La adoración en Israel Deuteronomio 12:1–16:17
Con el capítulo 12 entramos en la segundo mitad (12:1–26:19) del segundo discurso de Moisés. Los capítulos 5–11 insisten en la necesidad imperante de que Israel se dedicara a la adoración exclusiva a Jehová. Una y otra vez, el predicador les advierte contra toda forma de idolatría. Lo más importante cuando estuvieran viviendo en la tierra prometida, era la obediencia absoluta al Señor en todos los detalles de su diario vivir. Estos capítulos contienen instrucciones generales sin entrar en pormenores. En la segunda parte de su mensaje, el caudillo pone las estipulaciones específicas.
Es importante reconocer que aunque su propósito no era exponer los primeros dos mandamientos y el gran mandamiento, como lo hizo en los capítulos 5–11, no deja de dar algunas enseñanzas acerca del tema. En 5–11 se insta a la adoración exclusiva de Jehová. En los capítulos que estudiaremos en esta sección, Moisés de los detalles en relación con esa adoración. Se contestan las preguntas dónde, cómo y cuándo debían adorar.
Antes de entrar en materia, Moisés hizo dos cosas. Primeramente, animó a los suyos a obedecer. Así comienza (12:1) y termina (26:16–19) esta sección. En segundo lugar, les instruye a eliminar todo rastro de culto pagano. Sólo así evitarían la tentación de ir en pos de los dioses ajenos. Debían destruir los altares, los implementos que ocupaban y hasta los nombres de los dioses falsos (12:2–3). No debía quedar vestigio de ellos. Habiendo cumplido con esta fase negativa, los israelitas podrían dedicarse a la adoración exclusiva del Señor.
¿DÓNDE DEBÍAN ADORAR? 12:4–28
La primera pregunta que Moisés contesta, se relaciona con el lugar de la adoración. ¿Podían los israelitas adorar en cualquier lugar como los paganos, o su culto debía practicarse en un lugar único? La enseñanza obvia de esta porción es que sólo habría un sitio donde podrían adorar legítimamente. Los teólogos hablan de esta doctrina del santuario central y discuten su significado. Creo que la enseñanza de la porción es que en un tiempo dado, habría un sólo sitio aprobado con el fin de proteger el mandamiento contra la idolatría.
El santuario central escogido por Jehová 12:5, 11, 14, 18, 21, 26
Esta es la enseñanza más clara del pasaje. Ningún hombre determinaría cuál iba a ser el sitio del santuario, el lugar donde los israelitas podrían realizar su culto. La evidencia bíblica es que el Señor eligió diferentes lugares hasta que se eligió a Jerusalén como el sitio definitivo.
EL SANTUARIO FUE ESCOGIDO POR JEHOVÁ
En tiempos de Josué, los líderes “se presentaron delante de Dios” (Josué 24:1) en Siquem. Los libros de Jueces y 1 Samuel mencionan dos lugares como “la casa de Dios”: Silo (Jueces 18:31; 1 Samuel 1:3) y Bet-el (Jueces 20:18, 26–27). Los últimos dos textos indican que la casa de Dios se ubicaba donde se encontraba el arca del pacto.
Jerusalén se convirtió en el santuario central cuando David pasó el arca para allá según se relata en 2 Samuel 6. El rey Josías, como parte de su movimiento de avivamiento, destruyó todos los lugares no autorizados y centralizó el culto en Jerusalén (2 Crónicas 34:3–7). Aun en el futuro, durante el milenio, la adoración al Señor se llevará a cabo en Jerusalén (Isaías 2:1–3; Zacarías 14:16–17).
La enseñanza de Moisés en el capítulo 12 es bastante repetitiva. Ella puede resumirse bajo tres temas:
Instrucciones positivas
El santuario central era el sitio en que varias cosas positivas debían realizarse:
Allí debían llevar todas sus ofrendas vv. 6, 11, 17, 26–27. Sin excepción, todos los sacrificios y dádivas para Jehová debían llevarse al lugar que el Señor escogiera. Ninguna ofrenda podía presentarse legítimamente en otro lugar.
Allí debían tener la comida de acción de gracias vv. 7a, 17–18a. El Señor dispuso que una parte de las ofrendas quedara en manos de los oferentes para que realizaran una comida con los suyos y los necesitados. Sólo en el santuario central podrían participar de esa comida.
Allí debían alegrarse vv. 7b, 12, 18b. Fíjese bien en este enfoque en la alegría en el culto. Muchas veces nosotros hacemos hincapié en la solemnidad de la adoración. En la religión israelita, la reunión era una verdadera celebración llena de gozo.
Allí debían manifestar su obediencia vv. 1, 28, 32. Moisés siempre regresaba a este tema, porque sin obediencia, ningún culto tendría valor.
¡PENSEMOS! |
Israel tenía que limitar su adoración formal a un sólo lugar. Nosotros tenemos el privilegio de rendir culto al Señor en cualquier lado (Juan 4:20–24). Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19). ¿Cómo va a aprovechar usted esta bendición esta semana? |
Advertencias negativas
Era necesario cuidarse de no participar en ciertas prácticas proscritas por el Señor:
No hacer lo que querían vv. 8–10. Cuando entraran en su reposo, debían tener mucho cuidado de no adorar a Jehová siguiendo sus antojos, “cada uno como bien le parece” (v. 8b). El culto debía realizarse siguiendo las instrucciones explícitas que el Omnipotente indicaría.
No ofrecer sacrificios en cualquier lugar vv. 13–14. Esa era la práctica pagana. Como ya vimos, los israelitas sólo estaban autorizados a presentar ofrendas en el santuario central.
No desamparar al levita v. 19. Cuando celebraran sus comidas de agradecimiento, siempre debían incluir a los levitas, porque ellos no tenían otra provisión.
Aclaración necesaria
Con tanto énfasis como pone el autor en la necesidad de ofrecer todos los sacrificios en el lugar central, muchos se preguntarían: ¿Podemos sacrificar animales en nuestros pueblos para suplir nuestras necesidades alimenticias? La contestación mosaica consta de dos partes
Sí era legítimo matar y comer animales en sus ciudades con tal de que no se usaran para la adoración (vv. 15, 20–22). Pero debían tener cuidado de no comer sangre (vv. 16, 23–25) porque ésta representaba la vida del animal que al fin y al cabo, pertenecía a Jehová. El que sacrificaba la bestia, debía derramar la sangre sobre la tierra en reconocimiento a la soberanía del Señor sobre la vida.
¿CÓMO DEBÍAN ADORAR? 12:29–15:23
En esta sección, Moisés trata el tema de las formas que debían utilizarse en la adoración
No como los paganos 12:29–32
Para evitar caer en la idolatría y prácticas paganas, el israelita no debía familiarizarse con los cultos abominables. Ni siquiera debía preguntar acerca de sus dioses (v. 30). Había una costumbre que era repugnante al Señor y que debía evitar: el sacrificio infantil (v. 31).
No siguiendo a otros dioses 13:1–18
Una vez más, Moisés regresa al tema de la idolatría. Reconocía que, a pesar de tantas advertencias, el pueblo buscaría a dioses ajenos. Siempre existiría quien quisiera animar a Israel para que apostatara. Los hijos de Dios debían rechazar toda invitación a la idolatría, viniera de donde viniere.
Invitación de profetas falsos vv. 1–5. Esta es la primera afirmación bíblica de que hay que tener cuidado con los profetas, porque hay algunos que no vienen del Señor. Aunque se cumplieran sus predicciones, el pueblo no debía seguirlos si los incitaban a la idolatría. Jehová permitiría su existencia para probar la fidelidad de su pueblo, para ver si en verdad vivían de acuerdo con el shema (6:4–5). Podríamos escribir la palabra solamente sobre el versículo 4. La muerte sería el castigo para el profeta idólatra.
Invitación de parientes vv. 6–11. El diablo es astuto y sabe que algunas veces seguimos los consejos de nuestros parientes. Esta misma verdad operaba en Israel. Cuando un israelita apostatara e incitara a su parientes a seguir su ejemplo, el pariente fiel debía denunciar el pecado y ser el primero en arrojar las piedras en la ejecución del infiel.
Invitación de una ciudad vv. 12–18. Algunas ciudades se destacarían como centros idolátricos y estimularían a las otras a imitarle. En este caso, el pueblo fiel tendría que averiguar bien las acusaciones. Si se confirmaban, tenían que destruir esa población y dedicar todo el botín al Señor. Tal ciudad nunca debía volver a edificarse.
En todos los casos, la muerte era el castigo irremisible para la infracción de la idolatría.
Como pueblo escogido 14:1–21
La clave a la interpretación de esta porción es la observación que se incluye al principio y al final. Los versículos 1–2 y 21 forman un marco dentro del cual se encuentra la enseñanza principal de la porción.
El marco contiene dos elementos bien balanceados. El primero es que debían apartarse de las prácticas paganas. El versículo 1b menciona herirse el cuerpo y raparse la cabeza como señales de duelo. Ambas costumbres se basaban en la idolatría. El versículo 21c termina la porción prohibiendo la práctica cananea de cocer el cabrito en la leche de su madre, violando así la santidad de la vida y usando para matar una cosa que tenía como propósito alimentar la vida.
¿Por qué debían apartarse de estas costumbres? Porque eran hijos de Jehová (v. 1a), pueblo único por elección (v. 2b), y pueblo SANTO (vv. 2a y 21b). Puesto que ocupaban este lugar tan privilegiado, debían separarse de toda costumbre dañina.
La enseñanza central vv. 3–21a. La santidad se conservaba en forma positiva comiendo solamente lo limpio. Sólo el Señor determinaba qué comidas eran limpias e inmundas. Parece que la única razón es que él lo quiso así. Si observaban estas leyes dietéticas, Israel demostraría su santidad, y sería diferente a todas las demás naciones, dedicado completamente a Jehová. El cumplimiento de estas normas también serviría de evidencia de su obediencia al Señor en los detalles insignificantes de la vida diaria. La santidad y obediencia se demuestran aun en la dieta.
LOS SANTOS DEBEN SER DIFERENTES
Con sus bienes materiales 14:22–15:23
Una de las formas de adorar al Señor era presentando diferentes ofrendas. Esta porción habla de tres sacrificios materiales: el diezmo, el año de remisión, y la consagración de los primogénitos.
El diezmo 14:22–29. La mayoría de los expositores bíblicos aceptan la interpretación de los judíos acerca de los diezmos. Se sabe que había dos diferentes: el primero y el segundo. Cada año debían trae el primer diezmo al Señor. Este fue designado por Dios para el sostén de los levitas, quienes servían el la obra del ministerio y no gozaban de herencia como las demás tribus (Levítico 27:30–32; Números 18:21–24).
El segundo diezmo, el diez por ciento de lo que quedaba después del primero, también era traído para adorar al Omnipotente cada año. Jehová regresaba una parte a los oferentes para que tuvieran una comida de acción de gracias con su familia, los pobres, y los levitas. Cada tercer año, este segundo diezmo permanecía en los pueblos. Así se suplían las necesidades de los pobres y levitas en todas las poblaciones (14:28–29). Todas las referencias que se hacen al diezmo en Deuteronomio tienen que ver con el segundo.
Vale la pena notar que el propósito del diezmo era enseñar a los israelitas a temer a Jehová (v. 23). Por este medio, se veían obligados a confiar en él y no en sus propios esfuerzos.
El año de remisión 15:1–18. En Israel, cada séptimo año era a la vez año sabático (Exodo 23:10–11; Levítico 25:1–7) y año de remisión (15:1–18). Es muy importante notar que todas estas leyes tenían que ver con el trato de los mismos israelitas a sus paisanos (vv. 2, 3, 7, 9, 11, 12). Los extranjeros recibían un trato diferente. Todas las instrucciones tenían como objetivo el aliviar la pobreza. En el año de remisión, el acreedor tenía que perdonar las deudas a sus hermanos. El pasaje indica que la remisión debía ser total, y no sólo de la parte que correspondía a ese año. Si se cumpliera esta ley, no habría ningún israelita endeudado cuando finalizara ese año (vv. 1–6).
Moisés reconocía que los suyos podrían tener la tendencia a ser mezquinos y no conceder préstamos durante el año antes de la remisión, sabiendo que tendrían que perdonar esa deuda. Por eso, los exhortó a que fueran liberales en conceder préstamos a pesar de lo que les iba a costar (vv. 7–11). El propósito de estas leyes, que era eliminar la pobreza, se encuentra en el versículo 4a. Pero la realidad de la desobediencia produciría el resultado opuesto (v. 11a).
Había otro sacrificio económico que el judío pudiente tenía que hacer en el año de remisión: dejar en libertad a sus hermanos que le habían servido por necesidad (vv. 12–18). La actitud del amo debía ser positiva. Se le requería hacerlo de buena gana, porque a fin de cuentas no le había costado nada (v. 18), y con liberalidad, abasteciendo a los libertos de todo lo necesario para establecerse en la vida en forma independiente (vv. 13–14). El que no quisiera aceptar la libertad, podría optar por un arreglo de servidumbre permanente con el amo a quien amaba (vv. 16–17).
Todas estas leyes del año de remisión tenían como propósito recordar a los israelitas el período de servidumbre y su rescate milagroso de Egipto. El acatamiento de ellas siempre traería bendición al individuo (vv. 4b, 10b, 18b) y a la nación (v. 6).
LA PRÁCTICA DE OFRENDAR
SIEMPRE RESULTA EN BENDICIÓN
La consagración de los primogénitos machos vv. 19–23. Cada año (v. 20a), el hebreo tenía que apartar los primogénitos machos como ofrenda al Señor. Debía llevarlos al santuario central y celebrar la comida de acción de gracias delante del Omnipotente. Pero sólo si no tenían defectos. Si eran defectuosos, entonces la consagración y comida se llevaría a cabo en la ciudad de cada uno, siempre siguiendo el mandato de disponer correctamente de la sangre. Sin duda, esta ceremonia les recordaría la muerte de los primogénitos en Egipto.
Sí, los israelitas adoraban a Jehová por medio de sus ofrendas. Cuando sumamos el primer y el segundo diezmos, los primogénitos y las remisiones, descubrimos que los hijos de Dios bajo el antiguo pacto, daban por obligación más del veinte por ciento de sus bienes.
¡PENSEMOS! |
Bajo la gracia no estamos obligados a dar nada. Damos, porque queremos agradecer al Señor por todo lo que ha hecho por nosotros. ¿Sería correcto bajo la gracia, dar menos de lo que los judíos daban bajo la ley? Evalúe su práctica de ofrendar. ¿Qué ajustes debe hacer para conformarse más al ejemplo de Israel? |
¿CUÁNDO DEBÍAN ADORAR? 16:1–17
Deuteronomio no menciona en este contexto la adoración semanal del día de reposo. El enfoque está en las festividades especiales, las solemnes convocaciones en que todos los varones debían reunirse en Jerusalén. Por obligación, tres veces al año se congregaban en el santuario central (vv. 16–17).
La fiesta de la pascua 16:1–8
Esta fiesta se celebraba en marzo o abril y conmemoraba el rescate del pueblo de Egipto. Incluía la fiesta de los panes sin levadura (Levítico 23:4–8) y también la de las primicias (vv. 9–12). Originalmente se celebraba en las casas, pero con el establecimiento del santuario central, sólo allí se podría practicar.
La fiesta de las semanas 16:9–12
Esta se llevaba a cabo en mayo o junio, y también se conocía como Pentecostés por celebrarse cincuenta días después de la de las primicias (Levítico 23:15–21). Festejaban la bondad del Señor por darles buena cosecha de los granos.
La fiesta de los tabernáculos 16:13–15
Era una festividad otoñal que se celebraba en septiembre u octubre. En esta época terminaban la cosecha de los frutos y las olivas. Les recordaba en forma especial la provisión divina durante la peregrinación por el desierto. Su reglamentación detallada se encuentra en Levítico 23:33–43.
Vale la pena notar que la solemnidad (vv. 8, 10, 13, 14, 16) se mantenía a pesar de la mucha alegría (vv. 11, 14, 15).
¡PENSEMOS! |
Viviendo bajo la nueva dispensación, tenemos otras festividades anuales para celebrar los grandes acontecimientos del cristianismo: la Navidad y la Semana Santa. También debemos observarlas con solemnidad y alegría. |
Lloyd, R. (1994). Estudios Bı́blicos ELA: Al este de la frontera (Deuteronomio) (66). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.