El índice de suicidio resulta unas cuatro veces más alto en varones que en mujeres, al igual que diversas conductas autodestructivas (Oliver, 1995).En la actualidad existe un recrudecimiento en el deterioro de la identidad masculina, como fruto del proceso de la liberación femenina, por un lado, y, por otro, la pesada carga de lo asignado al varón por la cultura. La mujer está en un proceso de redescubrir su potencial y fortaleza interna. Ha demostrado que puede competir con el varón en la mayoría de los ámbitos que se proponga. Esto mismo genera un profundo temor en el varón por cuanto siente que está perdiendo el poder sobre la mujer y los hijos. Si el varón pierde el poder y el control que lo caracterizó, y si reconoce que el mito de la superioridad de lo masculino sobre lo femenino no es más que eso, un mito, entonces, ¿en dónde radicará la fortaleza del varón?, ¿cómo poder superar la masculinidad tóxica que nos ha impuesto la misma cultura?, ¿cuál será el punto de referencia de una nueva y más humanizada masculinidad?Indudablemente en la historia del hombre, el modelo por excelencia de esta «nueva» masculinidad fue Jesús, vivió dos mil años atrás en un contexto cultural hebreo dominado totalmente por el machismo o patriarcado, sin embargo, uno de sus muchos legados es un concepto totalmente diferente de masculinidad, que se refleja en su forma de actuar en lo cotidiano:

  • No cayó en la trampa de tener que demostrar nada a nadie a pesar de que fue sumamente cuestionado.
  • Fue insultado pero no perdió su compostura.
  • Fue tierno con los niños, demostró ternura e incluso lloraba en público si sentía esa necesidad.
  • Fue duro con los hipócritas y confrontó sin vacilar a quienes lo merecían.
  • Fue gentil con las mujeres, los niños y los hombres en general, sabía amar y demostrar el afecto, era ecuánime.
  • Sabía reír, llorar, abrazar.

Jesús muestra que un hombre puede ser fuerte y valeroso, pero al mismo tiempo, tierno y sensible. No busca el poder y el dominio para controlar, su objetivo es amar y considerar a los demás.Lo anterior nos deja un reto maravilloso. Podemos desintoxicarnos de esa contaminación ideológica de la cultura que impulsa al hombre a buscar el control, el dominio y el poder a toda costa y, que al final, lo hunde en el miedo y la soledad. Podemos superar la masculinidad intoxicada por los celos enfermizos y los delirios de poder. Pero para ello, debemos descubrir que poseemos la capacidad de amar y sentir, en otras palabras que podemos desarrollar la capacidad de intimar y cultivar relaciones profundas sin necesidad de máscaras.

El autor es Psicólogo y trabaja con Enfoque a la Familia de Costa Rica. Derechos reservados por © Enfoque a la Familia de Costa Rica, www.enfoquealafamilia.com. Se usa con permiso.