A través de la Biblia, nos fueron comunicadas las normas universales que todavía nos rigen junto con la revelación progresiva de lo que Dios quiere que el hombre sepa. Además, en la misma revelación, el Señor ha indicado ciertos principios que tienen aplicación regional, nacional o temporal. Lo que tienen en común las normas universales y las de limitada aplicación es que tienen sus raíces en el carácter de Dios. Aunque lo dicho fuera demasiado obvio al estudiante serio de la Biblia, es absolutamente necesario recalcarlo para entender esta sección de Josué.
Claro que lo de las ciudades de refugio (Josué 20) es un tema de aplicación limitada, ya que se trata de un período de tiempo específico, de una área geográfica reducida y de un pueblo único. No obstante, la base de la norma expuesta en Josué 20 es, en realidad, un principio universal: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre” (Génesis 9:6).
Como veremos, las ciudades de refugio vienen siendo una amplificación de ese principio universal con aplicación especial y local a Israel.
EL ORIGEN DEL CONCEPTO DE LAS CIUDADES DE REFUGIO
Josué 20:1–2
Palabra de Dios a Josué y a Moisés
“Habló Jehová a Josué, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Señalaos las ciudades de refugio, de las cuales yo os hablé por medio de Moisés” (Josué 20:1).
Las normas que gobernaron la vida religiosa, política, social y personal del pueblo de Israel no evolucionaron de lo rudimentario a lo complejo o como algunos suelen decir, del politeísmo al monoteísmo. Tampoco pidieron prestado su código a sus vecinos, aunque hay puntos semejantes entre ellos. Sus principios no nacieron de una cultura en desarrollo, sino que fueron impuestos por Jehová para crear la cultura que él quería.
¡PENSEMOS! |
Hubo varias razones para la conquista: (1) Para que los hijos de Israel tuvieran su propia tierra; (2) Para destruir a un pueblo cuya maldad había llegado al colmo delante Jehová. Como parte de la segunda razón, Dios no quería que la cultura de su pueblo se contaminara con las abominables creencias y prácticas de los cananeos. Sin embargo, la cultura vieja dejó sus vestigios y algunos de sus feligreses, y la contaminación afectó al pueblo a tal grado, que se puede decir que también llegó al colmo. “Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira” (Jeremías 7:18). Ese fue el triste resultado de pedir prestadas al vecino sus normas religiosas en vez de vivir de acuerdo con lo que Dios dice. |
Sencilamente, el origen del concepto de las ciudades de refugio fue Jehová mismo. Si se quiere saber cómo lo hizo, la respuesta también se encuentra en la porción que estudiamos aquí “…por medio de Moisés”. Dios le comunicó a su siervo el concepto de las ciudades de refugio en varias ocasiones: Éxodo 21:12–13; Números 35:6–34 y Deuteronomio 19:2. Tocó a Moisés designar las tres ciudades del lado oriental del Jordán (Deuteronomio 4:41–43).
¡PENSEMOS! |
Los primeros versículos de Josué 20 parecen hacer una referencia indirecta al Pentateuco. Josué citó las palabras de Moisés exactamente como se encuentran en el texto del autor humano, lo que da a entender que Josué estaba familiarizado con lo escrito por Moisés. Por muchos años, los que criticaban la Biblia y no aceptaban su antigüedad, decían que Moisés no pudo haber escrito el Pentateuco, porque no se había inventado el alfabeto en aquel entonces. Pero ese error se corrigió cuando los arqueólogos descubrieron que ya se practicaba el arte de escribir más de 3,000 años a.C., y se encontraron los vestigios de un alfabeto que estaba en uso en la península de Sinaí alrededor de 1500 a.C. Estos son datos que apoyan la paternidad literaria del Pentateuco de Moisés, algo que Josué aceptó sin dudar. |
La ley de Dios tocante a la pena capital Génesis 9:6
Como se mencionó en la introducción de este estudio, había una relación bastante estrecha entre el concepto de las ciudades de refugio y la llamada pena de muerte, siendo este último el principio universal y el anterior, una modificación limitada o local, al pueblo de Israel.
En Génesis 9, Jehová otorgó al hombre el derecho de gobernarse por sí mismo. En Romanos 13, se confirma que los derechos de los que tienen autoridad incluyen llevar la espada (Romanos 13:4), lo que significa que puede aplicar el castigo. La divinamente establecida institución de la pena capital, o de muerte, no ha sido abrogada en ninguna parte de las Escrituras y se ha preservado siempre. Esto quiere decir que está en vigor aún en la actualidad. Además, no es uno de los principios limitados a una localidad o a un solo segmento demográfico, sino que se dio a la raza entera para siempre. Su entrega y su implementación precedieron a la ley de Moisés por más de 900 años y a Abraham por más de 300 años, así que no es un concepto de origen judío, ni se creó sólo para ese grupo étnico.
DE ACUERDO A LA BIBLIA, TODAVÍA
SIGUE EN PIE LA PENA DE MUERTE.
Cabe aquí hacer notar dos razones por las que Dios otorgó la pena capital. Primeramente, Génesis 9:6 dice: “porque a imagen de Dios es hecho el hombre”. Así que su propósito primordial no era el bienestar de la sociedad, ni reformar a los criminales, ni disuadir al crimen en potencia, sino para impresionar en todos la importancia y santidad de la vida de quienes han sido hechos a la imagen de Dios. Aunque el principio se aplicaba al hombre delincuente, su propósito principal tenía que ver con Dios.
En Números 35:33–34 se indica que la sangre del asesinado contaminaba la tierra y que solamente podía ser expiada con la sangre del criminal. Se da a entender que el crimen afecta no sólo a la víctima y al perpetrador, sino a la tierra misma, y en el caso de Israel, a la Tierra Santa, la tierra de promisión. El homicidio premeditado es abominable a Dios y contamina el ambiente.
¿Con qué propósito fueron establecidas las ciudades de refugio? 20:3–6
Básicamente, el concepto de las ciudades de refugio es una aclaración de la pena capital, y se aplica especialmente a los judíos que iban a vivir en la tierra de promisión: “para que se acoja allí el homicida que matare a alguno por accidente y no a sabiendas” (Josué 20:3). La idea se inició mientras el pueblo estaba todavía en el desierto. En Éxodo 21:12–14, tocante al delito de homicidio no premeditado, Jehová dijo: “Yo te señalaré lugar al cual ha de huir”. No se especificó cuál sería ese lugar, pero muchos han especulado que era algún sitio cercano a los sacerdotes, en los alrededores del tabernáculo. Después en Números 35:9–32, en anticipación de la necesidad de contar con ese refugio cuando llegaran a la tierra prometida, Moisés explicó con lujo de detalles cómo se haría. Lo que aparece en Josué 20 es un repaso de ello.
En ningún caso las ciudades de refugio serían para proteger al que había matado en forma premeditada. El culpable de semejante crimen recibiría el castigo que merecía su crimen (Números 15:30–31).
ESTABLECIMIENTO DE LAS CIUDADES DE REFUGIO
Josué 20:7–9
Jehová designó seis ciudades de refugio, tres de cada lado del río Jordán. Las del lado oriental habían sido establecidas desde tiempos de Moisés, ya que dos tribus, más la mitad de otra recibieron su herencia allí. Esas ciudades fueron Beser en el desierto. Ramot en Galaad y Golán en Basán. En el lado occidental del río fueron nombradas Cedes en Galilea, Siquem en el monte de Efraín y Hebrón en el monte de Judá.
Todas fueron escogidas para facilitar la llegada del necesitado. Por su nombre o por la indicación geográfica que acompañaba al nombre, se nota que cada una de ellas estaba en alto, plenamente visible desde lejos. Además, Deuteronomio 19:3 prescribió que se preparara un camino especial conducente a cada ciudad, todo para facilitar la llegada de los refugiados.
LAS CIUDADES DE REFUGIO DEMUESTRAN
LA JUSTICIA Y LA MISERICORDIA DE JEHOVÁ.
LA HEREDAD DE LOS LEVITAS
Josué 21:1–45
La tribu de Leví logró escapar de la maldición emitida sobre su antepasado por su padre Jacob, la cual se debió al engaño y crimen que ese patriarca cometió contra los heveos cuando su gobernante violó a su hermana Dina (Génesis 34:2, 25, 30). Los levitas se redimieron cuando, durante el brote de inmoralidad del pueblo en Sinaí demostraron a una su lealtad a Jehová (Éxodo 32).
No recibieron parcelas en la tierra de promisión como las demás tribus, pero sí algo mucho mejor: “Y Jehová dijo a Aarón: De la tierra de ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel” (Números 18:20). No obstante, la gracia de Dios se manifestó y recibieron 48 ciudades con suficiente espacio alrededor para su ganado.
En el capítulo 21 se narran algunos acontecimientos y comentarios que llaman la atención. Otra vez aparece el gran Caleb. Ese héroe veterano había pedido y recibido la ciudad de Hebrón (Josué 14). En Josué 21:12–13, esa ciudad fue asignada a los levitas y Caleb recibió “el campo de la ciudad y sus aldeas” (Josué 21:12). Otra vez se ve su nobleza y sus grandes y profundas convicciones porque accedió a suplir las necesidades de los siervos de Dios, los levitas.
Se puede apreciar la gran bendición de Dios en el versículo final del capítulo: “No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió” (Josué 21:45). ¡Amén!
Observaciones finales
- Cuando de refugio se habla, en el Nuevo Testamento se encuentra que Dios ha hecho una provisión mucho más amplia y completa. Jesucristo mismo ofrece refugio porque dijo: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). El autor de la carta a los Hebreos escribió: “Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros” (Hebreos 6:18). ¡Él nos ofrece la salvación presente, la salvación futura y la esperanza para vivir entre ambas!
- Decíamos que las ciudades de refugio demostraron la justicia completa de Jehová a la par de su misericordia. La verdad es que ninguna de las características de Dios funcionan independientemente de las otras. Todo lo que Dios hace es reflejo de todo lo que él es. El creyente en Cristo Jesús entiende esto perfectamente. Por un lado, el carácter de Dios nos condena por ser pecadores. El mismo Dios, con los mismos atributos, planeó y ejecutó lo que satisfacía sus demandas, y fuimos redimidos, justificados, santificados y, según Romanos 8:30, hasta glorificados. La tendencia es a identificar solamente una característica de Dios a la vez, cuando que en realidad sus obras reflejan todo lo que él es.
- “No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho”. La fidelidad de Dios no ha de extrañar al creyente: “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deuteronomio 7:9). “Fiel es Dios por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Corintios 1:9). “Si fuéremos infieles, él permanece fiel” (2 Timoteo 2:13).
Platt, A. T. (1999). Estudios Bı́blicos ELA: Promesas y proezas de Dios (Josué) (91). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.