El fin de la jornada Josué 23:1–24:33

No todos están facultados para ofrecer consejos. No conviene escuchar al ladrón que pretende moralizar, ni al homicida cuando habla de la santidad de vida, ni al pacifista cuando propone un plan de guerra. Por otro lado, sería apropiado y oportuno escuchar y considerar las ideas de un experto reconocido en su campo.

Sin duda, escucharíamos con mucho gusto los consejos de Miguel de Cervantes Saavedra o Rubén Darío en cuanto a la buena literatura. Atenderíamos con afán a Abraham Lincoln si nos exhortara en lo referente a lo horrendo de la esclavitud. Todos esos fueron expertos en su ramo.

Prestaríamos mucha atención a las palabras de un veterano líder que por 110 años había caminado con Dios; que había experimentado personalmente la esclavitud; que durante 40 años probó “los altos” de una relación positiva con Dios mientras vivía en “los bajos” de una peregrinación en el desierto; que dirigió a su pueblo en la guerra para echar mano de lo que Dios había prometido, y en la paz, para que su pueblo disfrutara de esa promesa. Los hijos de Israel se reunieron para oir los consejos de ese líder cuando Josué, a los ciento y diez años, les comunicó sus últimos mensajes.

¡ÁNIMO, HERMANOS!

Josué 23:1–12

Josué convocó una reunión 23:1–2

Algunos dicen que los “muchos días después”, o sea, el intervalo entre los eventos del capítulo 22 y del 23, en realidad fue de 18 años. Y si unos 20 años antes (Josué 13:1) el líder fue descrito como “viejo y avanzado en años”, ¡cuánto más le aplicaba la frase en 23:1–2! Probablemente era el más anciano de todos los hijos de Israel, ganando por pocos años a Caleb.

Sin embargo, no era sólo la cantidad de años, sino la calidad de ellos lo que lo había envejecido. ¡Arduo es el trabajo del líder en tiempos normales; pero más todavía en las circunstancias que Josué tuvo que aguantar! Ya era viejo y avanzado en años, todos ellos pasados al servicio de, y fortalecido por Jehová. Como líder por muchos de esos años, desempeñó con abnegación sus responsabilidades en el cuidado y dirección del pueblo. Esa es precisamente la clase de servicio que Dios todavía busca.

EL TESTIMONIO DEL APÓSTOL PABLO:

“TRABAJO, LUCHANDO SEGÚN LA POTENCIA DE

ÉL, LA CUAL ACTÚA PODEROSAMENTE EN MÍ”

(Colosenses 1:29).

Josué les recordó de la obra de Dios hasta entonces 23:3

En el libro de Josué hasta aquí hubo varias ocasiones en que se animó al pueblo a recordar lo que Jehová había hecho a su favor. Efectivamente se instituyó la fiesta de la pascua precisa mente para conmemorar su redención milagrosa de Egipto. El monumento de piedras sacadas del Jordán también era para recordarles la maravilla que hizo Dios para hacerles llegar hasta su heredad. El mensaje de Josué 23:4 enfocó todavía otra evidencia de la mano de Dios obrando a su favor.

¡PENSEMOS!
Ningún israelita podía pensar que el pueblo había logrado la conquista por sí solo. No obstante, Josué declaró de nuevo que Dios era quien había peleado por ellos. La verdad de que la batalla es de Jehová se había enseñado a Josué en cuanto salió de Egipto, cuando el pueblo tuvo que pelear contra Amalec (Éxodo 17). La batalla era de Dios y de Dios dependía. ¿Quién más pudiera haber hecho caer las defensas de Jericó con una marcha, unas notas musicales y los gritos?

Josué les recordó del trabajo que él mismo había hecho 23:4

Josué y los hijos de Israel fueron instrumentos en las manos de Dios para castigar a los cananeos cuya maldad había llegado al colmo. Ese líder también fue instrumento para supervisar la división de la tierra, lo que a las alturas de capítulo 23 ya se había hecho. Debido a que el texto especifica el área “desde el Jordán hasta el Mar Grande”, es probable que esa reunión incluyera solamente a las nueve y media tribus cuyas parcelas estaban situadas al occidente del Jordán.

Josué les aseguró del trabajo que Dios haría 23:5

Como en todo las demás situaciones, sería Jehová quien mediante su plan y su poder les daría la posesión de su tierra. Cada tribu tendría que hacer el esfuerzo de eliminar al enemigo, pero lo lograría únicamente confiando en el poder de Dios.

“EL CABALLO SE ALISTA PARA EL DÍA DE LA BATALLA; MAS JEHOVÁ ES EL QUE DA LA VICTORIA”

(Proverbios 21:31).

Josué les animó en cuanto a lo más importante 22:6–11

Otra vez Josué se refirió al aspecto espiritual, haciendo hincapié en la relación del pueblo con su Dios. Naturalmente que lo consideraba importante. Primero, porque Jehová lo juzgaba imprescindible y, segundo, porque Josué mismo reconocía que la esfera espiritual ofrecía más potencial para fallar.

El haber observado esa propensión del pueblo a través de la historia, le daba la razón a Josué, y eso que no vivió para ver las tristes consecuencias de los años subsiguientes.

Su exhortación constó de tres puntos principales: (1) “Guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra, ni a siniestra” (Josué 23:6). En realidad, esa parte de la exhortación parecía una copia al carbón de lo que Dios había dicho a Josué en 1:7.

Guardar la ley no se refería a poner los rollos en los cuales estaba escrita en algún lugar seguro, sino respetarla y cumplirla. La demostración de esto se vería en sus acciones sin desviaciones. Podemos observar que la exhortación paralela del capítulo 1 no se reservó sólo para el líder, aunque éste llevaba una responsabilidad especial; era también para todo el pueblo.

“PERO SED HACEDORES DE LA PALABRA, Y NO

TAN SOLAMENTE OIDORES, ENGAÑÁNDOOS

A VOSOTROS MISMOS”

(Santiago 1:22).

(2) Separarse de las tribus cananeas (Josué 23:7–8). Los hijos de Israel no cumplieron con esto, tal vez por negligencia. Pero es más seguro que haya sido por desobediencia, porque dejaron a su alrededor a los sobrevivientes cananeos que tenían vestigios de la malévola y repudiada cultura pagana. En especial, Josué hizo referencia a su religión corrompida y horrenda, pero no dejó fuera las relaciones sociales. En el versículo, 12 hizo comentarios referentes al peligro de los matrimonios mixtos, entre los hijos de Israel y los cananeos. En los años subsiguientes se vieron los resultados catastróficos causados por los matrimonios mixtos del rey Salomón (1 Reyes 11:2–4). El pueblo de Israel tenía que recordar que en realidad era pueblo de Dios, con todos los privilegios y las responsabilidades que acompañaban a esa posición. El Señor nunca ha querido que esa línea entre lo divino y lo del mundo se haga borrosa, sino que sea bien marcada.

“NO OS UNÁIS EN YUGO DESIGUAL CON

LOS INCRÉDULOS; PORQUE ¿QUÉ COMPAÑERISMO

TIENE LA JUSTICIA CON LA INJUSTICIA? ¿Y QUÉ

COMUNIÓN LA LUZ CON LAS TINIEBLAS?”

(2 Corintios 6:14).

El término “seguiréis” (v. 8) es traducción de la misma palabra hebrea que Dios usó en Génesis 2:24 (traducida “se unirá” ahí). En ambas porciones parece que los traductores no tomaron en cuenta la fuerza básica del término hebreo. Esa idea es la de “unir con pegamento”. El marido debe estar bien pegado a su esposa y el pueblo de Israel también debía estarlo a su Dios. Claro que el resultado natural de “estar pegado” es que sigue unido, pero la palabra “seguiréis” de este versículo no tiene la misma fuerza que el término hebreo.

“NO AMÉIS AL MUNDO, NI LAS COSAS QUE ESTÁN

EN EL MUNDO. SI ALGUNO AMA AL MUNDO, EL

AMOR DEL PADRE NO ESTÁ EN ÉL”

(1 Juan 2:15).

(3) Amar a Jehová (Josué 23:11). Es imposible amar a un Dios totalmente desconocido. Josué ya había indicado que el pueblo debía prestar atención al mensaje que Dios habí a dado a Moisés (23:6). Efectivamente la “ley” no consistía sólo de una larga lista de quehaceres; en realidad revelaba el carácter de Jehová, el autor de la ley. Es así que al pueblo le convenía conocer la ley para poder conocer a su autor; y conocerle de veras, es enamorarse de él.

¡CUIDADO, HERMANOS!

Josué 23:13–16

Si se contaminaban con la cultura que les rodeaba, les traería consecuencias horrendas. Con palabras muy gráficas, el autor describió el resultado de mezclarse: “…os serán por lazo, por tropiezo, por azote para vuestros costados y por espinas para vuestros ojos, hasta que perezcáis de esta buena tierra…” (Josué 23:13).

Hasta esa fecha no había faltado nada de lo que Jehová había prometido, pero con la misma fidelidad a su palabra con que Dios trajo bendición, así también castigaría a su pueblo si no le obedecía. El contexto era de no contaminarse con la cultura impía de los cananeos.

PALABRAS FINALES

Josué 24:1–33

Repaso: Jehová lo hizo 24:1–13

“¡Jehová lo hizo!” La frase se repite a lo largo del libro, haciendo repetidas referencias a lo que Dios había hecho. En parte, esto se hizo para que la gente apreciara de nuevo la grandeza y bondad de su Dios. En parte también el repaso animaría al pueblo a seguir adelante, confiando en ese Dios tan maravilloso.

El desafío: sólo Jehová 24:14–24

¡Cómo ha de haber dolido a Josué reconocerlo, pero había traición entre el pueblo! La traición más nefanda, que si no era confrontada y eliminada, consumiría al pueblo de Israel como un cáncer, despojándolo y destruyéndolo. ¡Idolatría! ¿Y eso? ¿Con todo lo que Jehová había hecho? ¿De la maravillosa redención de su esclavitud; sus cuidados en el desierto; sus muchos milagros; su protección; en fin, con tanta evidencia de su amor y su poder? Y ¿después de todo eso, todavía algunos cargaban ídolos, aquellos dioses inútiles de los egipcios? (Josué 24:14) Tristemente así fue.

Josué, celoso por la causa de Jehová, con gran convicción personal, y usando la retórica que se esperaría de alguien de su calidad, ¡sacó a la luz la idolatría secreta! Con la espada afilada del sarcasmo, ¡sugirió que el pueblo escogiera entre los dioses de Egipto y los de los amorreos! Su propia afirmación, sin duda pronunciada en voz alta y despacio, subrayando cada palabra, fue: “…¡pero yo y mi casa serviremos a Jehová!” (Josué 24:15).

El pacto: Jehová siempre 24:25–28.

¡Otra vez un monumento! En esa ocasión, Josué colocó una piedra para celebrar el pacto que el pueblo había hecho: “¡A Jehová serviremos!” (Josué 24:21 y 24). Claro que esa afirmación emocionada brotó en un momento de fervor espiritual, pero estaban siendo sinceros. No quería decir que cada generación judía desde ese momento en adelante se sentiría igual. Efectivamente resultó que grandes cantidades de judíos vivieron sirviendo a dioses ajenos. Sin embargo, a lo menos esos, en ese día frente a Josué, así lo afirmaron, y Josué edificó el monumento para celebrar ese acontecimiento.

¡El fin! Jehová servido 24:29–33

La jornada ya había terminado y a los 110 años edad murió Josué. A Dios sea la gloria: “Y sirvió Israel a Jehová todo el tiempo de Josué…” (Josué 24:31). No está por demás esa expresión que menciona los tiempos de Josué. Gracias damos a Dios por el hombre que él escogió; que estuvo tan dispuesto a confiar en él, tan abnegado en su servicio y tan celoso por su causa. Josué fue un siervo de Dios de proporciones gigantescas.

Observaciones finales

  1. El punto de vista divino es que la separación tiene dos direcciones: “de” y “para”. El Señor Jesucristo proveyó una excelente illustración de esto cuando enseñó que el creyente fue tomado del sistema dirigido por Satanás que se denomina “el mundo” y enviado a ese mismo mundo (véase Juan 17). Pero la aplicación más importante del principio reconoce que la separación “para” realmente consiste apartarse de la vida anterior, para dedicarse Dios. Así como los utensilios del templo llevaban una marca indicando que estaban apartados exclusivamente para Dios y su servicio, así también el creyente. “¿O ignoráis… que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19–20).
  2. ¿Cómo era posible que habiendo experimentado la mano de Jehová de tal manera y con tanta frecuencia, que algunos del pueblo todavía cargaran ídolos paganos? Los que hemos leído la historia bíblica los criticamos por su hipocresía, por su terquedad, por su rebeldía secreta, por lo que es al fin tontería. Sin embargo, muchos son los creyentes de hoy con bastante conocimiento bíblico y experiencia en la vida cristiana, teóricamente sanos en teología, pero que todavía cargan con sus ídolos. El dinero, el trabajo, el deporte, un amigo y aun la familia, pueden ser el estorbo, porque cualquier cosa o persona que usurpa el lugar que Dios debe tener, es un ídolo. Entonces, el reto de Josué también tiene aplicación al creyente de hoy.

Platt, A. T. (1999). Estudios Bı́blicos ELA: Promesas y proezas de Dios (Josué) (106). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.