Biblia

Sé tu propio héroe

Sé tu propio héroe

por Eugene Peterson

Los modelos y las celebridades de nuestro tiempo nunca lograrán ofrecernos nada que reemplace nuestra propia aventura en Cristo.

El gran misterio es por qué tantas personas viven con tanta pobreza. Más que pecaminosamente, con necedad. Más que cruelmente, con estupidez. Existe poco qué admirar y mucho menos qué imitar en las personas destacadas de nuestra cultura. Tenemos celebridades, pero no santos. Famosos animadores entretienen a una nación de aburridos insomnes. Criminales infames llevan a cabo las agresiones de tímidos conformistas. Atletas consentidos y vanidosos juegan en lugar de holgazanes y apáticos espectadores. La gente, aburrida y sin propósito, se entretiene a sí misma con basura y trivialidades. Ni la aventura de la bondad ni la búsqueda de la rectitud ocupan los titulares. Si miramos, por otro lado, alrededor de nosotros para saber lo que significa ser una persona madura, íntegra y bendecida, no encontraremos mucho para ver. Estas personas están, quizás muchas más de las que hubo nunca, pero es difícil localizarlas. Ningún reportero las entrevista. Ningún show las toma en cuenta. No son admiradas. No son imitadas. No marcan la moda. No poseen valor monetario alguno. No se les otorga un Oscar a la integridad. Al finalizar el año nadie elabora una lista con las diez vidas más decentes. Sed por la integridad De todas maneras, seguimos profesando una sed insaciable por la integridad, un hambre por la rectitud. Cuando nos disgustamos verdaderamente con los cretinos y farsantes que enfrentamos a diario, como celebridades, algunos de nosotros volvemos a las Escrituras para satisfacer nuestra necesidad de alguien a quien imitar. ¿Qué significa ser un verdadero hombre, una verdadera mujer? ¿Qué forma toma en la vida diaria la humanidad auténtica y madura? Cuando vamos a las Escrituras en busca de ayuda en este tema, podemos sorprendernos. Una de las primeras características que nos impresionan sobre los hombres y mujeres de las Escrituras es que fueron decepcionadamente poco heroicos. No encontramos ejemplos morales espléndidos, ni modelos virtuosos impecables. Esta constante siempre impresiona a los lectores novatos de la Biblia: Abraham mintió, Jacob traicionó, Moisés murmuró y se quejó, David cometió adulterio, Pedro blasfemó. Leemos y comenzamos a sospechar una intención: Una estrategia consistente para demostrar que las figuras grandes y significativas en la historia fueron creadas del mismo barro que el resto de nosotros. Encontramos que la Biblia es parca en la información que da sobre Dios. Se rehúsa a alimentar nuestras ansias por héroes a los cuales adorar. No complacerá nuestro deseo adolescente de unirnos a clubes de fanáticos. La razón es, creo yo, bastante clara. Estos clubes alientan vidas de segunda mano. Por medio de fotografías y objetos que pertenecieron a personajes famosos, autógrafos y visitas turísticas, nos asociamos con alguien cuya vida es (según nosotros) más emocionante y encantadora que la nuestra. Encontramos diversión en nuestras propia existencia monótona a través de la vida de alguien exótico. Actuamos así porque estamos convencidos de que somos poco atractivos y muy ordinarios. El pueblo o la ciudad en que vivimos, el vecindario en el que crecimos, los amigos que frecuentamos, las familias o matrimonios que tenemos… todo parece ser tan irrelevante. No encontramos la manera de ser importantes en tales lugares, rodeados de esta clase de personas. Por esto, nos rodeamos de evidencias de alguien que sí lo es. Llenamos nuestras fantasías con imágenes de una persona que vive con más aventuras que nosotros. Nos rodea gente emprendedora que nos provee (por un precio, por supuesto) el material para encender el fuego de estas vidas de segunda mano. Existe algo triste y lamentable en todo este negocio, pero florece aun así. Seres únicos Las Escrituras, sin embargo, no participan en este juego. Algo muy diferente sucede en la vida de la fe: cada persona descubre todos los elementos de una aventura única y original. Se nos previene acerca de seguir las huellas de alguna otra persona y se nos llama a una incomparable asociación con Cristo. La Biblia expone con mucha claridad que cada vez que ocurre una historia de fe, esta es completamente original. El genio creativo de Dios no tiene fin. Él jamás, fatigado e incapaz de sostener los rigores de la creatividad, recurre a la producción en masa. Cada vida es un lienzo nuevo en el cual usa líneas y colores, sombras y luces, texturas y proporciones que jamás había utilizado antes. Vemos lo que es posible: todos y cada uno de nosotros somos capaces de vivir una vida apasionante que sobrepasa los límites de un estereotipado envase que una sociedad cohibida por el pecado provee. Este tipo de vidas unen espontaneidad y propósito y reviven un paisaje deshidratado con significado. Vemos también cómo es posible: sumergiéndose en una vida de fe, participando en lo que Dios inicia en cada vida, explorando lo que Dios hace en cada evento. Las personas que vemos en cada página de las Escrituras son extraordinarias por la intensidad con que siguen a Dios, la minuciosidad con la cual todos los detalles de su vida son incluidos en la palabra de Dios para ellos, en el actuar de Dios en ellos. Estas personas viven conscientes de la palabra y la acción de Dios, más humanas, más vivas. Estas personas son evidencia de que a ninguno de nosotros se nos pide que vivamos «a este pobre y mediocre nivel» otro día más, otra hora más.

Se tomó de Correr con los caballos, Editorial Patmos, 2006. Se usa con permiso. Todos los derechos reservados.