¡Sal de la cueva!

por Roberto Vilaseca

En ocasiones, pareciera que los disgustos del ministerio nos llevaran, como a Elías, a buscar refugio en la cueva del desánimo

 A veces me asalta la tentación de esconderme, tan solo una noche, en la misma cueva de Elías. Quiero sentarme a su lado para llorar juntos por la incomprensión de los hombres, para preguntarme de qué sirvió tanto esfuerzo, y para lamentarme por mis heridas. Son días en que, cansado y frustrado, veo todo negro, inútil. «Señor, te he servido con gran celo todos estos años, pero no veo el fruto de tanto trabajo», rezongo como el anciano profeta. Es entonces cuando me imagino a Dios esperando que termine de quejarme para preguntarme lo mismo: «¿Qué haces aquí?».

 

Sal fuera

Dios le ordenó a Elías: «Sal fuera», porque es difícil escuchar a Dios bajo el techo del desánimo. Le pasó a Abraham cuando dudaba de que llegara el Isaac de la promesa, y Dios tuvo que llevarlo afuera de su tienda para que viera las estrellas. Es lejos de cualquier techo que limite la visión, es acallando los argumentos del alma, dónde y cómo alcanzamos a levantar la vista al cielo y nuestros ojos consiguen volver a enfocarse en Dios. Entonces volvemos a creer que con él, todo es posible.

 

El amor de Dios es tan maravilloso que se manifiesta a cada uno conforme a su necesidad. En aquella oportunidad, descripta en 1 Reyes 19.11, su persona no estaba en el viento poderoso, ni en el terremoto, ni en el fuego, como cuando se manifestó a Moisés en el Sinaí, sino en un «silbo apacible y delicado»; un suave susurro, una presencia tierna que, lejos de intimidar, invitó a Elías a intimar con, y a derramar su corazón ante el Padre de misericordia. Dios sabe tratar con los desalentados, de eso puedo dar fe.

 

«¿Qué haces aquí?»

La segunda pregunta del Señor buscaba que el profeta reaccionara, pero Elías, todavía ensimismado en sus lamentos y sus argumentos mentirosos, sigue compadeciéndose de sí mismo. El cansancio físico y las expectativas no satisfechas cegaron su visión, y la turbación dio paso al temor. Dios lo trata con ternura y paciencia, pero le muestra el camino a la restauración. «Y le dijo Jehová: Ve, vuélvete por tu camino» (v. 15 – rvr1960).

 

La libertad del desaliento comienza regresando al camino, volviendo en sí. El arrepentimiento es el primer paso para recuperar el ánimo y la iniciativa. «Una noche de lágrimas es suficiente», me señaló una vez el señor, «pero luego sécalas, vuelve a levantarte y enfoca la mirada en la meta». «Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría», escribió el salmista. Hay que dejar atrás el dolor, desatarse de cualquier opresión, echar fuera el abatimiento, y volver a encender el espíritu. La cueva debe dejar paso a la acción.

 

A trabajar

Elías escucha la palabra directiva del Señor que vuelve a colocarlo en la carrera. Debía ungir a un nuevo rey, Jehú, y levantar a un nuevo profeta, Eliseo, que lo acompañarían para completar la tarea. Ellos representaban la autoridad y el poder para acabar la obra. Dios nunca nos deja sin provisión para cumplir con la misión que nos ha encomendado. «El que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará» (v. 17) ¡Eso es trabajar en equipo! Elías tenía que saber que Dios no lo dejaría solo, como tampoco lo estamos nosotros para llevar adelante el ministerio que nos ha encomendado.

 

«Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal» (v. 18) Elías tenía que recuperar la memoria y recordar al Dios que servía. Un Dios que se ríe de los dioses de este mundo, que pone y derriba a los reyes, y que gobierna la historia.

 

No estás solo

Recuerda hermano, eres parte de un gran pueblo, cuya historia no comienza ni termina con tu iglesia local. La iglesia está más firme que nunca y avanza hacia su destino de gloria.

 

Cuando me siento solo y débil, me hace bien leer Hebreos 11 y saber que existieron otros, antes que yo, que se sobrepusieron a tantas adversidades y llegaron a la meta. Qué alentador es saber que existe una nube de testigos que por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon boca de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batalla, y pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Y la galería de héroes de la fe sigue llenándose en estos días con santos que muestran a través de su vida que sí es posible ¡Sí, señor! Es posible encarnar una visión y completar la misión, finalizando la carrera y reteniendo la fe.

 

Amigo, no te quedes mucho en la cueva porque tu visión se turbará y tu fuego se apagará ¡Sal fuera! Rompe tu techo, mira las estrellas, y Dios se te revelará en un silbo apacible y delicado. Él te confortará, te alentará y te dará instrucciones para seguir caminado.  

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El autor (robertovilaseca@opcionestelmex.com.ar), nacido en Argentina, es Licenciado en Periodismo y Comunicación Social, y ha trabajado por veinte años en medios gráficos nacionales, radio y televisión profesionalmente. Es, además, pastor de una congregación en Buenos Aires. Está casado con Andrea Grillo y tienen cinco hijos.