Biblia

Cristo ni está ni puede estar dividido, ¿podemos los cristianos seguir divididos?, Editorial Revista ECCLESIA 25-1-2014

Cristo ni está ni puede estar dividido, ¿podemos los cristianos seguir divididos?, Editorial Revista ECCLESIA 25-1-2014

Cristo ni está ni puede estar dividido, ¿podemos  los cristianos seguir divididos?

Claro, directo, contundente, interpelador es el lema de este año de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Se trata de una frase de la carta primera del apóstol San Pablo a los Corintios, que urge a la unidad y la comunión y que ha de resonar en medio nuestro con fuerza y exigencia.

Mientras la humanidad vive, en buena medida, como si Dios no existiera,  en determinados y significativos lugares y de distintos modos –hasta cruentos-, se persigue a los cristianos, mientras seguimos comprobando que más de la mitad de la población no conoce a Jesucristo, ¿cómo es posible que los cristianos sigamos divididos?, ¿cómo es posible que la actual separación no nos duela en el alma, no nos avergüence?, ¿cómo es posible que, en la práctica, el ecumenismo sea una “maría” en la vida de las Iglesias?

En distintas ocasiones, el Papa Francisco  ha señalado que para él el ecumenismo es prioritario. Incluso, a lo largo de estos meses,  ha ido perfilando lo que podríamos denominar una nueva dimensión y camino ecuménico, en que ya Benedicto XVI también recapacitó. Es con palabras del actual Papa “el ecumenismo de la sangre”, o, con palabras de su predecesor, “el ecumenismo del sufrimiento”.

“En algunos países –afirmaba recientemente Francisco- matan a los cristianos porque llevan consigo una cruz o tienen una Biblia; y antes de matarlos no les preguntan si son anglicanos, luteranos, católicos u ortodoxos. La sangre está mezclada. Para los que matan somos cristianos. Unidos en la sangre, aunque entre nosotros no hayamos logrado dar los pasos necesarios hacia la unidad”. Si el movimiento ecuménico, nació, en el siglo XIX, en países de misión ante el escándalo de las distintas predicaciones de un mismo y único Jesucristo, la sangre de los cristianos perseguidos de la hora actual no solo ha de ser semilla de unidad, sino que llama con apremio a la unidad. Y el cómo podemos y traducir nosotros este ecumenismo de la sangre y del sufrimiento en pasos concretos de unidad, no ha de quedar sin respuesta o tan solo en una mera alusión estadística o sociológica o un lamento.  Esa sangre derramada, que clama justicia, clama también unidad.

Días atrás, en España, el Instituto Nacional de Estadística hacía públicos los datos de los padrones municipales en 2013. Más allá de que hayamos perdido  algo de población, lo cierto es que de las 47.129783 personas que habitamos en España, 870.258 son rumanas y 385.179 británicas, la inmensa mayoría de ellos de confesión ortodoxa y anglicana, respectivamente.  ¿No son estos datos suficientemente elocuentes e interpeladores para implementar, en medio de una sociedad como española donde crece sin cesar la increencia, al menos práctica, un renovado compromiso ecuménico y evangelizador.

Nuestra portada de hoy evoca el acontecimiento histórico y mayúsculo del encuentro, tras un milenio de desencuentros y enemistades, de las cabezas visibles en 1964 de las Iglesia católica y ortodoxa. El próximo 25 de mayo, el Papa Francisco y el Patriarca Bartolomé reeditarán, también en Jerusalén, en el Santo Sepulcro, aquella escena de gracia, que inauguró una nueva época. Los líderes de las Iglesias y confesiones cristianas en Tierra Santa serán invitados asimismo al encuentro entre Pedro y Andrés. ¿Se puede quedar esta cita en una nueva foto, por hermosa que sea? ¿Seremos capaces, en los distintos niveles locales, diocesanos, nacionales, de emprender acciones como esta?

También en 2014 –el 21 de noviembre- se cumplirán cincuenta años, del decreto del Concilio Vaticano II sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio, que marcó un antes y un después en la historia de las relaciones entre los cristianos. ¿No deberíamos releerlo, volverlo a rezar, revisarlo y evaluarlo con gratitud, sinceridad y responsabilidad?

Desde hace unos años, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos coincide con la celebración de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado. El trabajo en común, la cooperación entre los cristianos y entre cristianos y miembros de otras Religiones, es uno de los caminos más fecundos para la unidad. ¿Cómo potenciar este trabajo y, sobre todo, esta línea, esta intencionalidad en nuestro servicio a los necesitados?

Con el Papa Francisco, la Iglesia católica ha tomado renovada conciencia de la necesidad de su reforma y renovación a luz del Evangelio. ¿No será este, no es la santidad de vida –el ecumenismo de la santidad- el primer y principal camino para la unidad?