Biblia

Oportunidad Unica en la Vida de Balaam Números 22:2–24:25

Oportunidad Unica en la Vida de Balaam Números 22:2–24:25

Pocas veces en la vida se nos presenta la oportunidad de realizar todos nuestros sueños de la noche a la mañana. Si se nos diera, ¿cómo responderíamos? ¿Qué precio estaríamos dispuestos a pagar por enriquecernos¿

Balaam se vio obligado a considerar esta alternativa. Poco se sabe de este hombre, aparte de lo que relata la historia bíblica, y lo que de él conocemos nos provoca más preguntas que respuestas. Era originario de una nación pagana, que probablemente habitaba al norte, cerca del Río Eufrates; bien conocido por su capacidad de bendecir y maldecir, si alguien estaba dispuesto a pagar el precio estipulado.

Aparentemente, era varón temeroso de Jehová. Esta característica no parece ser congruente con lo demás que sabemos de él. Por eso, algunos comentaristas sugieren que tal vez sucedió con él como con algunos otros renombrados hombres que intentaron maldecir a Israel y que el Señor confrontó con bastante fuerza para impedir que perjudicaran a aquellos que él había bendecido. Al final, se convirtió en vocero de Jehová.

Balaam experimentaba una gran frustración porque por un lado, quería complacer a Balac y aprovechar la tentadora oferta que le hacía para que maldijera a los judíos, pero no se atrevió a oponerse a lo que Jehová le había dicho; su temor de Dios le impidió recibir la recompensa que hubiera podido ganar.

LA OFERTA PRESENTADA 22:2–20

Israel había establecido su campamento en la meseta de Moab mientras hacían los preparativos para entrar en Canaán. La historia de Balaam presenta ciertos detalles ajenos a la nación en sí, y que no se conocieron sino hasta mucho tiempo después, cuando Dios los reveló. Sin embargo, la soberanía de la divinidad se manifestó en la advertencia que hizo al rey Balac: él iba a proteger a sus hijos de los moabitas así como de cualquier otro enemigo que se les enfrentara.

El diálogo entre Balac y Balaam se narra con lujo de detalles. Balac había visto lo que había pasado a los amorreos y tenía miedo (2), debido a que el pueblo era en gran manera numeroso. No se trataba de una banda pequeña que andaba merodeando como algunos habían creído. El escritor sagrado dice que cuando salieron de Egipto, tan sólo los hombres maduros eran 600,000, lo cual indica que al menos, el total sería aproxiamdamente de dos millones y medio de personas. Por eso, el pasaje insiste en la aprensión de Balac al considerar el daño que le podría hacer tan gran multitud pasando por su tierra (3–4). Necesitaba de una ayuda sobrenatural, que viniera de parte de sus dioses. Por lo que Ilamó al asalariado profeta Balaam (5).

Tenía el propósito de lanzar un ataque indirecto contra ellos, con la idea de frenar y destruir su avance. La costumbre de maldecir a las naciones enemigas más fuertes era muy común en ese tiempo, y Balaam tenía fama de ser muy efectivo en este tipo de asunto, si se le pagaba apropiadamente (6–7).

Cuando los mensajeros de Balac le presentaron el asunto, parece que de inmediato se dio cuenta de que no se trataba de algo fácil; pues pudo apreciar algunos factores diferentes. Decidió esperar un poco y averiguar más sobre el caso antes de comprometerse. Reconoció que Jehová estaba interesado en esta gente y que él no era nadie para resistir su voluntad. Durante el transcurso del diálogo con los mensajeros de Balac, les dijo nueve veces que tenía que hacer lo que Dios le indicara (8).

Claramente, el Altísimo no le permitió ir con ellos. Más bien, le informó que él ya había bendecido a las supuestas víctimas de Balac. Por la mañana, Balaam tuvo que decir a los enviados que no tenía permiso para acompañarlos (9–14). No obstante, la historia no terminó con esta respuesta negativa, ya que existían dos motivos de por medio. Primero, que Balac no se dio por vencido tan fácilmente y en segundo, que el profeta siguió buscando alguna manera de conseguir cuando menos parte de la recompensa prometida.

El rey de Moab eligió un grupo de líderes todavía más importantes que los primeros para que lo fueran a convencer de las ventajas que había en cooperar con ellos (15–16). Le ofrecieron una remuneración más alta y le animaron a que si no estaba conforme, estipulara la cantidad que quisiera, pues podían pagar lo que él exigiera (17).

De nuevo Balaam tuvo que contestar que no podía desafiar el mandato expreso de Jehová, aunque le concedieran la casa real llena de plata y oro (18). Sin embargo, les invitó a pasar la noche allí mientras consultaba nuevamente (19). Aunque el Señor se apareció a Balaam y le dio permiso para acompañar (20) a los emisarios, los eventos posteriores parecen indicar que este profeta había pasado la noche tratando de convencerlo de que lo dejara ir con ellos, a condición de no decir nada que no estuviera aprobado. Al fin le concedió ir, pero no sin antes advertirle severamente del peligro que había si trataba de complacer a estos políticos y contravenir lo que Dios dijera.

¡PENSEMOS!
Aunque es probable que Balaam no creyera en Jehová, su situación no es muy diferente a la de los hijos de Dios cuando quieren servirlo y al mismo tiempo sacar ganancias personales. ¿Qué consecuencias puede traer esto? ¿Qué lecciones podemos aprender de esta disyuntiva en la vida de Balaam?

LA RECOMPENSA PERDIDA

La advertencia hecha por el ángel de Jehová 22:21–35

La protección del asna 22:21–30

Nos hacen falta algunos detalles y no sabemos con seguridad por qué Dios le permitió acompañar a los moabitas y después se enojó (21–22a). Es probable que la reacción divina tenía su origen en la manera en que Balaam había conseguido el permiso y los motivos que movían al profeta. Estaba muy entusiasmado con la posibilidad de acompañarlos, y tenía ilusiones de ganar la cantidad prometida por el rey. Dios le Ilamó la atención y le dio razones para que dudara del cumplimiento de sus sueños al respecto. Estaba limitado por lo que Dios le permitiera hacer; no tendría oportunidad de congraciarse con los moabitas haciendo lo que querían.

El ángel de Jehová se le apareció tres veces con una espada en la mano delante del asna que Balaam montaba. La bestia se dio cuenta de su presencia porque Dios se lo estaba revelando solo a ella. Cuando trató de protegerse a sí misma y a su amo, éste se enojó con ella porque ignoraba lo que estaba pasando en realidad. En todas las ocasiones, lo había salvado pero el la golpeó irritado.

La primera, el asna se desvió del camino para evitar el peligro (22b–23); la segunda, el ángel se colocó en un pasadizo sumamente angosto, y para esquivarlo, ella se pegó a la pared y prensó el pie del profeta contra el muro (24–25). La tercera ocasión, se enfrentaron en un lugar donde no había paso y la burra se sentó, negándose a continuar. Balaam se enojó tanto, que esta vez la azotó con un palo (26–27).

Su sorpresa fue inmensa cuando escuchó que el asna le hablaba. Le preguntó por qué era que la estaba maltratando. Balaam respondió que era por causa de la frustración y vergüenza que sentía por su comportamiento. El animal le recordó que siempre había sido fiel en los años pasados, y que tenía que aceptar que tal vez existía un motivo válido para hacer lo que había hecho; en lugar de herirla, él debía buscar una explicación adecuada. Si lo hacía, vería el grave peligro que los acechaba en el camino y que ella lo había salvado de una muerte segura (28–30). En ese momento, el Señor abrió los ojos del profeta para que viera por qué actuaba de manera tan extraña.

La advertencia del ángel 22:31–35

Al apreciar el escenario completo, Balaam se dio cuenta de que estaba en presencia del ángel de Jehová, quien había bloqueado el paso con su espada en la mano. Si hubiera seguido adelante con su propósito, habría muerto. Más bien, el hombre debía disculparse ante el asna que había mostrado más sabiduría que él.

Asimismo, el Señor le reveló que su intención de ayudar a Balac iba contra sus planes. Al percatarse de ello, Balaam ofreció regresar a casa si así se lo mandaba, pero le ordenó seguir con los enviados, porque todavía tenía un propósito que cumplir; sería su vocero ante Balac para que supiera su intención de bendecir a Israel. El rey debía entender que ni pagando a muchos otros como Balaam podría estorbar sus designios.

BALAAM TENIA LA OBLIGACION

DE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS,

PORQUE SUS VOCEROS DEBEN

HACER LO QUE EL MANDA

El saludo de Balac 22:36–40

Al oír que Balaam se acercaba, el rey de los moabitas se entusiasmó y salió para recibirlo. Desde un principio, le dio a entender que quería comprar su maldición y que estaba dispuesto a pagar cualquier precio, con tal que hiciera lo que le pedía (36–37).

Por su parte, Balaam le informó que sólo haría lo que Dios mandara y que no podría hacer nada sin su aprobación. Sin entender el significado de estas palabras, Balac empezó la tarea de convencimiento. No se daba cuenta del poderoso contrincante con quien tenía que luchar, porque desconocía quién era.

La revelación divina 22:41–24:13

Primer intento 22:41–23:12

Llevó al profeta a que viera al pueblo desde diferentes puntos de observación. Cada vez que lo hacía, levantaba una serie de altares y ofrecía sacrificios. Balaam se apartó nuevamente para consultar con Jehová, pero en todas las ocasiones manifestó que la última palabra sería la del Señor (22:41–23:3).

La primera vez, se le dio un mensaje para que lo entregara a Balac. En resumen, su respuesta era que no podría maldecir o condenar a los protegidos de Dios. Esta no era una nación común, porque había sido escogida por Jehová. Por lo tanto, al fin sería bendecida y se multiplicaría grandemente, aunque todos sus enemigos quisieran terminar con ellos (23:4–10).

Como se puede imaginar, a Balac no le gustó esta respuesta. Lo había traído para perjudicar a Israel y en lugar de hacerlo, lo bendijo. Entonces, Balaam le recordó su conversación anterior; no estaba autorizado a actuar sin la dirección de Jehová. Seguramente ambos se sentían muy afectados por este mensaje. Para el profeta era difícil aceptar que iba a perder la recompensa deseada.

Segundo intento 23:13–26

Sin embargo, Balac no se dio por vencido; no tenía otra alternativa y decidió tratar de nuevo. Lo Ilevó otro sitio desde donde tal vez apreciara la situación de otra forma. Se trasladaron al campo de Zofim donde una vez más ofreció sus sacrificios a Jehová y Balaam se apartó para consultar con él (23:13–15).

El Señor se volvió a revelar y le dio otro mensaje para Balac. Esta vez fue para advertirle que no cambiaría de opinión y que no podía mentir. Cumpliría lo que ya había expresado con anterioridad. Balaam había sido enviado por Dios para que bendijera a su pueblo, y él no tenía derecho a alterar este decreto, pues como andaban en obediencia, él estaba con ellos y ni Balac ni nadie podria contrariarlo (23:16–24).

JEHOVA NO ES HOMBRE PARA

CAMBIAR DE OPINION. HABIA

DECIDIDO BENDECIR A ISRAEL;

Y NO SE ARREPENTIRIA

¡PENSEMOS!
La Palabra de Dios es segura. El no cambia de opinión y jamás olvida sus promesas. ¿Cómo nos ayuda esta verdad? ¿Qué diferencia debe producir en nuestra vida?
En lugar de estar agradecido con Balaam por advertirles del peligro que corrían, Balac se enfureció. Respondió que si no deciá lo que él quería escuchar, era mejor que no dijera nada, pues no lo había traído con ese propósito. Balaam repitió lo dicho antes. A toda costa, sólo haría lo que Jehová le dijera (23:25–26).

Tercer intento 23:27–24:13

Balac siguió insistiendo y le llevó a otro lugar con la esperanza de que cumpliera su capricho. Una vez más construyeron los altares y ofrecieron los sacrificios indicados sobre ellos (23:27–30). Esta vez, como ya sabía el pensamiento del Señor, Balaam no salió en busca de agüeros como lo haría normalmente en su trabajo. Se dirigió directamente al desierto para escuchar la revelación de lo alto. El Espíritu Santo tomó control de Balaam y emitió una profecía, repitiendo la bendición de Dios para Israel, y presentando un cuadro futuro de prosperidad y tranquilidad.

Dios los había sacado de Egipto para hacer de ellos una nación fuerte y prominente. Por lo tanto, triunfarían sobre todos sus enemigos, para que se cumpliera lo dicho a Abraham en Génesis 12:3: “Benditos los que te bendigan y malditos los que te maldigan”.

Al escuchar esto, Balac ya no pudo resistir más. Se disgustó exageradamente contra Balaam y renegó de haberlo traído para maldecir a sus enemigos, pues en lugar de hacerlo, había hecho lo contrario tres veces. Sin haber conseguido los honores y riquezas que imaginaba, Balaam se quedó sin nada. Tuvo que escapar para no caer bajo la ira del rey. Este le dijo que era Jehová quien lo había privado de todos los honores que pensaba darle. Es probable que con estas palabras, Balac todavía tratara de convencerlo para que se arrepintiera y lo ayudara.

No obstante, una vez más el profeta le recordó que nunca había prometido hacer más que pronunciar las palabras que Jehová le dijera; él no tenía la culpa de lo sucedido. Ninguna cantidad de dinero podría pagar las consecuencias personales que le traería oponerse al mensaje que Dios le había comunicado, y por lo tanto, tenía que conformarse. Aunque perdió la ganancia personal, se mantuvo firme en la tarea que el Señor le había encargado (24:10–13).

Las advertencias finales sobre el juicio 24:14–24

Antes de salir, Balaam dio a Balac un cuadro profético de lo que Dios haría a las naciones que se opusieran a él y a su pueblo, empezando con Moab, que sería destruido gracias al liderazgo que Dios daría a Israel (14–19).

Además, profetizó la destrucción de Amalec (20), de los ceneos (21–22), los asirios, los de Heber y los habitantes de la costa de Quitim. Todos los que se opusieran, tarde o temprano serían arrasados (23–24).

QUIEN SE OPUSIERA A ISRAEL

TENDRIA QUE ENFRENTARSE

A LA IRA DEL DIOS VIVO

La separación 24:25

Al final, tuvieron que separarse estos dos hombres fuertes. Cada uno se dirigió a su lugar de origen. Se sentían frustrados porque ninguno había logrado conseguir lo que buscaba. Sin embargo, Balaam ganó una conciencia limpia, y conservó la vida por obedecer al Señor. Sólo dijo lo que de él recibió, sin obtener nada a cambio.

¡PENSEMOS!
Balaam soñaba con enriquecerse. Pensaba que podía salirse con la suya de alguna manera y volver a su casa habiendo obtenido grandes beneficios. Sin embargo, no resultó asi. Debía sentirse satisfecho por ser fiel al compromiso confirmado con Jehová.
¿Qué bendiciones habría para él al obedecer? ¿Cuánto le cuesta a usted seguir firme en lo que Dios le pide? ¿Qué ventajas percibe? ¿Valen la pena? ¿Por qué?

Porter, R. (1989). Estudios Bı́blicos ELA: Fracaso en el desierto (Numeros) (75). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.