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Verdades íntimas (Primera parte)

Verdades íntimas (Primera parte)

por Gabriele Rienas

La vida en el ministerio añade un grupo determinado de problemas a la relación conyugal; aunque estos no insalvables, necesitan cuidadosa atención.

El ministerio y el matrimonio: Las esposas de pastor lo cuentan todo

 

 

Las estadísticas respecto a los matrimonios de pastores son alarmantes:

 

  • Ochenta por ciento de los pastores comentan que no pasan suficiente tiempo con su cónyuge y que el ministerio opera un efecto negativo en su familia.
  • Treinta y tres por ciento declara que estar en el ministerio es un peligro declarado para sus familias.
  • Cincuenta por ciento de los matrimonios de pastores terminan en divorcio.1
  • Ochenta por ciento de los cónyuges de pastor desearían que su cónyuge ejerciera otra profesión.

 

La mayoría de las esposas de ministro encuestadas afirmaron que lo más destructivo que había ocurrido en su matrimonio y en su familia fue el día que entraron en el ministerio2. Especialmente alarmante es la entrada de las esposas de pastor. Un elevado porcentaje desearía que su esposo ejerciera otra profesión. Creen que el ministerio es nocivo para su matrimonio. Estas preocupaciones convincentes necesitan atención.

 

La vida en el ministerio añade un grupo determinado de problemas a la relación conyugal. Por lo visto, esos son problemas serios. Los obstáculos, aunque no insalvables, necesitan cuidadosa atención porque, de lo contrario, pueden causar destrucción.

 

Unidas por un desafío

Cierto día de enero cuatro esposas de pastor se reunieron para comparar notas acerca del tema de estar casada con un pastor. Su objetivo era conversar acerca de los problemas específicos y los beneficios de esta función. Vacilantes al principio, rápidamente se ganaron la confianza las unas de las otras y revelaron experiencias comunes entre ellas y hablaron de las lecciones aprendidas.

 

El grupo estaba bien representado. Josefina (se han cambiado los nombres) ha estado casada por treinta y siete años y tiene dos hijos adultos. Ella y su esposo comenzaron como evangelistas y después pasaron al pastorado. Hace poco, dejaron un largo pastorado para aceptar un puesto en una nueva iglesia.

 

Diana ha estado casada por dieciséis años y tiene dos hijos adolescentes. Ella y su esposo pastorean una congregación grande e importante. Antes tuvieron varias funciones de asociados que abarcó varios años.

 

Abigaíl recibió el llamado al ministerio pastoral junto con su esposo. Han estado trabajando juntos en el ministerio de jóvenes durante toda su vida conyugal de diez años. Han estado en una iglesia suburbana durante tres años. Tienen dos hijos menores de cinco años.

 

Catalina y su esposo han estado en una gran iglesia metropolitana durante tres años. Han estado casados siete años y tienen tres niños de edad preescolar. Su esposo es pastor asociado. Antes de esto fueron pastores de jóvenes en otro distrito.

 

¿Qué tienen que decir cuatro esposas de ministros acerca de estar casada con un pastor? Escuchemos en esta reunión de esposas de ministro que lo cuentan todo.

 

La función de una esposa

Uno de los mayores retos para la esposa de un pastor es definir su función y propósito. Al principio, esto parece personal y pareciera no tener nada que ver con su matrimonio. Sin embargo, tiene todo que ver con su nivel de satisfacción en la vida y el matrimonio. «La esposa de un pastor debe ser quien ella es. Tiene que sentirse bien como es. Su esposo desempeña una función importante en afirmar su identidad», comenta Josefina, que ha apoyado con mucho entusiasmo a su esposo durante muchos años.

 

Una mujer que sabe qué es y qué no es, que entiende su llamado y propósito dado por Dios, y que usa sus dones estará mucho más satisfecha en su relación con su esposo. El esposo puede fortalecer y bendecir a su esposa por ser excepcional, como también imponer su propio plan. «A las congregaciones les agrada saber que su pastor y su esposa son un equipo y que se apoyan el uno al otro» —añade Josefina.

 

Catalina nos recuerda que definir la función de una esposa en el ministerio lleva tiempo y trabajo. «Fue duro al comienzo de nuestro matrimonio. Invertimos diálogo y tiempo para obtenerlo. Lleva un rato desarrollar tus dones y entender cuáles son».

 

La mayoría de veces el comienzo de un matrimonio y el inicio del ministerio coinciden. Eso significa que la pareja pastoral entra en nuevas funciones sin ninguna experiencia. El idealismo cede el paso a la vida real y a la aplicación práctica. Las parejas tienen que trabajar juntas en ese despertar.

 

A veces los esposos pueden imponer expectativas a la esposa por simple necesidad, desesperación o perspectiva poco realista. Entonces, cuando la comunicación y la negociación se vuelven importantes. Expresar y recibir aportes son necesarios en todo matrimonio, pero se vuelven vitales en el matrimonio del pastor debido a las presiones externas que ejerce el ministerio.

 

Diana, cuyo esposo vive muy ocupado en una iglesia suburbana importante y próspera, ofrece una analogía convincente: «Veo las expectativas en una relación conyugal como depósitos y extracciones bancarias. Cuando satisfago las expectativas o requisitos de mi esposo, realizo depósitos en nuestra relación. Cuando establezco límites o rechazo un requisito, ejecuto una extracción. Para alcanzar un sano equilibrio en la cuenta de la relación, llevo a cabo extracciones solo cuando me siento fuerte con respecto a ese asunto. Si efectúo depósitos frecuentes en la cuenta, mi esposo me ve como que lo apoyo, y es más probable que entienda y aun celebre mis deseos cuando necesito realizar extracciones.»

 

Las limitaciones del tiempo

Hallar tiempo para pasar juntos como pareja significa a menudo un reto. Como se ha dicho, ochenta por ciento de los pastores dicen que no tienen suficiente tiempo con su cónyuge3. Las esposas de pastor confirman esa estadística y colocan ese problema entre los primeros cinco retos de ser la esposa de un pastor. La falta de tiempo con su esposo es sobre todo difícil cuando los hijos son jóvenes, porque las esposas se sienten abrumadas por la responsabilidad de cuidarlos y administrar la casa.

 

Josefina, en asociación con su esposo en el ministerio durante muchos años, comparte: «Hemos permanecido en el ministerio mucho tiempo. Pudiera afirmar que mi esposo es un pastor que trabaja en exceso. Nuestra generación simplemente esperaba eso. Aprendimos a afrontar esa mentalidad. Muchos días, mi esposo trabajaba de seis de la mañana a diez de la noche.» Sin embargo, ella decidió celebrar eso como el llamado de Dios en su vida, optando por ver su función tanto como organizadora de la casa y como importante por ser fortalecedora de su esposo.

 

«Aunque no hubiera querido nada distinto, sí le eché la culpa una que otra vez» —admite ella.

 

Aunque en varias oportunidades surgieron conflictos al respecto, al mirar hacia atrás, a sus años de ministerio, ven el presente como recompensa ahora que viven los años del nido vacío. «Acostumbrábamos llevar a los muchachos a la iglesia el domingo antes de las 6:00 de la mañana. Comíamos donas y los dejábamos jugar y ver juegos de video mientras nos preparábamos para el culto. Hace poco mis hijos ya adultos recordaron como buenos tiempos aquellos que pasaban los domingos por la mañana, sobre todo las donas. Quedé sorprendida y a la vez satisfecha al oír cómo lo habían tomado. Pienso que tuvo mucho que ver que lo convirtieran en una experiencia positiva en vez de refunfuñar por ella» —señala Jesefina.

 

Abigaíl, la esposa de un pastor de jóvenes con dos niños preescolares, cuenta la lucha emocional que sintió cuando nacieron sus hijos. Ella recibió un llamado específico al ministerio. Casada durante seis años y asociada con su esposo en todos los aspectos del ministerio, su vida cambió radicalmente cuando llegó su primer hijo. «Por mucho que amaba a mi hijo, me sentí celosa del tiempo que mi esposo podía continuar dedicando al ministerio, mientras yo me preocupaba por cuidar a nuestro hijo me sentía distante de las cosas por las que me apasionaba. Al principio, luché.»

 

Ayudaron el tiempo, la perseverancia, y la comunicación conyugal. «Las cosas están mucho mejor ahora. Mi esposo valora el tiempo que pasa en el hogar y con la familia. Esto me ayuda a sentirme vinculada a él. Conversamos acerca de cómo me siento, y él se esfuerza en comprenderme. Los muchachos son mayores ahora y participan con nosotros en el ministerio. Pasan un gran tiempo en las actividades de jóvenes y salidas de la iglesia. Creo que enriquecen su vida» —comenta Abigaíl.

 

«Los líderes de nuestra iglesia enfatizan las familias saludables; por lo tanto, animan a los pastores a elevar a sus familias a una posición de prioridad» —comparte Catalina. «Las esposas de ministro en nuestra iglesia se ven como asociadas valiosas de su esposo. Esto trae como consecuencia un fuerte sentido de esfuerzo en equipo.» Esa clase de ánimo proveniente de una familia de la iglesia es una poderosa bendición en la vida de una pareja de pastores jóvenes.

 

Diana es pragmática con respecto al tema tiempo. «Somos nuevos en eso, y la cuestión es hundirse o nadar. Mi esposo sale a menudo. Viajó veintitantos días el mes pasado. Es simplemente la manera en que trabaja ahora. Lo bueno es que cuando entra por la puerta se aísla completamente del mundo y se queda con nosotros.» Ella celebra la función de su esposo en la iglesia y admira el trabajo que él lleva a cabo.

 

La conducta del esposo-pastor hacia su esposa acerca de su programa puede ayudar muchísimo. Aunque esté ocupado, si comunica con toda claridad que ama a su esposa y la valora como prioridad en su vida y su ministerio, eso ayudará a ganar su apoyo en sus obligaciones. Muchas veces una mujer tiene que saber que su esposo anhela emplear tiempo en ella y que busca la oportunidad para lograrlo. El estar a la defensiva y en conflicto respecto a su programa solo aumentarán el problema. Si la pareja consigue llegar a un acuerdo en el reto y cooperar como equipo, eso aumentará la satisfacción en ambas partes.

 

«Estoy agradecida al Señor por formarme como una joven independiente —añade Diana—. Es obvio que dependo de Dios, pero puedo lidiar sola con el tiempo. Cuando mi esposo viaja, a veces me siento solitaria. En esos periodos, le doy gracias al Señor por la lectura. También cuento con algunos buenos amigos a los que puedo llamar.»

 

Una mujer que desarrolla una sensación de bienestar e independencia maneja el tiempo con mucha más facilidad. Esperar que la vida comience cuando su esposo sale por la puerta lleva a una mujer a la frustración y a convertirse en víctima. Si ella desarrolla pasión personal y significado en otras actividades, logrará sentirse más realizada y evitará el resentimiento. Si le añade buenos amigos a la mezcla, se beneficiará aún más.

 

Busque en la edición de septiembre-octubre de 2012 de Apuntes Pastorales el segundo artículo de esta serie.

 

La autora, ha sido esposa de pastor por más de treinta años y es consejera profesional; reside en Beaverton, Oregón. Es oradora en retiros y conferencias a nivel mundial.

 

Se tomó y adaptó de Enrichment Journal. Se publica con permiso de la autora. Todos los derechos reservados por la autora.

 

Publicado en Apuntes Pastorales, volumen XXIX – número 6, edición de julio-agosto de 2012.

.Notas

1 H.B. London y Neil Wiseman, Pastors at Greater Risk [Los pastores en el mayor riesgo] (Ventura, Calif.: Regal Books, 2003).
2 Estadística compilada de organizaciones como Barna, Maranatha Life, y Focus on the Family.
3 London y Wiseman, Pastors at Greater Risk.4. [Los pastores en el mayor riesgo] Según Silo Place Ministries (http://www.shilohplace.org), que extrajo su información de Focus on the Family, Ministries Today, la revista Charisma, TNT Ministries, y otros respetados grupos.