Salmos Mesiánicos I

¿DE QUIÉN HABLAN LOS SALMOS MESIÁNICOS?

Según el Nuevo Testamento, los pasajes de unos quince salmos se cumplieron con la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús. Sin embargo, si leemos estos salmos completos, parece que hablan de algún personaje o situación contemporáneos del autor. ¿Por qué, entonces, el Nuevo Testamento los aplica a Jesús? En nuestro estudio analizaremos cómo es que se interpretaban estos salmos cuando fueron escritos, y por qué son mesiánicos.

Este capítulo expondrá con algún detalle uno de los salmos mesiánicos. Luego, el capítulo 11 definirá varias categorías de pasajes mesiánicos, dando ejemplos de cada uno. Siempre buscaremos tres aplicaciones: a los tiempos del salmista, a Jesús y a nosotros hoy día.

TRES APLICACIONES DE LOS SALMOS

MESIÁNICOS:

  1. A LOS TIEMPOS DEL SALMISTA
  2. A JESÚS
  3. A NOSOTROS HOY

SALMO 2: UN SALMO MESIÁNICO

Salmos 2:1–3

¡PENSEMOS!
¿Qué grupos actúan en los vv. 1–2? ¿Qué hacen? ¿Contra quiénes lo hacen? Según el v. 3, ¿qué quieren hacer?

El salmo comienza revelando poco a poco una rebelión. Primero nos damos cuenta de que las naciones (v. 1) y sus gobernantes (v. 2) están tramando “cosas vanas”, es decir, un plan inútil (en el hebreo el v. 2 está en tiempo presente, como el v. 1; ver la Versión Popular). Luego descubrimos que el complot se dirige contra Jehová y su ungido (v. 2c). El ungido es el rey (v. 6), pues en Israel la manera normal de instalarlo era por medio de la unción (1 Samuel 10:1; 16:13; 2 Reyes 11:12). El ungido por excelencia es el Mesías. De hecho, este nombre significa “ungido”. “Cristo” significa lo mismo, ya que es la traducción al griego de “Mesías”.

Lo que traman las naciones es para librarse del dominio de Jehová y su rey (v. 3). Los pueblos que habían sido subyugados a David seguramente procurarían hacer esto. Lo mismo sucederá cuando la bestia y los reyes de la tierra se reúnan para guerrear contra Cristo en su segunda venida (Apocalipsis 19:19), y habrá todavía otra rebelión al final del milenio (Apocalipsis 20:7–9). Pero Hechos 4:25–27 aplica el salmo 2:1–2 a la primera venida en que “se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel”.

Entonces, ¿a qué época se refieren los vv. 1–3: a los tiempos de David, a la muerte de Jesús, a la segunda venida, o al fin del milenio? La mejor respuesta es que se aplican a todos estos períodos, y tal vez a otros también.

Quizá el salmista tenía en mente solamente su propia situación, pero el Espíritu Santo que lo inspiró conocía las similitudes entre los tiempos davídicos y el resto de la historia humana. En la Biblia observamos que Dios lleva a cabo su plan para el mundo repitiendo ciertos patrones. Lo que él hace en un período a veces anticipa lo que hará en otro. De manera que al escribir sobre su propia época, David, guiado por el Espíritu, también habló del porvenir. Por cierto, en todo tiempo los gobernantes se han opuesto a Jehová y su Cristo (1 Corintios 2:6–8).

OPOSICIÓN DE GOBERNANTES A JEHOVÁ Y

SU UNGIDO A TRAVÉS DE LA HISTORIA

SALMO 2:1–3:

  1. EN EL IMPERIO DE DAVID
  2. EN LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS
  3. EN LA SEGUNDA VENIDA
  4. AL FINAL DEL MILENIO
  5. HOY MISMO

Salmos 2:4–6

¡PENSEMOS!
¿Qué actitudes toma Jehová frente a la rebelión planificada por los reyes (vv. 4–5)? ¿Qué mensaje tiene para ellos? (v. 6) ¿Qué era el monte Sion?

Jehová reacciona a la sublevación de las naciones con burla (v. 4) e ira (v. 5). No podrán derrocar a su ungido, porque él mismo lo ha establecido como rey. El monte Sion era una colina de Jerusalén. Era “santo”, porque Jehová lo había escogido como sitio para su santuario (Salmos 132:13; Joel 3:17). David reinó allí, así como sus descendientes. Entre ellos está Cristo, quien gobernará desde el mismo lugar (Isaías 2:2–5; Miqueas 4:7; Apocalipsis 14:1).

Salmos 2:7–9

¡PENSEMOS!
¿Quién habla en estos versículos? ¿Qué relación tiene con Jehová (v. 7)? ¿Qué herencia recibirá de su padre (v. 8)? ¿Qué hará con ella (v. 9)? ¿Por qué?

Los reyes rebeldes hablaron en los vv. 1–3, y Jehová en los vv. 4–6. Ahora el ungido se expresa. Cita el decreto por medio del cual Jehová anunció que él era su hijo (v. 6). En el antiguo oriente “mi hijo eres tú” era una fórmula de adopción. Así que cuando Jacob dijo a José: “Tus dos hijos Efraín y Manasés… míos son”, los adoptó (Génesis 48:5). Lo hizo, no porque fueran huérfanos, sino para que tuvieran parte en su herencia.

De manera similar, Jehová adoptó a David y a los reyes que descendieron de él. Lo hizo para guiarlos como un padre (2 Samuel 7:14), pero también para darles una herencia (vv. 8–9; Salmos 89:20, 26–27).

PROPÓSITO DE LA ADOPCIÓN:

DAR HERENCIA AL ADOPTADO

El paralelismo indica que “yo te engendré hoy” también era una fórmula de adopción. El “hoy” fue el día en que Jehová estableció su pacto con David (2 Samuel 7:8–16, a esp. v. 14). Para sus descendientes sería el día en que fueran ungidos como reyes.

MI HIJO ERES TU = YO TE ENGENDRÉ HOY = YO TE ADOPTO HOY

El Nuevo Testamento aplica el v. 7 a Jesús en su bautismo (Mateo 3:17 = Marcos 1:11 = Lucas 3:22), su transfiguración (Mateo 17:5 = Marcos 9:7 = Lucas 9:35 = 2 Pedro 1:17), su resurrección (Hechos 13:33; Romanos 1:4), su ascensión a la diestra del Padre (Hebreos 1:3–5; 5:5) y su reino milenial (Lucas 1:32; ver Mateo 16:16 y Juan 6:69). Cada uno de estos eventos es un paso progresivo en el establecimiento de su reino. En cada uno recibe más de la herencia de su Padre.

Por supuesto, Jesús es Hijo de Dios no solamente en el sentido de la adopción. También lo es por ser engendrado por el Espíritu Santo (Lucas 1:35) y por ser Dios el Hijo desde toda la eternidad (Juan 1:1; 5:17–18; 1 Juan 5:20).

Siendo hijo de Jehová, el rey recibe como herencia el dominio sobre las naciones (v. 8), las mismas que pensaban sublevarse contra él (vv. 1–3). Si ellas persistieran en su rebelión, el Señor permitiría a su ungido aplastarlas (v. 9).

Esta profecía se cumplió sólo de manera limitada con David, y todavía menos con sus descendientes. El dominio del hijo de Isaí tal vez haya alcanzado todos los confines de la tierra prometida (sobre la posibilidad de interpretar así “los confines de la tierra”, ver la explicación del salmo 72:8 en el capítulo 9), pero ni siquiera llegó a estar cerca de dominar todos los confines del mundo.

La promesa de los vv. 8–9 se cumplirá plenamente sólo cuando Cristo regrese a “regir con vara de hierro a todas las naciones” Apocalipsis 12:5; 19:15). Increíblemente, ¡él compartirá con los que seamos creyentes fieles esa misma autoridad! (Apocalipsis 2:26–27)

Las frases “las naciones” y “los confines de la tierra” también se emplean en el Nuevo Testamento para anunciar nuestra responsabilidad misionera (Mateo 28:18–20; Lucas 24:47; Hechos 1:8). A través de nuestros esfuerzos por hacer discípulos en todos los pueblos, el Padre muestra que ha dado a su Hijo toda potestad en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18–20).

¡PENSEMOS!
¿Qué herencia da Dios a sus hijos adoptivos hoy día? (Romanos 8:14–17; Gálatas 4:4–7) ¿Ha sido usted engendrado por Dios mediante la fe en Cristo? (Juan 1:12–13)
¿Qué hace usted para que el evangelio llegue hasta los confines de la tierra? ¿Qué hace su iglesia? ¿Qué más deben hacer?
A la luz de Apocalipsis 2:26–27, ¿qué debe usted hacer para ejercer autoridad sobre las naciones? ¿Lo está haciendo?

Salmos 2:10–12

¡PENSEMOS!
¿Qué consejos da el salmista a los gobernantes rebeldes (vv. 10–12)? Según la última oración del salmo, ¿a quiénes más se aplican estos consejos?

El salmo se compone de cuatro estrofas de tres versículos. En cada una habla alguien diferente, pero todos se dirigen a los reyes y pueblos rebeldes. En la última estrofa es el salmista quien se expresa. Es el mismo David (Hechos 4:25–26), pero ahora no habla como el ungido, sino como si fuera otra persona (en el v. 12 no dice “Honradme”, sino “Honrad al Hijo”).

LAS CUATRO ESTROFAS DEL SALMO 2

1. Los rebeldes hablan entre sí

2. Jehová habla a los rebeldes

3. El ungido habla a los rebeldes

4. El salmista habla a los rebeldes

vv. 1–3

vv. 4–6

vv. 7–9

vv. 10–12

El autor advierte a los reyes (v. 10) que abandonen sus planes de rebelión y se sujeten a Jehová (v. 11) y a su hijo (v. 12). Como ya hemos visto, su hijo era el rey. Cuando el salmo fue escrito, era David. El hebreo no distinguía entre mayúsculas y minúsculas. Sin embargo, la mayúscula que la Versión 1960 utiliza en “Hijo” nos recuerda que el rey a quien todo gobernante algún día se tendrá que someter es el Hijo único de Dios.

El consejo del salmista es para el bien de los rebeldes. Si no sirven a Jehová y su ungido, serán destruidos por la ira divina (v. 12). En cambio, si se someten a ellos en confianza, serán bienaventurados; es decir, gozarán de verdadera felicidad y prosperidad (ver la explicación de Salmos 1:1–3 en el capítulo 7).

La bienaventuranza amplía la aplicación del salmo para incluir no sólo a los reyes rebeldes, sino a todos. A cada uno se nos deja la opción: perecer por rebelión contra Dios, o confiar en el Hijo para recibir su bendición (ver Efesios 2:8–10). Todavía hoy, el camino a la verdadera alegría es el servicio a Jehová en temor (v. 11).

DOS OPCIONES (SALMO 2:12)

Acción Rebelarse Someterese por fe
Resultado Perecer en el camino Ser bienaventurados
¡PENSEMOS!
¿Se somete usted por fe a Jehová y su Hijo? ¿Cómo lo manifiesta? ¿Qué bienaventuranza ha recibido?
¿Cómo se opone su pueblo a Jehová y su Hijo? ¿Qué puede usted hacer al respecto? ¿Cómo se oponen sus gobernantes a Jehová y su Hijo? ¿Qué puede hacer usted al respecto?

Williams, G. (1995). Estudios Bı́blicos ELA: Alabanza y clamor a Dios (Salmos) (87). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.