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Las fiestas solemnes Levítico 23:1–44

Las fiestas solemnes Levítico 23:1–44

Ocho fiestas solemnes se celebraban al principio de la historia de Israel. Luego más tarde, en algún timpo, fueron añadidas las fiestas de purim (“suertes”) para conmemorar la emancipación judía de tiempos de Ester (Ester 9:26–27; 2 Macabeos 15:36 [Biblia de Jerusalén]); hanuca (o “de las luces”), que celebraba la liberación macabea durante el período intertestamentario, y rosh hashaná, o el año nuevo judío.

Las fiestas eran parte de la ley de santidad, conmemoraban fechas especiales y marcaban el ritmo de avance del calendario judío. Se presentan en esta obra en un capítulo aparte para destacar su importancia.

Por lo que hace a su significado, las fiestas señalaban el pasado, hacia los actos salvíficos de Dios a favor de su pueblo en cierto momento de su historia. Algunas apuntaban al futuro: a la entrada de la nación a la tierra prometida y, por extensión, al reino mesiánico. En la historia de Israel, las tres principales fiestas de la lista que aparece en Levítico 23 son: la de la pascua, la de los tabernáculos y el día de expiación. Las restantes, aunque también son muy celebradas, se consideran un poco menos importantes.

¡PENSEMOS!
El simbolismo de cada una de las fiestas israelitas habla de un aspecto de nuestra salvación y comunión con Dios. Celebremos nuestra relación con Dios siendo obedientes a su palabra, practicando una buena mayordomía del tiempo, de los dones espirituales y de los bienes y talentos que hemos recibido de Dios.

INTRODUCCIÓN 23:1–2

Estas fiestas eran “santas convocaciones” (v. 2) es decir, reuniones con el fin de concentrarse en la comunión del pueblo con Dios. En todas debía observarse un descanso sabático.

Las fiestas eran una forma de mayordomía del tiempo (“cada cosa en su tiempo”, 23:37) y de todo cuanto un israelita había recibido de Dios. Nadie se podía ausentar de ellas ni tenerlas en poco, porque en algunos casos, esto se castigaba con la muerte (23:29). Además las fiestas eran una oportunidad para adorar a Dios, darle gracias por los favores recibidos de su mano y gozar de un tiempo de alegre convivencia espiritual y familiar. Las fiestas judías eran solemnes, pero también muy gozosas.

Cada una de esas fiestas tenía significado especial para el pueblo de Dios. También prefiguraban hechos futuros relacionados con la salvación y el ministerio de Cristo y de la iglesia.

SÁBADO 23:3

Es el único día que tiene nombre en la semana judía. Era la fiesta más conocida y la que se celebraba con mayor frecuencia por ser semanal. Era superada en importancia sólo por la pascua, los tabernáculos y el día de expiación, que eran fiestas anuales. El sábado era una conmemoración de la creación que Dios hizo en seis días (Génesis 2:2). Celebraba también el orden perfecto con el que Dios había terminado su creación.

En ese día no se debía realizar ningún trabajo (Éxodo 20:8–11). La prohibición de trabajar tenía el fin de que el israelita descansara del trajín de los seis días anteriores, pero también para que retomara otros menesteres: los relacionados con Dios y su vida espiritual.

Para la iglesia, el sábado quedó cancelado en su aspecto ceremonial. Es decir, no estamos obligados a guardar el séptimo día a la manera en que lo hacían los israelitas. Sin embargo, sigue vigente el principio de dedicar al menos un día de la semana al Señor. El sábado que también se le llamaba “día de reposo” es un concepto importante en Hebreos 3:7–4:12. En ese pasaje, el tema del reposo es expuesto como la meta o finalidad del creyente que anda en obediencia.

¡PENSEMOS!
El reposo es la vida bendecida por Dios así como la paz, gozo y crecimiento que la acompañan cuando el creyente: (1) Oye la voz de Dios (Hebreos 3:7, 15; 4:6–7). Aquí es sinónimo de creer y, por tanto, obedecer la palabra de Dios (Hebreos 4:2–3, 12–13). (2) Hace las obras de Dios y las hace bien (Hebreos 4:10). En suma, el reposo es el disfrute de la vida de obediencia a Dios, las obras bien hechas; en una frase: la armonía en la vida del cristiano.

EL REPOSO SE CONSIGUE TRABAJANDO;

HACIENDO LAS OBRAS DE DIOS

(Hebreos 4:10).

FIESTAS DE PRIMAVERA 23:5–22

Pascua 23:5. La pascua se celebraba el 14 de nisán (marzo-abril), al comienzo del calendario religiose judío (Éxodo 12:1–28; en Deuteronomio 16:1–8 se le llama abib, pues era el nombre original del primer mes, pero en tiempos posexílicos se le llamó nisán, compárese con Nehemías 2:1; Ester 3:7).

La fiesta era un memorial de la liberación del pueblo de Israel que Dios efectuó la noche que hirió a la tierra de Egipto con la plaga de la muerte de los primogénitos (Éxodo 11:1–10; 12:13).

CUANDO SOMOS CRISTIANOS

RESPONSABLES Y OBEDIENTES

A DIOS, ENTONCES

SOMOS MÁS LIBRES.

En esa noche, un cordero era inmolado (Éxodo 12:6; compárese con Juan 12:24, 27). La sangre de la víctima era derramada y aplicada a los postes y dinteles de las casas para que la plaga no afectara a sus moradores (Éxodo 12:7). Luego debían comer el cordero en familia (Éxodo 12:3, 4, 8), sin quebrarle un solo hueso y acompañándolo con yerbas amargas (que por cierto le dan un sabor exquisito).

En los hogares israelitas se debía compartir la cena pascual con las familias pobres. Mientras comían, los participantes ya estaban vestidos, dispuestos y preparados para salir a la libertad de la esclavitud en Egipto (Éxodo 12:11), ¡Qué hermosa figura de la redención espiritual que Dios efectuó en nuestra vida! Como se dijo arriba, esta fiesta era una figura de la redención efectuada por Cristo como Cordero de Dios (Juan 1:29; 1 Corintios 5:7).

COMO CORDERO FUE LLEVADO AL

MATADERO… (MAS) SU GENERACIÓN

¿QUIÉN LA CONTARÁ?…

(ISAÍAS 53:7–8)

PORQUE NUESTRA PASCUA,

QUE ES CRISTO, YA FUE

SACRIFICADA POR

NOSOTROS.

ASÍ QUE CELEBREMOS LA FIESTA, NO… CON

LA LEVADURA DE MALICIA Y DE MALDAD,

SINO CON PANES SIN LEVADURA, DE

SINCERIDAD Y DE VERDAD

(1 CORINTIOS 5:7–8)

Panes sin levadura 23:6–8. Esta fiesta comenzaba la noche de la pascua (llegó a asimilarse a ésta a tal grado, que se consideraban ambas una sola, [compárese con Lucas 22:1]) y duraba siete días (Levítico 23:5–6; Éxodo 12:15a). Durante todo ese tiempo debían comer pan sin levadura (Éxodo 12:15b; 13:6; Números 28:16–17).

El primer día, las casas debían ser limpiadas de todo rastro de levadura. Ésta se considera en ocasiones en la Biblia us símbolo de pecado y corrupción (Levítico 2:11; 1 Corintios 5:7–8). Se llamaba a una santa convocación el primer y el último día de la fiesta (vv. 6–8) y a un descanso sabático. El simbolismo de esta fiesta está asociado con la liberación de la nación de la esclavitud en Egipto (Éxodo 23:15). Para los cristianos significa la limpieza de pecado conseguida por Cristo y aplicada a favor de todos los hijos de Dios.

Primicias 23:9–14. En el segundo día de la fiesta de los panes sin levadura (16 de nisán) se presentaba una gavilla al Señor conteniendo los primeros frutos de la cosecha de cebada (v. 10b). Esta fiesta señalaba al tiempo cuando entrarían a la tierra prometida (v. 10a) y recogerían sus cosechas. La gavilla era mecida delante del Señor (v. 11). Este acto simbolizaba la entrega a Dios de los primeros frutos de la tierra y el retorno de los mismos a los hombres. Juntamente con la gavilla, se presentaba un holocausto (sacrificio de consagración), una oblación u ofrenda vegetal y una libación que era una copa de vino derramado sobre la oblación (vv. 12–14).

Para los israelitas esta fiesta significaba consagrar los primeros frutos de la tierra como garantía de la vendimia o abundante cosecha que seguía. Para los cristianos, es un simbolismo de la resurrección de Jesús, que es primicia de todos los creyentes que seguramente resucitarán (1 Corintios 15:20).

¡PENSEMOS!
La resurrección de Jesús es “primicias de los que durmieron”. Este hecho es lo que garantiza nuestra resurrección y encuentro con el Señor (1 Tesalonicenses 4:13–18). Es también la piedra angular de toda la doctrina cristiana (1 Corintios 15:14–19) y de ella dependen nuestra fe y nuestro futuro. En ella tenemos plena certidumbre de lo que somos y seremos. ¡Démosle gracias a Dios por darnos plena certidumbre de nuestra salvación y vocación cristianas!

Pentecostés 23:15–22. El vocablo significa “cincuentena”. Cincuenta días después de la pascua se celebraba Pentecostés, de allí su nombre (Éxodo 23:14–16; Números 28:26–31; Deuteronomio 16:9–12). También se le atribuyen otros tres nombres: “fiesta solemne de las semanas” (Deuteronomio 16:10, 16), porque se celebraba siete semanas después de la pascua, “fiesta de la siega” (Éxodo 23:16), porque tenía lugar al final de la cosecha; “día de las primicias” (Números 28:26), porque en esa fecha se ofrecían los primeros panes elaborados con el trigo nuevo de la cosecha.

En Pentecostés se presentaban los israelitas con ofrendas de gratitud por la cosecha y para conmemorar la liberación de Egipto (Deuteronomio 16:16–17). Se ofrecían dos panes cocidos —esta vez con levadura—, junto con un holocausto, una libación y un sacrificio de expiación. La presencia de la levadura simboliza la formación y notorio crecimiento de la iglesia en el día de Pentecostés (Hechos 2). La levadura hace crecer todo aquello que leuda (Mateo 13:33).

Los cristianos convertidos en Hechos 2 representan la cosecha que la semilla del evangelio produjo y sigue produciendo en el mundo.

PENTECOSTÉS ES TIEMPO DE COSECHA,

SEMBREMOS LA SEMILLA DEL EVANGELIO

Y COSECHEMOS EL FRUTO EN ALMAS

CONVERTIDAS PARA GLORIA DEL SEÑOR.

FIESTAS DE OTOÑO 23:23–44

El segundo gran período festivo del pueblo de Israel incluía tres fiestas: la de las trompetas, la del día de expiación y la de los tabernáculos. Las tres se celebraban en el mes de tisrí (septiembre-octubre) que era el primero del calendario civil israelita. El otro calendario, el religioso, comenzaba con el mes de nisán (marzo-abril).

Las trompetas 23:23–25. Al inicio de cada mes se tocaban trompetas en Israel (Números 10:1, 10). En el día primero de tisrí se tocaba la trompeta que señalaba el comienzo del año nuevo judío rosh hashaná (Números 29:1–6). Quizá la finalidad de esta fiesta era anunciar la proximidad del día de expiación, el evento más importante de todo el calendario festivo israelita.

Como en todas las fiestas, en ésta se ordenaba un descanso sabático. También se llamaba a una santa convocación y presentaban ofrendas a Dios.

Día de expiación 23:26–32. Los detalles de la celebración del día de expiación aparecen en Levítico 16 (véase el cap. 6 de esta obra; compárese con Números 29:7–11). Era la más importante de la fiestas, porque en ella se hacía provisión para la purificación espiritual del pueblo (16:21). La finalidad del día de expiación era recibir el perdón y limpieza de pecados. Dicha expiación se lograba gracias a la acción purificante de la sangre (17:11).

El mensaje de Levítico remarca la importancia de que el creyente se acerque a Dios en santidad (libre de toda inmundicia física o espiritual). Esta condición (santidad) debe ser la norma en las relaciones y trato con sus semejantes. En este pasaje se añade la advertencia de que cualquiera que dejase de observar el día de expiación sería “cortado (muerto) de su pueblo” (23:29).

Los tabernáculos 23:34–43. Esta era la última de las fiestas solemnes. Duraba siete días y concluía con una santa convocación (v. 36). Josefo la llamaba “la gran fiesta” (Antigüedades de los Judíos 8. 4. 1). Durante ese tiempo, todos los israelitas habitaban en cabañas o chozas hechas de ramas (compárese con Nehemías 8:14–18). De esta manera, conmemoraban la liberación de Egipto y la peregrinación en la cual Dios los guió por el desierto y los hizo habitar en cabañas (v. 43).

A lo largo de esta fiesta se inmolaban 189 animales (Números 29:12–38). También se celebraba la cosecha otoñal de frutos y olivas (compárese con Éxodo 23:16). Según Zacarías 14:16, esta fiesta se celebrará en el reino milenial.

Los judíos consideraban que esa fiesta sería la primera que se celebraría en el milenio. Por esta razón, en la transfiguración de Jesús (Mateo 17:1–13), los discípulos que lo acompañaban (Pedro, Jacobo y Juan) hicieron enramadas o tabernáculos (Mateo 17:4), porque cuando vieron el aspecto glorioso del Señor, Moisés y Elías, creyeron que el reino milenial había llegado.

Jesús participó en la fiesta de tabernáculos (Juan 7:2, 8, 10, 37–39). Juan reporta que en el último día de la celebración se vertía agua (a manera de libación) sobre el altar del templo. Esta agua era traída del estanque de Siloé mientras se cantaban estrofas del Gran Hallel (Salmos 118:24–29). Fue allí cuando Cristo invitó a los oyentes a que creyeran en él para saciar su sed espiritual y prometió que “de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37–38).

La Biblia nos enseña que mientras no creemos en Cristo somos peregrinos errantes en los caminos del pecado (Hebreos 3:10). Pero si nuestra fe está en Cristo, él nos guía por caminos de vida y de victoria, porque vive en nosotros (Colosenses 1:27; 3:3, 11; Romanos 8:37).

CRISTO HA HECHO SU MORADA

EN NUESTROS CORAZONES.

¡PENSEMOS!
Las fiestas judías nos enseñan que el carácter y las obras de Dios deben ser celebrados, no tan sólo estudiados y definidos como frías doctrinas. Nuestro Señor merece ser agasajado constantemente con nuestra obediencia y adoración (Salmos 100; 103; 150).

Vazquez, B. (1997). Estudios Bı́blicos ELA: Cómo vivir en santidad (Levı́tico) (115). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.