Nunca quise ser la esposa de un pastor
por Gabriele Rienas
Muchas mujeres se enamoran sin saber que un día sus esposos estarán al frente de una congregación
P: Mi esposo y yo hemos estado casados por quince años. Él llegó a ser pastor después de que ya llevábamos diez años de estar casados. Pastoreamos en una iglesia de tamaño mediano en un área metropolitana. Yo he tratado de respaldar su visión, pero ya estoy cansada de la iglesia y todo lo que tiene que ver con el ministerio. Nunca quise casarme con un pastor y no lo hice. Sin embargo, después de que nos habíamos casado, mi esposo sintió el llamado de dedicarse al ministerio. Yo acepté ese llamado para apoyarlo, pero ansío tener una vida de familia normal sin interrupciones, sin expectativas o presiones de la congregación. No sé qué hacer.
R: Ya ni siquiera puedo contar todas las veces en nuestros treinta años de ministerio que distintas mujeres me han confesado: «No sería capaz de hacer lo que tú haces. Nunca podría ser la esposa de un pastor».
Muchas veces las damas hacen este comentario después de que se enteran de que soy esposa de pastor. Me dan una mirada de pies a cabeza, seguida por la confesión personal antes mencionada. Evidentemente, ellas suponen que este rol es algo desagradable y difícil, que requiere de un gran talento del que ellas no gozan.
Casi nunca sé cómo responder. El hecho es que soy la esposa de un pastor, sea que lo haya escogido o no. Y puedo afirmar con sinceridad que no tengo ninguna fuerza o valor especial. Al respecto, ¿cómo se responde a eso? Al correr de los años he pensado en varias frases, pero no he llegado a ninguna. Lo que hago es sonreír y murmurar algo incoherente, esperando que resulte amable.
La verdad es que la mayoría llegamos a ser esposa de pastor sin solicitarlo. Supongo que hay mujeres que intencionalmente buscan casarse con un pastor porque tienen un fuerte deseo de ser la esposa de un pastor. Pero en mi experiencia, esto está lejos de la regla. La mayoría simplemente nos enamoramos de alguien y dedicamos nuestra vida y nuestro futuro a esa persona que ya había tenido el llamado para servir a Dios y otros en el ministerio o que lo recibirá. Nos convertimos en parte del paquete.
Tengo buenas noticias para usted. La función y las responsabilidades que conllevan ser esposa de pastor son tan diversas e individuales como lo es usted. El hecho de definirse como esposa de pastor es similar al proceso de acostumbrarse a un nuevo par de zapatos. Uno comienza con un ajuste adecuado en la tienda, pero no es sino hasta que los lleva puestos por un tiempo que llegan a calzarnos bien a los pies, y luego eventualmente es como si fueran una segunda piel. Como esposa de pastor, empieza siendo usted misma, y luego, a través de la experiencia, crece de tal modo que su puesto le asienta como si fuera su segunda piel. Libérese de las expectativas irreales de ser algo que usted no es, algo que nunca tiene el deseo de ser. Eso quiere decir desafiar o descartar el parámetro que tiene en su mente de lo que significa ser esposa de pastor.
Desafortunadamente, en algunos círculos hemos llegado a creer que la esposa del pastor debe desempeñar su función de cierto modo. La esposa del pastor debe aparecer, actuar, servir, o (llene los vacíos). Mientras que algunas mujeres cumplen espléndidamente su función, otras se sienten agotadas antes de que ni siquiera comiencen su puesto de responsabilidad. Si la función parece muy grande o agotadora, sugiero que el problema proviene de las expectativas, no con la función misma. No estoy sugiriendo que usted no debiera esforzarse por ser mejor. Sin embargo, sus expectativas por la necesidad de crecimiento deben relacionarse con su propia situación y llamado.
El hecho es que usted tiene un llamado. No es un llamado a ser copia de todas las demás, sino un llamado a servir al Señor con todo el corazón, usando las herramientas que él le ha dado. Es un llamado a crecer y desarrollarse para que llegue a ser más como lo que Dios la ha creado para que lo él quiere que usted sea. Todo creyente está llamado a cumplir este deber.
Usted es una mujer de Dios, llamada para un propósito que es tan particular y tan individual como lo es usted. También está casada con un siervo de Dios con pasión y visión para realizar el llamado de Dios en su vida. El llamado de su esposo, de algún modo, influirá en su entorno, en las personas con quien usted interactúa, y en las tareas que usted hará. (Este es el caso para cualquier mujer, no importa lo que haga su esposo para desarrollarse.) Sin embargo, el propio llamado de usted también influirá en todas estas cosas.
La unión de sus vidas se convierte en un viaje de descubrimiento. Ayuda grandemente si su esposo está de acuerdo en las expectativas que tiene de usted misma. Si él no está de acuerdo, es algo que tienen que tratar como pareja. Se convierte en un tema conyugal el no estar en línea el uno con el otro. Usted y tu esposo necesitan tratar esto.
Hay muchos retos que vienen con el pastorado. Usted mencionó unos cuantos: tiempo, expectativas y tensión. Estos retos ciertamente afectarán su hogar y su matrimonio. Usted y su esposo necesitan llegar a un acuerdo. Hable con él acerca de sus sentimientos e intereses. Conviértanse en aliados uno del otro y resuelvan juntos los problemas. Un esfuerzo de equipo evitará que se sienta sola en su lucha. Busque ayuda externa si siente que lucha sola.
Sea usted misma. Aprenda lo que eso significa. Sobre todo, pida la ayuda del Señor y tenga por seguro que él la favorece. Dios espera que usted primeramente y principalmente lo busque a él y crezca en su amor. Una vez que se sienta libre para dejar de luchar, el resto viene con más facilidad.
La autora, ha sido esposa de pastor por más de treinta años y es consejera profesional; reside en Beaverton, Oregón. Es oradora en retiros y conferencias a nivel mundial.
Se tomó y adaptó de Enrichment Journal. Se publica con permiso de la autora. Todos los derechos reservados por la autora.