El pueblo escogido Deuteronomio 7:1–8:20
El gran mandamiento tenía tanta importancia para los israelitas, que cuando entraran a la tierra prometida tendrían que tomar medidas muy severas para protegerlo y evitar que cayeran en la idolatría. El cumplimiento de esta responsabilidad era de suma importancia para la continuidad de la nación. Si la descuidaban, pondrían en peligro su existencia. Así que Moisés continuó su discurso animando al pueblo escogido a cumplir su tarea de protección.
COMISIONADOS PARA DESTRUIR 7:1–11
Son dos las preguntas que se contestan acerca de proteger la santidad del gran mandamiento
¿Cómo se iba a proteger? 7:1–5
Por medio de la guerra santa. Jehová encabezaría al ejército israelita en la conquista y destrucción de los cananeos, ya que solamente erradicándolos se podría garantizar la continuación de la adoración exclusiva a Jehová por el pueblo escogido. La eliminación de la cultura impía era absolutamente necesaria.
La parte divina vv. 1–2a. Jehová, como poderoso guerrero, se comprometió a hacer tres cosas: introducir al pueblo en la tierra (v. 1a), echar a las naciones paganas de delante de ellos (v. 1b), y entregarlas en sus manos (v. 2a). Esta victoria divina era la base de las acciones humanas.
La parte humana vv. 2b–3, 5. Israel tenía que atacar a las naciones y derrotarlas (v. 2b) en batalla. Fíjese bien en la coordinación perfecta entre la actividad divina y la humana. Pero ganar la victoria sobre ellas no era suficiente. Se les mandó destruirlas totalmente. No debían dejar rastro de su civilización. El asolamiento afectaría su pertenencias (v. 2c), pero especialmente todo lo que se relacionaba con su culto pagano (v. 5; 12:2–3). El Dios soberano no toleraría rivales en su tierra. Además, no debían tener relación alguna con los sobrevivientes (v. 2d–3).
Esta instrucción revela que el Señor omnisciente sabía que no iban a cumplir con esta comisión. El mandato era que destruyeran todo, que no dejaran a nadie con vida. El Antiguo Testamento es el relato de las consecuencias de la desobediencia a este mandamiento.
¿Por qué se debía proteger? 7:4, 6–11
Los versículos 4 y 6 comienzan con la palabra “porque” y dan las razones por las cuales los israelitas debían proteger el gran mandamiento por medio de una destrucción total
Por el peligro de la contaminación v. 4. Todos sabemos que lo malo se contagia. El Señor sabía que si no se efectuaba la destrucción total, el pueblo se expondría a la contaminación de la perversidad de los cananeos paganos. Jehová no quería que estos desviaran (v. 4) o sirvieran de tropiezo (v. 16) a los suyos. Si los israelitas seguían el ejemplo perverso, también sufrirían la destrucción (v. 4; 8:19–20).
Son tres las esferas en que se podrían corromper.
- La idolatría (vv. 4–5; 20:18). Este era el peligro más grande. Si su culto no se erradicaba sin dejar vestigio, el pueblo de Israel quedaría expuesto a seguir en pos de dioses ajenos y violar así los dos primeros mandamientos y el gran mandamiento. La historia nos enseña que esto es exactamente lo que pasó.
- La impiedad (9:4–5). Moisés hace muy patente que las naciones iban a ser eliminadas por su impiedad. Los descubrimientos arqueológicos han comprobado que los cananeos eran de los más perversos del mundo de aquel entonces. Su gran inmoralidad los llevó a practicar la prostitución religiosa y el sacrificio infantil. El Santísimo no quería que su pueblo se contaminara con esta suciedad.
- El ocultismo (18:12). Las naciones practicaban todo tipo de ocultismo. Eran expertos en magia blanca y negra. En vez de consultar al Señor, buscaban controlar las cosas por medio de artes mágicas. Todo esto estaba terminantemente prohibido para el pueblo de Israel.
Estas naciones idólatras, impías y dadas al ocultismo, bien merecían ser destruidas totalmente.
¡PENSEMOS! |
Tal vez nosotros nos sintamos ofendidos al pensar en que el Dios de amor mandara la eliminación de esos pueblos, pero esto sólo sucede cuando nos olvidamos de la santidad y justicia de él. Recuerde siempre que el Señor siempre hace lo correcto. |
Por la posición de Israel vv. 4, 6–11. En el primer capítulo vimos que esta porción es el texto clave de todo el libro. Ella describe la relación especial que Israel tenía con Jehová. Al fin y al cabo era el único pueblo que confesaba: “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (6:4).
ERAN LOS ÚNICOS MONOTEÍSTAS EN UN MUNDO POLITEÍSTA.
Por lo tanto, tenían que mantener esa posición. La ocupaban por causa de:
- Lo que Dios había hecho vv. 6–8. Moisés delineó cuatro obras divinas que Jehová había realizado en Israel por su gracia soberana: (a) Había hecho juramento con los patriarcas (v. 8b), comenzando con Abraham en Génesis 12:2–3. (b) Amó a su pueblo (vv. 7a, 8a) con un amor que Jeremías llama “eterno” (Jeremías 31:3). (c) Rescató a Israel de la opresión en Egipto (v. 8c) por el juramento que había hecho con los patriarcas. (d) Escogió a la nación (v. 6b, 7b) desde antes de la fundación del mundo según su plan eterno, y en el tiempo y el espacio la apartó para sí en el monte Sinaí cuando entró en pacto con ella (v. 9; Exodo 19:1–8). Desde ese día, hacía cuarenta años, Israel era el único pueblo santo (apartado v. 6a) y especial (propiedad muy valiosa, su tesoro v. 6b) para Dios. Debía protegerse de toda cosa que violara o manchara esa relación tan singular.
- Lo que Israel debía hacer vv. 9–11. Siendo nación tan privilegiada, le tocaba corresponder a la inmensa gracia divina con una conducta correcta que le conservaría en el sitio de bendición. Tenía que hacer tres cosas. (a) Reconocer que su Dios era fiel en el cumplimiento de los pactos que había concertado con su pueblo (v. 9a) y que jamás quebrantaría sus promesas. Al recordar la fidelidad divina estaba obligada a evaluar su lealtad a él. (b) Amar a Jehová con todo su ser (v. 9b, 6:5). Este era un amor que excluía a todo lo demás. (c) Obedecer al Señor en todo (v. 9c, 11), reconociendo que la obediencia trae bendición hasta mil generaciones (v. 9c) y que la desobediencia acarrea maldición (v. 10).
Este pueblo escogido se encontraba en la frontera entre Moab y la tierra prometida. En esta encrucijada, tenía que reconocer su relación especial con Jehová y una vez que cruzara el Jordán, sería fatal olvidarla. Su razón de ser era vivir como el pueblo santo y especial del Señor.
BENDICIONES A DISFRUTAR 7:12–26
Las múltiples bendiciones en su grado máximo se derramarían sobre los que guardaran y pusieran por obra los mandamientos y decretos del Señor
LA CONDUCTA CORRECTA SIEMPRE TRAE
CONSECUENCIAS BENÉVOLAS
A continuación, listamos las bendiciones prometidas a Israel cuando estuviera en la tierra prometida. Las primeras dos son generales, pero muy importantes: Jehová guardaría el pacto y la misericordia (vv. 12b, 9) y seguiría amando a su pueblo (v. 13a). Siguen cuatro bendiciones muy concretas (vv. 13b–26):
— Abundancia de bienes materiales (v. 13b)
— Fecundidad en la reproducción (v. 14)
— Salud (v. 15)
— Triunfo en las batallas (vv. 16–26).
Fíjese en las muchas veces que dice que “Jehová tu Dios” iba a hacer estas cosas, pero note también la participación humana en lograr la victoria.
¡PENSEMOS! |
Haga un breve estudio del triunfo como aparece en los vv. 16-26. Apunte las tres cosas que Israel tenia que hacer y las seis cosas que correspondían a Jehová. ¿Qué tiene que hacer usted para lograr la victoria en su vida diaria? ¿La relación del Señor con usted es diferente de la que sostenía con Israel? ¿En qué aspectos? |
CUIDADO DE RECORDAR 8:1–20
Este capítulo se caracteriza por verbos que se relacionan con el concepto de recordar. Acordarse se encuentra dos veces (vv. 2, 18) y olvidarse tres (vv. 11, 14, 19). El mensaje mosaico era clarísimo: una de las mejores armas que tenía el pueblo escogido para evitar caer en la apostasía era su memoria. El problema es que los hombres tendemos a usarla indebidamente. Es demasiado fácil olvidarnos de todo lo que el Señor ha hecho por nosotros. Este peligro se podría evitar por medio de hacer cuatro cosas.
Debían recordar la peregrinación por el desierto 8:1–6
Tome nota de que los versículos 1 y 6 forman un marco para este pasaje. Todo lo que se dice en 2–5 tiene como base indispensable el acatamiento de los mandamientos del Señor. La memoria saludable siempre se usa cuando uno anda bien con Cristo. Si somos rebeldes, no podemos recordar las obras positivas que el Omnipotente ha hecho en nuestra vida.
Nótese que Israel debía acordarse no tanto de los acontecimientos sino de los propósitos de la peregrinación que duró cuarenta años. Debían meditar constantemente en ellos para evitar que tuvieran que pasar por lo mismo otra vez. La porción (vv. 2–5) habla de cuatro finalidades distintas por las cuales Dios mantuvo a Israel en el yermo por tanto tiempo.
- Para eliminar de ellos todo sentimiento de orgullo y autosuficiencia. Recuerde que cuando salieron de Cades-barnea estaban llenos de altivez (1:43). Nuestro texto dice dos veces que Jehová quiso afligirlos (vv. 2b, 3a). Una traducción más acertada sería humillarlos. Su orgullo tenía que ser quebrantado.
- Para probarlos v. 2c. La primera vez que llegaron a la frontera, fracasaron. Su rebeldía y desobediencia deliberada enojó al Señor. Por cuarenta años los hizo pasar por pruebas muy duras con el fin de determinar sus motivaciones (“lo que había en tu corazón”) y si iban a ser obedientes. Parece que la segunda vez aprobaron, pero nunca debían olvidarse de esas duras pruebas para que siempre siguieran poniendo por obra la ley de Jehová.
- Para enseñarles su fidelidad vv. 3–4. El concepto de la enseñanza se encuentra en el versículo 3, “para hacerte saber.” La lección que les dio fue que el Dios de Israel es siempre fiel a sus promesas aun cuando su pueblo sea rebelde. Tenían que aprender que el Señor siempre sustenta a los suyos cuando dependen de él. Lo importante es lo espiritual: “todo lo que sale de la boca de Jehová,” y no lo material: “no sólo de pan.” En ese lapso de cuarenta años, ni siquiera tuvieron que conseguir ropa nueva y a pesar de caminar tanto en el desierto, no se molestaron de los pies. El Señor Jehová controlaba fielmente todas las circunstancias.
- Para castigarlos v. 5. Como cualquier padre que disciplina a sus hijos porque los ama, el Santo de Israel castigaba a los suyos. La verdad es que su pueblo merecía una disciplina severa, porque su pecado era grave. No confiaban en su Dios e ignoraban sus instrucciones tan claras. El castigo era inevitable, y vino en la forma de vagar cuarenta años por el desierto.
Cuando los israelitas se acordaran de estos propósitos divinos y de cuantas cosas experimentaron, se fortalecerían en su fe y se animarían a seguir y servir fielmente a su Señor.
Debían entrar en la tierra prometida 8:7–10
La descripción de la tierra que tenemos en los versículos 7–9 es la más completa de toda la Biblia. Al fin y al cabo, tenía todo lo que los israelitas podían necesitar o desear. Era región sumamente rica en sus recursos naturales. ¿Qué debía hacer el pueblo al ocuparla? Disfrutarla.
Su deber se describe en el versículo 10. Habían de hacer tres cosas: comer, saciarse, y bendecir (una traducción mejor sería alabar). En otras palabras, debían disfrutar los bienes de la tierra hasta suplir todas sus necesidades y después alabar al Señor por todo.
DEBÍAN COMER, SACIARSE,
Y ALABAR A JEHOVÁ
Debían tener cuidado de no olvidar 8:11–18
Estando dentro de la tierra, su responsabilidad era siempre recordar el hecho de que todo lo que tenían venía de la mano bondadosa de “Jehová su Dios”. Por esto, era necesario que obedecieran los mandatos del Señor y agradecieran su gracia abundante (vv. 11, 18).
Moisés predijo el comportamiento del pueblo. En vez de comer, saciarse y alabar al Altísimo (v. 10), ellos comerían (v. 12a), se saciarían (v. 12b), se enriquecerían (v. 12c–13), se enorgullecerían (v. 14a), se olvidarían (v. 14b–16) y dirían que todo era resultado de su propio esfuerzo (v. 17). Dicho en otra forma, Moisés profetizó que el egoísmo y las riquezas serían sus ídolos y violarían lo dicho en 5:7–10 y 6:4–5. Parece que la advertencia cayó en oídos sordos.
Debían reconocer las consecuencias de olvidar 8:19–20
Si no usaban bien su memoria, tendrían que sufrir los resultados funestos de la desobediencia. El primero es la idolatría. Igual que en Israel, el que se olvida de las grandes obras de Dios en su vida, inevitablemente comenzará a participar en la adoración a las imágenes (v. 19a). El castigo que Jehová aplicaba a la práctica de esta abominación era la destrucción (vv. 19b–20). Pero la única forma de evitar la idolatría y destrucción era hacer buen uso de la memoria y obedecer, atendiendo la voz de Jehová.
Estando en la frontera, los israelitas aprendieron por boca de Moisés que para proteger la santidad de los primeros dos mandamientos y el gran mandamiento tenían que destruir al enemigo, disfrutar de la abundancia de la tierra y cuidar su memoria.
¡PENSEMOS! |
Nuestra memoria puede ser usada tanto para bien como para mal. Todo depende de cómo la ocupamos. Podemos controlarla y recordar lo que debemos y rechazar lo que no nos conviene. Ejercite su memoria pensando en las obras positivas que Dios ha realizado en su vida. Haga una lista de ellas, y medite en ellas constantemente. |
Lloyd, R. (1994). Estudios Bı́blicos ELA: Al este de la frontera (Deuteronomio) (43). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.