Biblia

¡Que nada quede afuera!

¡Que nada quede afuera!

por Phill A. Newton

Uno de los más grandes predicadores nos ayuda a definir las bases de nuestra fe.

Algo «esencial» implica que es indispensable; algo que no podemos dejar de lado si entendemos correctamente el evangelio. Pareciera que Charles Haddon Spurgeon consiguió dominar los «elementos esenciales del evangelio» en su predicación y ministerio. A pesar de que numerosas áreas del pensamiento bíblico eran objeto de debate, cuando se trataba de los elementos esenciales o de «los principios inmutables», como él los llamaba, no admitía debate alguno. Creo que su esquema me resultó de gran utilidad para pulir mi pensamiento y entender cuáles son los elementos esenciales del evangelio cristiano.

 

1. Debemos comenzar con Dios y con la certeza «de que existe un Dios, […] Él es el Creador del cielo y la tierra, el Maestro de la providencia, y el Señor de la gracia» (41). ¿Podemos simplemente asumir que todas las personas creen en el Dios de la Creación? Una de las primeras cuestiones que debemos abordar cuando hablamos del evangelio es que Dios es nuestro Creador; el Dios de las Sagradas Escrituras. Si no tomamos en cuenta que Génesis 1.1 sea verdad, nos costará bastante convencer a los demás de que existe un problema de pecado y una necesidad de redención.

 

2. «Estamos igualmente seguros de que el libro que conocemos como “la Biblia” es su palabra, y es inspirada —afirma Spurgeon—, […] de modo que, siempre y cuando tengamos el texto exacto, consideramos que las palabras mismas son infalibles». Y añade: «Creemos que debemos aceptar todo lo que está escrito en el libro que viene de Dios como su testimonio seguro […] cuestionar la infalibilidad de su Palabra, sería lo mismo que blasfemar en contra de nuestro Hacedor» (41). A menos que nos basemos en la Escritura fidedigna, carecemos de autoridad para declarar cuál es el camino que nos conduce a Dios

 

3. También insiste en la creencia de la visión trinitaria de Dios. «Estamos seguros de la doctrina de la Santísima Trinidad. No podemos explicar cómo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo pueden ser cada uno distinto y perfecto en uno mismo, y sin embargo, los tres son uno, por lo que no hay sino un solo Dios; de igual manera ciertamente lo creemos, y nuestra intención es predicarlo»[41]. A la luz de distintos grupos de culto y religiones aberrantes de nuestra época, encontraremos mucha discusión acerca de la naturaleza de Dios como Trinidad. ¿Podemos comprender las profundidades de esta verdad para poder explicarlo perfectamente? Un ser finito no puede explicar lo infinito. Intentamos hacerlo, y con razón, pero sobre todo tenemos que gloriarnos en su «Trinidad en Unidad» (41).

 

4. Spurgeon considera que la expiación de Cristo es esencial a la fe, cuando afirma: «No habrá ningún sonido incierto de nuestra parte en cuanto a la expiación de nuestro Señor Jesucristo». Luego aclara: «La sustitución correcta de Cristo, el sacrificio vicario de Cristo en nombre de su pueblo para que vivamos por Él […] Debemos predicar esto hasta la muerte» (41). «Yo les transmití a ustedes lo más importante», escribió el apóstol Pablo: que «Cristo murió por nuestros pecados tal como dicen las Escrituras. Fue enterrado y al tercer día fue levantado de los muertos, tal como dicen las Escrituras (1Co 15.3–4)». La muerte de Cristo para propiciar la ira de Dios (Ro 3.21–26), su entierro definitivo por su muerte física, y el triunfo de la resurrección del cuerpo permanecerán para siempre como la esperanza del creyente.

 

5. Debemos insistir en la necesidad de la obra del Espíritu Santo para la restauración y el nuevo nacimiento de los pecadores en la familia de Dios. El Espíritu Santo mora en los creyentes, no debemos verlo como una fuerza o energía universal, sino como un miembro de la Trinidad con personalidad, cuya influencia y obra son necesarias para la santificación y la preservación del creyente (41–42).

 

6. «La necesidad absoluta del nuevo nacimiento también es una certeza —escribe Spurgeon—. Nunca debemos engañar a nuestro pueblo con la idea de que una reforma moral es suficiente, aunque una y otra vez les decimos: «Os es necesario nacer de nuevo «». Este fue el mensaje principal de George Whitefield, un siglo atrás, cuando predicaba a ambos lados del Atlántico en medio del Gran Despertar. Ese también debe ser nuestro mensaje. Spurgeon añade: «No endulcemos los oídos de nuestros oyentes. Debemos insistir en que nacieron pecadores y que es necesario que nazcan de nuevo como santos, de lo contrario nunca verán el rostro de Dios» (42). Este mensaje no es anticuado, sino que es esencial para ayudar a los demás a que entiendan la condición desesperada de su alma y su necesidad de la gracia de Dios.

 

7. Otro tema es «la tremenda maldad del pecado». Me temo que este es un punto débil en las discusiones cristianas en nuestros días. No es que no aceptamos la realidad de que todos somos pecadores, sino que no somos capaces de ver el pecado como lo que realmente es: una ofensa a Dios, una agresión a la gloria de Dios. Con demasiada frecuencia, los evangélicos no describen los efectos del pecado en nuestra naturaleza, y cómo el pecado tuerce nuestra mente y nuestro corazón. Muchas conversiones superficiales fracasan, como leemos en la explicación de los grandes textos de Romanos 1–3, Efesios 2.4, y otros que describen la condición desesperada del alma humana. Mientras que una persona no acepte su condición desesperada y el terror del juicio divino, entonces el llamado al arrepentimiento y la fe en Cristo ejercerán un pobre efecto sobre su vida (42). Spurgeon usó ampliamente la Ley. Explicaba que la Ley (Decálogo) era la aguja que pasaba el hilo escarlata de la redención a través del tejido de la vida.

 

8. «Tampoco diremos nada incierto en cuanto a la gloriosa verdad de que la salvación es solo por gracia», declaró Spurgeon. «Si somos salvos, sabemos que es solamente por la gracia soberana, y creemos que de igual manera los demás son salvos»(42). La gracia no tiene ningún «yo» en sí misma. Es la declaración de que la salvación es de Dios y no nuestra. Recibimos como un regalo lo que Dios ha hecho a través de Cristo por nosotros. Es por su obra que estamos en Cristo (1Co 1.30). Incluso la fe que nos lleva creerle y dejar atrás el pecado viene a través de la gracia y no por la moral que gobierna nuestra alma. Y así Spurgeon enfatiza:, «divulgaremos: «¡Gracia! ¡Gracia! ¡Gracia!» Con todas nuestras fuerzas, vida y muerte» (42).

 

9. La justificación por la fe es la verdad final que enumera en los elementos «esenciales» de su lista. «Debemos tener muy en claro, también, la justificación por fe, porque la salvación “no es por obras, para que nadie se gloríe”. Nuestro mensaje será “Una vida que contempla al Crucificado”. Confiar en el Redentor será la gracia salvadora que le pediremos al Señor que inserte en los corazones de todos nuestros oyentes (42)». Este mensaje sacudió a toda Europa en el siglo xvi de la Reforma, y sigue sacudiendo a todos los que aceptan la suficiencia de Cristo ante la justicia de Dios en nombre de los pecadores.

Lecturas recomendadas

Charles Haddon Spurgeon, Discurso a mis estudiantes (Libro II, páginas indicadas más arriba)

John MacArthur, El Evangelio según Jesucristo

Will Metzger, Tell the Truth (Diga la verdad): Todo el Evangelio a todas las personas por todo el Pueblo

Phil A. Newton, The Way of Faith (El camino de la fe)

Se tomó y adaptó de www.southwoodsbc.org. Los derechos pertenecen a la Iglesia Bautista de South Woods. Se usa con permiso.