Visita inesperada del Papa Francisco a la CAL
El Papa visita por sorpresa la Pontificia Comisión para América Latina
Ubicada en Roma a pocas cuadras de San Pedro en el Vaticano fue recibido por Gúzman Carriquirry, laico uruguayo, secretario de dicha Comisión
El miércoles 13 de julio, una sorpresa “increíble” del Papa Francisco interrumpió felizmente una mañana común de trabajo para los que formamos parte de esta Pontificia Comisión para América Latina. El Santo Padre, demostrando una vez más su carácter movido por gran libertad y espontaneidad, decidió “darse un salto” –como se dice en América Latina– por la Comisión, cuya oficina está a unos 300 metros del Palacio Apostólico, en Vía della Conciliazione n. 1, 4to piso. A las 9.10 exactamente, llamaron a la puerta y acudió a ella una de las oficiales de la oficina, mientras los demás estábamos sosteniendo tranquilamente una reunión de coordinación relativa a nuestro próxima celebración del Jubileo Continental de la Misericordia en Bogotá.
Dicha persona se quedó pasmada cuando abrió y se encontró delante nada menos que al Vicario de Cristo en la tierra quien, en cambio, parecía realizar una acción completamente natural y rutinaria: –“¡Buenos días! ¿Puedo pasar?” –“¡Santo Padre! ¡Qué increible sorpresa!” Acto seguido, una señora del personal que pasaba detrás corrió a toda prisa hasta la oficina del Secretario Encargado de la Vicepresidencia, donde estábamos todos, y se detuvo agitada en la puerta: “¡El Santo Padre! ¡Rápido, el Santo Padre!” La reacción demoró unos segundos, mientras tratábamos de comprender de qué se trataba, ¿estará al teléfono? ¿le habrá pasado algo? Pero increíblemente comenzamos a escuchar su voz mientras se acercaba por el pasillo. Nos pusimos de pié y el prof. Carriquiry se abrió paso inmediatamente para darle el encuentro casi en la puerta de su despacho. “Buenos días, ¿tenés tiempo para conversar un poquito?”, preguntó con toda seriedad.
Los dejamos solos mientras esperábamos afuera, notablemente sorprendidos y emocionados por el momento tan especial que estábamos viviendo. Ciertamente no es la primera vez que saludamos en persona al Santo Padre –la mayoría de trabajadores que llevan algunos años en una oficina vaticana han tenido más de una oportunidad para estrecharle la mano al Papa e intercambiar unas breves palabras–; pero recibirlo en la oficina en un día cualquiera y de manera completamente inesperada es algo poco usual, que deja la sensación de tenerlo cerca, muy cerca, y da la oportunidad de compartir con él un momento no protocolar, sino auténticamente familiar.
Mientras aguardábamos impacientes, el miembro de la Seguridad Vaticana que acompañaba al Papa, y que “lo trajo en su auto”– al ser interrogado por nosotros sobre la increíble situación, comentó que se encontraba con Francisco en una visita al dentista del FAS (Fondo de Asistencia Sanitaria) –el centro médico al interior del Vaticano–, y que casi por terminar, el Santo Padre señaló que tenía la idea de “pasar por la CAL” antes de regresar a Santa Marta. No obstante le señaló al Papa que la cosa resultaba “muy complicada”, a lo que Francisco respondió tranquilamente: “Soy el Papa; no te preocupés, que estamos en las manos de Dios”, y se pusieron en marcha. A su salida de “Porta Sant’Ana” los guardias suizos saludaron solemnes y medio atónitos al Santo Padre mientras se alejaba impertérrito en el asiento delantero del vehículo. El acompañante del Papa agregó luego sonriente que se trataba de “la primera travesura de este tipo”, realizada por el Papa Francisco.
Después del diálogo en privado con el Secretario Encargado de la Vicepresidencia, el Papa salió y aceptó gustoso la invitación a “entretenerse” un rato más compartiendo un café con nosotros –como se puede apreciar en la foto. En el breve diálogo –aunque grato y ameno–, Francisco saludo a cada uno personalmente y demostró una memoria impresionante, porque nos tenía presentes a todos y en algunos casos con detalles sorprendentes. Comentó también de sus tiempos de Cardenal, cuando era Miembro de la Comisión en las Reuniones Plenarias, y nosotros le recordamos aquellas tardes de oficina, en las que se ofreció más de una vez a quedarse trabajando con nosotros para completar el “documento conclusivo”. Pero llegó el momento de la despedida, aunque no lo dejamos ir sin tomarse unas fotos con nosotros. Nos dio su bendición y le aseguramos nuestras oraciones mientras lo acompañábamos hacia la puerta.
Al final nos pareció una visita larguísima; es más, nos parece que el Papa todavía está por aquí.
Vía: http://www.americalatina.va/