Antes de entrar en Canaán, mientras estaban en la meseta de Moab, se presentaron algunos asuntos de gran importancia histórica que necesitaban ser resueltos. Uno de los temas más difíciles de comprender para nosotros es la orden dada por el Señor respecto a los pueblos paganos. En esta época, que se caracteriza por el extraordinario énfasis que se pone en los derechos humanos, en la permisividad y en la libertad individual en todos los aspectos de la vida, es difícil para nosotros entender por qué debían matar a todos los habitantes de ese territorio, incluyendo mujeres y niños.
Muchos comentaristas modernos tratan de evadir este problema explicándolo como que era común a las costumbres primitivas antiguotestamentarias, pues los antiguos carecían de los conocimientos elementales de cómo tratar correctamente a sus vecinos. Esta proposición no resuelve nada, porque fue Dios mismo quien extendió el mandato, no la gente; ellos se limitaron a escuchar sus palabras y cumplirlas en la medida de sus posibilidades. Más bien, se metieron en aprietos delante del Señor por no obedecer cabalmente lo que les había explicado.
La única alternativa que nos queda para entender esta severidad, se encuentra en la descripción que el Altísimo hace de las actitudes y actividades en que se desenvolvían los paganos. El libro de Exodo dice: “Porque mi Angel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir. No te inclinarás a sus dioses, ni los servirás ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del todo y quebrarás totalmente sus estatuas” (23:23–24). Unos versículos más adelante continúa: “No harás alianza con ellos, ni con sus dioses. En tu tierra no habitarán, no sea que te hagan pecar contra mí sirviendo a sus dioses, porque te será tropiezo” (32–33).
En Deuteronomio 12:29–31, afirma: “Cuando Jehová tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites en su tierra, guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así a Jehová tu Dios, porque toda cosa abominable que Jehová aborrece, hicieron ellos a sus dioses…”
Nuestra dificultad radica en que no conocemos la magnitud de las abominaciones que aquellas personas cometían y cómo enfurecían a su Creador. Las evidencias arqueológicas encontradas describen con mucha aproximación el estilo de vida de los cananeos. Dios no podía tolerar que sus escogidos lo imitaran, por lo que destinó a Israel para eliminar esa repugnante corrupción de delante de él. A pesar de la popularidad que hayan alcanzado actualmente ciertas prácticas, Dios no acepta cualquier forma de adoración que se le ofrezca. Es por eso que demandó que aquellas personas y su influencia pagana fuera raída del mundo que él gobierna.
Uno de los peligros principales para la nación judía era que algunos representantes de esos cultos sobrevivieran y los desviaran hacia sus prácticas religiosas y forma de vivir. Ya había sucedido con las mujeres de Madián. El resto de los pobladores de ese territorio podían hacer lo mismo. De hecho, así fue, pues los israelitas no cumplieron totalmente el mandamiento expreso de Jehová. La historia cuenta qué resultados hubo y demuestra lo que les ocurrió por no hacerlo.
VICTORIA SOBRE MADIAN 31
Dios ordenó a Moisés que atacaran a los madianitas y que completara su venganza contra ellos (31:2). Israel se organizó para la batalla, enviando mil hombres de cada tribu para guerrear. Acabaron con todos los hombres de Madián, incluyendo a los cinco reyes principales que habían formado un pacto conocido con el mismo nombre. En esta lucha murió también el profeta Balaam, quien no se había alejado por completo del escenario, y que pagó con su vida su desobediencia a Dios y su participación en esta lucha contra el pueblo escogido (2–8).
DIOS NO PERMITIO A SU PUEBLO
HACER ALIANZA CON LOS PAGANOS
INCREDULOS
Saquearon todos los poblados, apresando a las mujeres y niños en lugar de matarlos; se apoderaron de todo el ganado y bienes que encontraron, y por último quemaron las ciudades y campamentos (9–12). Al observar que no habían destruido totalmente a esa nación, Moisés se inquietó. Les recordó el ardid que Balaam había tramado con las madianitas y cómo habían servido de señuelo para que Dios los castigara.
Debido a lo pasado anteriormente, ordenó que se diera muerte a todas aquellas mujeres que hubieren tenido relaciones sexuales y a todos los niños varones. Se perdonó la vida a las doncellas vírgenes para que se unieran a aquellos que se interesaran en ellas. La implicación era que al quedar sin nación, no les quedaría más remedio que convertirse en judías (13–18).
¡PENSEMOS! |
El caso de las mujeres paganas que desviaron a los judíos de Dios, nos enseña algunas lecciones importantes en cuanto al peligro de los matrimonios mixtos. ¿Qué riesgo representaban para el pueblo escogido? ¿Qué amenaza constituyen en la actualidad para la iglesia? |
¿Qué consecuencias trajeron las relaciones prohibidas con las madianitas? ¿Cuáles podrían traernos en la actualidad? |
También se les dieron instrucciones precisas en cuanto a la purificación de los que habían intervenido en la matanza y acerca de los despojos obtenidos. No debían permitir que el pueblo se contaminara al tocar los muertos y cosas de esa sociedad pagana, y que en el futuro pudieran ser un estorbo entre Dios e Israel (19–24).
El botín que recogieron de la batalla fue contado y dividido en dos partes. La mitad se dio a los soldados como recompensa por su esfuerzo, y la otra se distribuyó entre toda la congregación (25–27).
Se separó una ofrenda para el Señor como tributo por haberles protegido y por la victoria. De lo que se dio a los guerreros, se les recogió una porción de cada quinientas para entregarla a los sacerdotes. De lo del pueblo se tomó una parte por cada cincuenta para dedicarla a los levitas encargados del tabernáculo (28–47)
Los jefes del ejército contaron a sus soldados al regresar de la batalla y descubrieron que no faltaba uno solo. Como un acto de agradecimiento por el amparo divino, los oficiales decidieron dar al Señor los objetos de oro que habían reunido en la guerra y se encontró que sumaban aproximadamente 420 libras de oro. Al precio actual, el valor sería de.poco más de dos y medio millones de dólares estadounidenses. En otras palabras, estos ciento treinta dos capitanes de miles y de cientos, que ni siquiera poseían casa propia, estuvieron dispuestos a dar a Dios este grandísimo presente, pues reconocían a quién debían todo lo que poseían y sentían una gratitud inmensa. Este tesoro fue colocado en el tabernáculo como recordatorio (48–54).
PETICION DE RUBEN Y GAD 32
Al terminar, el encuentro contra los madianitas, algunos representantes de las tribus de Rubén, Gad, y parte de losde Manasés, pidieron permiso para establecer su heredad en el lado oriente del Jordán. Habían observado la calidad de la tierra y los beneficios que traería a su ganado y deseaban aprovecharla. Para Moisés era muy difícil entender todas las implicaciones que esta petición traería. Incluyeron con ella la frase: “No nos hagas pasar el Jordán” (1–5).
Al principio, el líder tuvo miedo, pensando que buscaban un pretexto para no ayudar a sus hermanos a pelear contra los cananeos y los comparó con sus amtepasados en Cades, quienes no habían aceptado entrar en la Tierra Prometida. Posiblemente esta actitud negativa desanimara a los demás, que tampoco querrían seguir adelante. Por otro lado, si se repitiera lo acontecido, tal vez fueran juzgados de nuevo, quién sabe con qué consecuencias. Lo más factible era que el Señor los hiciera morir allí mismo en el desierto (6–15).
Los jefes de estas tribus le aclararon que esa no era su intención y se comprometieron a preparar el lugar para que sus familias se quedaran allí mientras ellos combatían al lado de sus compatriotas (16–19). Al escuchar esto, les concedió el permiso de establecerse en ese territorio. Moisés quería asegurarse de que comprendieran con exactitud las condiciones que habían aceptado, de modo que se las repitió detalladamente. Todos los soldados tenían que cruzar el Jordán para ayudar y permanecer allí hasta que Dios expulsara a los enemigos de Israel y la tierra estuviera bajo su completo dominio (20–27).
TODOS LOS HIJOS DE DIOS
MANIFESTARON SU FE AL
LUCHAR POR TOMAR POSESION
DE LA TIERRA PROMETIDA
Moisés dejó instrucciones claras a Eleazar y Josué en el sentido de que si no cumplían con lo acordado, tendrían que seguir al resto del pueblo y cruzar el Jordán. Resueltamente, todos aceptaron el convenio con todas sus condiciones (28–32).
Antes de que cruzaran para enfrentarse con las naciones que se encontraban al otro lado del to, el siervo de Dios dividió la heredad al oriente del Jordán. Los descendientes de Gad y Rubén reconstruyeron las poblaciones que habían quemado en el territorio de los amorreos y los basanitas. Los de Manasés, todavía tenían que luchar por las ciudades que ocuparían (33–42).
RESUMEN DEL VIAJE 33
El relato de la preparación histórica para la conquista de Canaán concluye con un resumen de la manera en que Dios les había llevado desde Egipto hasta la meseta de Moab. Fue escrito por Moisés, según se lo ordenó el Señor.
El énfasis que hace especialmente en la salida de Egipto era para que no olvidaran que el Altísimo los había redimido de la esclavitud. Los egipcios habían visto cómo salían de sus ciudades mientras sepultaban a sus primogénitos. Todos habían comprobado que la mano poderosa de Jehová estaba con ellos, pues había dejado evidencia clara de su superioridad en comparación con otros dioses (1–4).
A continuación hizo un recuento de las principales etapas del viaje. Dios les había abierto paso en el mar. Evocó la experiencia en Refidim, cuando se habían quedado sin agua y cómo el Señor la proveyó. En seguida, habló de los días significativos pasados en Sinaí, de donde siguieron hasta llegar a Cades. Tuvieron que atravesar dos veces por el mismo lugar a causa de su desobediencia y hacía solo pocos días que habían pasado por allí de nuevo. El líder hizo una síntesis mencionando únicamente los nombres de los lugares que habían visitado (5–37).
Les recordó que estando en Cades por segunda vez, Aarón había subido al monte Hor donde había muerto (38–39). Al darse cuenta los cananeos de que se aproximaban, comenzaron la oposición contra ellos (40). El viaje había concluido con Israel estacionado en la meseta de Moab, frente a Jericó, esperando la orden de Dios para pasar a su nueva patria (41–49).
Moisés terminó presentándoles el reto de que eliminaran totalmente a los canaanitas y todo vestigio de su religión pagana. Dios les había instruido a que dominaran y habitaran esa parte del mundo conocido (50–53). El reparto de los predios se haría conforme a las normas previamente indicadas. Es decir, por sorteo, asignando las tierras por familias conforme al tamaño de cada una, y dentro del área destinada a cada tribu (54).
Una de las advertencias de mayor importancia que Dios les hizo en esa ocasión especial fue la de que tenían que destruir a los moradores de aquella tierra. Si no lo hacían se convertirían en espinas en sus costados y les afligirían para siempre. Por consecuencia, los juicios pronunciados contra esas naciones, caerían sobre ellos (55–56).
Sabemos que en efecto así fue como sucedió. Israel no cumplió correctamente con lo que el Señor les ordenó y los descendientes de los cananeos que sobrevivieron a la invasión siguieron hostilizándolos durante toda su historia, hasta que finalmente Dios dispersó y expulsó a su pueblo rebelde. La lección quedó bien grabada para la posteridad. El Señor no acepta una obediencia parcial o incompleta, sino que exige que sus hijos se sometan a su voluntad y cumplan la tarea impuesta por él.
LA OBEDIENCIA INCOMPLETA
EQUIVALE A DESOBEDIENCIA.
DIOS DEMANDA QUE SU PUEBLO
CUMPLA LO QUE EL EXIGE
¡PENSEMOS! |
El relato de la estrategia de los madianitas y de los cananeos en su trato con Israel demuestra la misma verdad que Dios explicó claramente en todo el Antiguo Testamento: sus planes no condonan la manera en que las religiones mundiales hacen sus cultos. Ambos sistemas no pueden existir juntos. Por Io tanto, los israelitas no debían permitir que ocuparan su territorio. |
Nuestras circunstancias son totalmente diferentes. No vivimos en un pueblo que pertenece únicamente a Dios, sino en el mundo, que en su mayoría no reconoce a la divinidad. ¿Cómo pueden afectarnos los principios de separación dados a los judíos? ¿Qué se requería de ellos? ¿Qué pide Dios que hagamos? |
Porter, R. (1989). Estudios Bı́blicos ELA: Fracaso en el desierto (Numeros) (97). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.