La Autoridad de Aarón como Sacerdote Números 17–19
Mientras el pueblo de Dios se hallaba en el desierto, surgieron algunas personas que querían adueñarse del liderazgo y ejercer la hegemonía sobre ellos, tal como sucede en la actualidad. No sabían que es el Señor quien designa y quita a los que están en eminencia cuando él lo dispone, y que no está sujeto a la voluntad de los hombres.
Quienes reconocen la autoridad de Dios sobre su vida, aceptan la de aquellos que él ha establecido como dirigentes. Demuestran su sumisión al Señor admitiendo a quienes él ha colocado en puestos de mando, sean civiles o religiosos. Aquellos que no están dispuestos a sujetarse a ellos, tienen que aprender a ser dóciles.
Después de que el pueblo había protestado contra las facultades otorgadas a Moisés, se podría creer que ya no era necesario advertirles de nuevo del peligro que hay en oponerse a las decisiones divinas. Sin embargo, Dios conoce el corazón humano y que siempre habrá quien se resista a sus designios. Para evitar que surgiera oposición contra el nombramiento de Aarón como sacerdote, una vez más el Señor confirmó que que él le serviría en ese cargo. Los verdaderos hijos de Dios debían aceptar la autoridad divina delegada en él.
LA EVIDENCIA DEL NOMBRAMIENTO DE AARON CAP. 17
La prueba 1–7
La rebelión de Coré y sus compañeros demostró que siempre hay quienes reniegan de la potestad divina, lo que trajo como resultado un juicio tremendo. En el caso de la designación de Aarón, Dios lo confirmó como su representante sacerdotal usando como prueba la vara de la tribu de Leví que Ilevaba el nombre de Aarón.
En esta situación especial, el Señor tomó la iniciativa y mandó a Moisés que cada jefe tomara una vara de árbol seca por cada una de las doce tribus de Israel y que escribieran su nombre en ellas. Además, que la vara de la tribu de Leví Ilevara el nombre de Aarón, como representante de su clan. Después, fueron puestas en el tabernáculo delante del arca del testimonio donde se manifestaba la presencia de Dios.
El Señor prometió elegir una de las varas para mostrarles a cuál de los líderes de Israel había escogido. De esta manera, todo mundo podría saber con certeza cuál era la elección divina y dejarían de quejarse contra Moisés y Aarón como si ellos mismos se hubieran nombrado para asumir el poder sobre el pueblo. Al escuchar esta orden, todos hicieron conforme a lo que se les dijo. Moisés recogió las varas y las colocó dentro del tabernáculo delante de Jehová.
Los resultados 8–11
Al día siguiente, Moisés entró al santuario para ver qué había pasado y encontró que la vara de Aarón que representaba a la tribu de Leví había reverdecido y florecido como prueba indubitable de que Dios había tomado su decisión. La descripción del fruto de la vara parece indicar que se produjo en abundancia, ya que mostraba todas las etapas del desarrollo de una planta completa. Había flores juntamente con algunos botones, que anunciaban que éstas seguirían apareciendo en el futuro. Además, se encontraron almendras, demostrando que sería fuente de una mayor producción.
El almendro era el árbol más precoz de la primavera y por eso su nombre en hebreo quiere decir “despertador”. Se usaba en las profecías del Antiguo Testamento para denotar que Dios se hallaba decidido a cumplir a cabalidad su Palabra (Jeremías 1:11–12). Así que esta evidencia sobrenatural de la elección de la casa de Aarón para su servicio, fue también prueba de que su ministerio sería fructífero y que Dios lo utilizaría para bendecir a Israel.
DIOS DESIGNA A QUIENES VAN
A DIRIGIR A SU PUEBLO
Y SU BENDICION VIENE
POR MEDIO DE ELLOS
Cuando Moisés tomó las varas y las mostró al pueblo, fue obvio que Dios había confirmado a la casa de Aarón como sacerdotes. Después, ordenó que se colocara de nuevo en el tabernáculo como testimonio perpetuo. Esta señal debería servir de advertencia para cualquier rebelde que en el futuro quisiera oponerse al sumo sacerdote y su familia. Dios los nombró, no por decisión democrática del pueblo, sino por su perfecta voluntad.
La Respuesta 12–13
Al comprender plenamente el significado de este evento, los líderes del pueblo tuvieron miedo, pensando que morirían por haberse acercado al tabernáculo. Al reconocer la soberanía de Dios, su intervención personal en este asunto y la gravedad de su rebeldía pasada, se atemorizaron al pensar en su culpa y en que se acarrearían el juicio divino. Sin embargo, Dios no les castigó, porque él había sido quien los había Ilamado. Lo único que tenían que hacer era someterse a la autoridad de la casa de Aarón para conservar la vida.
¡PENSEMOS! |
En el pueblo de Dios de hoy no se usan varas florecientes para señalar la autoridad de quienes Dios ha nombrado para que le sirvan. Sin embargo, esta historia presenta ciertos principios que se repiten a través de todas las épocas, y que se observan en la actualidad también. ¿Cuáles son las lecciones que debemos aprender en base a este relato? |
LA EXPLICACION DE LA AUTORIDAD DE AARON CAP. 18
Después de confirmar esta designación, Dios dio otras ordenanzas acerca de los sacerdotes y su derecho de recibir el diezmo. Jehová habló con Aarón para afirmar una vez más su nombramiento y la ayuda que debía recibir de los varones de la tribu de Leví (18:1–7).
Además del privilegio y la autoridad que conllevaba el puesto, se puede observar que también abarcaba mucho trabajo. Quienes aspiran a ejercer el ministerio, muchas veces no toman en cuenta la cantidad de esfuerzo que implica. Si la encomienda no proviene del Señor, no es conveniente asumir esta clase de responsabilidades, pues es demasiado difícil hacerlo solo. Sólo Dios, quien conoce a las personas indicadas, puede proveer de la capacidad requerida para realizarlas.
¡PENSEMOS! |
Varios pasajes bíblicos afirman esta verdad. Considere lo que dice Jeremías 45:5, Hebreos 5:4, y 1 Corintios 12, juntamente con 18:1–7. A este respecto. ¿Qué nos enseñan en cuanto a nombrar y capacitar personas para ejercer un servicio semejante? Haga una lista de las principales implicaciones que las instrucciones dadas a los sacerdotes podrían tener para los líderes de su iglesia. ¿Vale la pena procurar esta clase de ocupaciones para uno mismo? |
Aarón y sus hijos tendrían el compromiso de cuidar del tabernáculo y su servicio. Si alguien lo profanara, sería culpa de ellos, porque debían vigilarlo constantemente y asegurarse de que tal cosa no sucediera. Eran responsables delante de Dios por el correcto ejercicio de sus tareas. Aunque contaban con la ayuda de los demás levitas, la obligación era de los sacerdotes personalmente. No podrían echar la culpa a sus colaboradores, ni delegar las funciones detalladas por Dios mismo. Si cualquier persona intentara usurpar su trabajo, o siquiera acercarse al lugar santo, moriría.
Debido a que no se les daría tierra para cultivar ni herencia cuando Ilegaran a la Tierra Prometida, Dios asignó que las ofrendas fueran su porción. Las clasificadas como “santísimas” estaban reservadas para los sacerdotes y sus hijos varones (18:9–10). Las que se Ilamaban “santas”, las podrían comer todos los miembros limpios de su familia (18:11–20). Pero lo más importante que tendrían como fruto de su trabajo sería su relación especial con Jehová, quien sería su protector y proveed or en medio de los hijos de Israel (vs. 20).
Todos los diezmos de Israel eran entregados a los levitas, pues ellos tampoco tendrían herencia en la tierra. Esta era su recompensa por la prestación de sus servicios y por la gran responsabilidad que detentaban frente a Dios y la nación. Sólo ellos participarían en el trabajo del tabernáculo (18:21–24).
Cuando los levitas recibieran los diezmos de las cosechas del pueblo, debían considerarlos como si fueran fruto de su labranza. Por lo tanto, también ellos debían diezmar (apartar el “diezmo de los diezmos”, vs. 26) de lo que recibieran y darlo directamente a Aarón y los sacerdotes (18:25–32).
Algunos líderes podrían haber pensado que estaban exentos de presentar sus ofrendas y diezmos porque se dedicaban a la obra y porque no poseían tierra. Sin embargo, se les explicó claramente que lo que obtuvieran del pueblo de Dios, también pertenecía a él. El resto de su ingreso era para ellos, y podían disfrutarlo sin restricciones.
LA PURIFICACION DE LA INMUNDICIA 19:1–22
La enseñanza del Antiguo Testamento acerca de la impureza y la forma de limpiarla tenía dos propósitos. Primero, proteger al pueblo de muchas enfermedades, pues incluía principios higiénicos para evitarlas. En segundo lugar, tenía un fin espiritual. La obediencia a las normas divinas, era para distinguirlos de los paganos, confirmar su confianza en Dios, y profundizar su comunión con él. Además, el Señor les dio algunas verdades acerca del peligro de contaminarse con el pecado y las consecuencias que ésto provoca en cuanto a la relación con él.
Jehová exigía que quienes participaran en las actividades religiosas de Israel estuvieran puros antes de presentarse delante de él. Por lo tanto, no podían tocar ninguna cosa muerta o inmunda. El que lo hiciera, tendría que purificarse antes de volver a intervenir activamente en su oficio. Números 19 describe el ceremonial que Dios estableció para este fin. Moisés acababa de explicarles las responsabilidades de los sacerdotes y levitas ante el Señor, y cómo debían de vigilar las actividades en el tabernáculo. Enseguida instruyó al pueblo en general sobre el procedimiento que debían cumplir cuando se encontraran contaminados.
El sacrificio de la vaca alazana 19:1–10
La vaca alazana no se consideraba un sacrificio normal. Tenía que Ilenar ciertos requisitos para que lo fuera. Debía ser sin defecto o mancha alguna, y no haber sido uncida al yugo nunca antes. No se ofrecia sobre el altar en el tabernáculo, sino que era llevada fuera del campamento para ser degollada allí en presencia del sacerdote. La única relación que este acto tenía con el santuario, era cuando el oficiante rociaba un poco de sangre con el dedo, mirando hacia la parte delantera de él. Todo el animal se quemaba con el fin de utilizar las cenizas en el acto de purificación. Estas se guardaban en un depósito fuera del campamento donde el pueblo mismo podría llegar a tomarlas y mezclarlas con agua.
La limpieza del inmundo 19:11–13
Después de tocar algún cadáver, la persona sería considerada inmunda por siete días. Para limpiarse, debía utilizar el agua de la purificación mezclada con las cenizas de la vaca alazana durante el tercero y séptimo dia, so pena de contaminar el tabernáculo. Debía permanecer separado, no podía participar en los cultos, y quedaba excluido de todas las actividades. El autor de Hebreos comparó esta limpieza del inmundo con la obra de Cristo (Hebreos 9:13–14). Así como las cenizas lavaban a quien estuviera en esa condición y lo restauraban a la comunión con Dios y la participación en la vida religiosa, también la muerte de Cristo hace posible que nuestra conciencia sea emblanquecida.
La ley acerca de los muertos 19:14–19
Cualquier contacto, directo o indirecto con un cadáver, provocaba un estado de inmundicia. Por el sólo hecho de estar en la tienda de algún muerto o entrar en ella tenía que pasar por el acto exigido de descontaminación. Incluso toda vasija abierta dentro de la tienda era considerada inmunda.
Una persona que estuviera limpia debía ayudar a la otra tomando una vasija, Ilenándola con agua corriente y diluyendo en ella las cenizas. Después mojaría un hisopo para rociar la carpa, los muebles y las personas afectadas. Todo el proceso se haría el tercero y séptimo día. Este ayudante también estaría contaminado durante esos días.
Consecuencias de no cumplir con la purificación 19:20–22
Al concluir la detallada explicación de este rito, se advierte al pueblo sobre el peligro de no observarlo correctamente. Aquel que desobedeciera, ensuciaría todo lo que tocara mientras estuviera en esa condición, contagiaría el tabernáculo, y quedaría bajo el juicio de Dios, quien lo eliminaría.
Recordemos la lección implícita en estas instrucciones. La impiedad que producen el pecado y la muerte es muy seria. Sólo Dios nos puede librar de sus consecuencias. El ha tomado la iniciativa y ha provisto la manera de hacernos limpios.
Los judíos no podían alcanzar la salvación siguiendo este procedimiento. Ya habían sido redimidos por la sangre del cordero ofrecido en Egipto al comenzar el éxodo. Ya eran parte del pueblo de Dios. Sin embargo, se les mostró que para ser restaurados, debían ofrecer sacrificios cuando pecaran y ofendieran a su Señor. También se les dio la manera en que podían limpiarse de impurezas si se contaminaban tocando alguna cosa inmunda. Dios hizo la provisión, él estableció las normas y todo el que quisiera acercarse a él, tenía que hacerlo según sus indicaciones o sería castigado y separado de la congregación.
DIOS PROVEYO UNA MANERA
PARA EFECTUAR LA LIMPIEZA
DE LOS INMUNDOS,
PERO ESTA SOLO SE PODIA LOGRAR
SIGUIENDO SUS INSTRUCCIONES
¡PENSEMOS! |
¿A cuáles aspectos de la vida cristiana se compara esta provisión de Dios? ¿Qué debemos aprender en base a ella? Repase una vez más las enseñanzas de Números 17-19. Señale los principios de mayor importancia que pudo observar. ¿Qué diferencia deben producir en su vida? |
Porter, R. (1989). Estudios Bı́blicos ELA: Fracaso en el desierto (Numeros) (51). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.