Demasiada riqueza para perdérsela
por Germán Ortiz
Uno de los objetivos fundamentales de la formación es lograr el diálogo con aquellos a quienes ministramos.
Interactuar. Interaccionar. Compartir. Dialogar. El sueño de un espacio donde las voces son escuchadas, donde los oídos son prestados, en el cual se consideran las opiniones de cada uno, se disfruta el relato de la experiencia ajena y se comparte con generosidad la propia… es posible.
Como organizadores de actividades podemos disponer las condiciones para que el sueño de valoración mutua se convierta en una experiencia real. Necesitaremos consignas claras y un equipo dispuesto para completar la fiesta de integración y participación. Las mejores actividades son aquellas que se piensan como trampolines a las relaciones, que lejos de concebirlas como un fin, se comprenden como un medio para que la verdadera comunión fluya con su equipaje de bendición.
Creo que podríamos proponernos que cualquier actividad persiga este propósito. Ahora bien, desde mi experiencia, quiero compartir cuán idóneos son los campamentos o retiros para concretar esta realidad con sencillez. Solo necesitamos proponérnoslo. Será importante antes que nada que facilitemos que el dialogo y la interacción puedan fluir a lo largo del programa. Mi intención al compartir mi experiencia es animar al lector a discernir estos principios para que los aplique a cualquier programa que se proponga desarrollar.
Un programa que favorece el diálogo
¿Dónde interviene el diálogo cuando desplegamos el programa frente a nuestros ojos? Esa es una buena pregunta para hacerse en la planificación de una actividad. ¿Cuánto tiempo se ha destinado para que realmente se produzca? Esa es otra. ¿Qué medidas tomamos para que las personas se sientan cómodas y seguras y logren abrirse? Una más. Si deseamos que el diálogo ocurra, el programa debe considerar un tiempo oportuno para que este se genere, ya sea de manera dirigida o espontánea.
En los campamentos de L.A.GR.A.M.(1) hemos procurado enriquecer los devocionales en grupo con interrogantes sobre el tema elegido. Cada pregunta se piensa intencionalmente en la preparación de la actividad. Preguntas… muchas preguntas, y ninguna de ellas de respuesta cerrada (ni sí, ni no, ni de una sola palabra)… preguntas que favorezcan la expresión abierta del participante. Preguntas que exploran la experiencia en la vida, sobre un pasaje elegido para la oportunidad, acerca de cómo aplicar ese pasaje en la vivencia propia, sobre cómo se han sentido o qué piensan al finalizar ese tiempo.
Un estudio sobre cuántas veces Jesús utilizó los signos de interrogación y créeme que te sorprenderías. Estoy convencido de la relación directa entre la cantidad y la calidad de las preguntas que formulamos y el nivel de participación que conseguiremos. La pregunta comunica: «Tu opinión es valiosa». «Quiero oírte». «Me interesa tu experiencia». «Creo que posees algo importante que puede enriquecerme». «Dios puede ministrarme en algo con tus palabras, en el relato de tu experiencia». «Somos seres necesitados que buscamos satisfacción… tú lo estás y yo también». «Podemos encontrar parte de esa satisfacción mientras compartimos entre nosotros».
(1) Sigla de Liderazgo y Adolescencia, Grupo de Amigos, un equipo de personas que aman a los adolescentes y trabajan con el deseo de que ellos vivan una amistad profunda, plena y espontánea con Jesucristo.Preguntas para estudiar el texto en grupo:1. Según el autor ¿qué caracteriza a las mejores actividades de nuestras congregaciones?2. Cuál propósito deberíamos marcarnos para cada actividad que realicemos?3. Según la experiencia del autor en campamentos y retiros, ¿qué es lo que debería fluir a lo largo de cualquier programa de iglesia?4. ¿Cuáles son los principios que el autor recomienda que se apliquen en todo programa?5. Aparte de las dinámicas que el autor recomienda, ¿qué otras considera usted idóneas para propiciar el diálogo?6. En su opinión, ¿por qué resulta tan vital el diálogo en las actividades?