Biblia

Extraordinaria ceguera

Extraordinaria ceguera

por Carlos Scott

Levántate, recoge tu camilla y anda… Juan 5.8
La limitación de una persona solo expone a la luz que necesita de la compasión humana, la comunión y la solidaridad.

 Nos hallamos en la celebración de una fiesta de los judíos. Jesús encuentra a un hombre que llevaba treinta y ocho años inválido. «Ya tenía mucho tiempo de estar así» (v. 6). Jesús toma la iniciativa y le pregunta: «¿Quieres quedar sano?»

 

Su respuesta fue: «No tengo a nadie que me meta en el estanque mientras se agita el agua y cuando trato de hacerlo otro se mete antes» (v.7). Este hombre expone la falta de acompañamiento y solidaridad de los demás: Explica su limitación y esta no radica, precisamente, en la falta de fe. Lo único que necesitaba era la compasión humana, la comunión y la solidaridad.

 

Polémica

Jesús sana a este hombre en un día muy particular. Eligió el sábado para darle sanidad. Viola la ley al instruir al inválido que lleve su camilla. Es un acto de confrontación. Jesús decide centrarse en la justicia, misericordia y humildad. Las autoridades viven centradas en la ley, las normas, la estructura y el poder.

 

Es central tener presente que el criterio divino para observar la calidad de estos dirigentes se resume en el trato que le dan a los necesitados: viudas, huérfanos y extranjeros. A los reyes, gobernantes, y religiosos se les llamaba pastores en Ezequiel capítulo 34. Este epíteto indica la clase de actitud que se esperaba de estos funcionarios hacia el pueblo.

 

Absurdo

El evangelio registra que «al instante aquel hombre quedó sano, así que tomó su camilla y echó a andar» (v. 9). Ante la sanidad de aquel hombre se esperaría una actitud de celebración por parte de las autoridades. Sucedió todo lo contario. Ellos lo reprendieron: «Hoy es sábado, no te está permitido cargar tu camilla» (v. 10). Llevaba treinta y ocho años sin usar sus piernas. No obstante, lo amonestaron por usar sus piernas «para trabajar» en el día de reposo. Este hombre, según las autoridades, carecía de derechos.

 

La clave en el liderazgo de estos religiosos era ejercer su derecho a la autoridad. Lo importante no era la restauración de la persona sino señalar que no guardaba las normas establecidas. El hombre marginado fue invisible hasta que violó la ley. Estas autoridades no demostraban ningún interés en las necesidades del rebaño. Se enfocaban en sus leyes. Olvidaron los derechos del inválido. Habían perdido el objetivo de la ley por meterse dentro de ellos mismos. Les faltaba escuchar el llanto del pueblo necesitado.

 

El interés de aquellos líderes no era buscar la voluntad de Dios y su gloria, sino la de ellos mismo (v. 44). Observar sus motivaciones es clave para entender su manera de actuar. La mayoría de ellos manejaban una cuota de gloria y una de prestigio humano. El sumo sacerdote y los miembros del sanedrín eran personas con poder. Se necesitaba confrontarlos con la misma voz de Dios para lograr en ellos cualquier cambio. Esa voz nos llama al arrepentimiento.

 

Rebeldía

La autoridad religiosa, social y política de ese entonces no se mostró contenta con Jesús. Cuando la voz de Dios nos confronta, algunas veces preferimos silenciarla. Deseamos adorar la voz de Dios pero no siempre obedecerla. Limitarla al campo religioso o íntimo es seguir igual, sin tocar las estructuras de poder y prestigio. Las personas necesitan que se les libere y sane. Estas autoridades, en vez de escuchar la voz de Dios, decidieron eliminarla. Lo que hicieron con Jesús fue perseguirlo. Redoblaron sus esfuerzos para matarlo (vv. 16–17).

 

Seguir el modelo de Jesús es muy arriesgado. Practicar su ejemplo puede traernos problemas, pero tomar el camino contrario sería traicionarlo. Si queremos seguir y servir al Dios vivo no queda otro camino que identificarnos con Jesucristo.

 

Compromiso

En nuestros países se habla de democracia, de la importancia en la distribución de la riqueza, del derecho y servicio a los pobres, de la libertad, del bienestar, de la justicia. Es un buen discurso pero surge una pregunta: ¿Cómo es nuestra realidad? ¿Se defiende el derecho de unos y se viola el derecho de otros? ¿Qué pasa con los que padecen limitaciones o poco acceso a la salud, vivienda, educación y trabajo? (Pr 31.8–9)

 

El evangelio nos presenta las buenas nuevas de Jesucristo, en palabra y obra, dirigido a toda persona en cualquier lugar del mundo. ¿Cuál es el destino de aquellos que son privados de su derecho a recibir el evangelio? ¿Cómo reaccionamos ante la opresión y la injusticia? ¿Cuáles de nuestras obras exhiben nuestra fe?

 

Tanto los sumos sacerdotes, como los escribas y los fariseos se esforzaban por escuchar la voz de Dios pero no escuchaban nada del presente. Frente a las necesidades y posibilidades del presente se volvían sordos.

 

La pregunta central para nosotros sería: ¿Seguimos el ejemplo de Jesús? Lamentablemente muchas veces no es así. Jesús, con un solo acto, dejó al desnudo la hipocresía de las autoridades de ese momento. Pastoreó a una oveja que los pastores oficiales había abandonado por treinta y ocho años.

 

¿Qué situaciones deberíasmo cambiar para beneficiar a los invisibles?

 

El autor (http://misionglocal.blogspot.com/) es facilitador de Misión GloCal y miembro del Consejo de Liderazgo Global en la comisión de misiones de la Alianza Evangélica Mundial (WEA); también fue, hasta octubre del 2009, presidente de COMIBAM Internacional.

 

Se publicó en Apuntes Pastorales, Vol. XXX-1, edición de septiembre – octubre de 2012.